miércoles, 17 de diciembre de 2025

ÓSCAR, EL MAGO DE LA NAVIDAD.

 




(Literatura Infantil -Juvenil)

 

 

​Esa nevada tarde invernal, la pequeña Enora, de seis años e hija única, esperaba ansiosa. Era Nochebuena, y el aire crujía con el frío y la promesa de magia. La niña se sentía la criatura más feliz del universo, con un solo deseo en su corazón: que su padre pasara la Navidad con ella y con su madre. A pesar de su corta edad, Enora sabía que su familia era su tesoro más preciado.

​En pocas horas, volvería a abrazar a su padre, pensaba ilusionada. Pero el tiempo se estiraba, interminable. Por más que se asomaba por la ventana empañada, no lograba divisar el coche de su querido progenitor. En su pequeño rostro trigueño, una sombra de tristeza comenzaba a asomar, y las lágrimas pugnaban por brotar de sus dulces y negros ojos. No imaginaba una Navidad sin su padre. La desesperación le oprimía el pecho.

​Desde temprana hora, la cocina desprendía aromas deliciosos. Su madre, Zenda, ya tenía el lomo de cerdo en el horno, y había preparado con antelación el pastel de frutos secos que tanto le gustaba a Enora, así como una cremosa sopa de espárragos y unos tamales humeantes. Zenda, por su parte, también estaba entusiasmada por la llegada de Calisto, quien trabajaba en el estado de Texas, a dos horas de donde vivían. Hacía casi un mes que no lo veían, pero se comunicaban a diario.

​De pronto, el teléfono sonó, rompiendo el silencio expectante.

 Zenda se apresuró a responder.

—¿Diga? — Su semblante cambió al instante. Un escalofrío le recorrió la espalda. —¡Pero no puede ser! ¿Por qué no me lo habían comunicado antes? —respondió antes de colgar, el aparato aún caliente en su mano temblorosa. Desconsolada, regresó a la cocina, la mente girando, preguntándose cómo le daría la noticia a Enora, quien seguía esperando feliz a su padre. Zenda, sin embargo, ya sabía en lo profundo de su corazón que no volvería a ver a su marido.

​Calisto, a esa hora, se encontraba internado desde el día anterior en un hospital público. Un persistente dolor de garganta lo había llevado al doctor, quien, tras unos estudios, le diagnosticó COVID-19. Consciente de la letalidad del virus y de las estrictas normas que impedirían que su amada esposa se acercara, decidió callar. Había escuchado de casos donde los infectados con ese malévolo virus nunca eran entregados a sus familiares.

​Enora, por su parte, desesperaba al no tener noticias de su padre; su madre había estado llamando al celular sin obtener respuesta alguna. Zenda tomó una decisión dolorosa: callar y no decirle nada a la niña. Al día siguiente, partiría al estado de Texas, así, por lo menos, estaría al tanto de la salud de su marido.

​Mientras tanto, la niña, exhausta por la tan anhelante espera, se refugió en la pequeña biblioteca de su padre. Además de disfrutar de la lectura, era el lugar preferido de él cuando venía de vacaciones. Afuera, las coloridas luces de la ciudad titilaban y el bullicio de la gente, yendo y viniendo con las compras de última hora, se escuchaba como un eco lejano.

​De pronto, algo llamó la atención de la pequeña: en la esquina del librero, una antigua lámpara de color jade brillaba con un destello inusual. Acercó un banco de madera y trepó para poder tomarla. Al bajar con la lámpara en mano, la colocó sobre una pequeña y anticuada mesa que decoraba el lugar. Acomodó de nuevo el banco y volvió a tomar la lámpara entre sus manos; nunca la había visto antes, a pesar de que entraba seguido a la biblioteca.

​De pronto, le pareció escuchar una voz ronca muy cerca de ella.

—¡No sufras, niña, tu padre viene en camino! —

Se puso de pie de prisa, creyendo que era la voz de su padre. Miró alrededor, luego se asomó por la ventana. Tal vez alguien que pasó, pensó, con el corazón encogido.

​Abrazada a la antigua lámpara, que le recordaba mucho el cuento de Aladino y la Lámpara Maravillosa que tanto le gustaba, se quedó dormida por algunos minutos en el pequeño diván. Desconsolada, las lágrimas aún tibias en sus mejillas, fue nuevamente arrancada del sueño por la misma voz enronquecida que la llamaba por su nombre.

​—¡Enora, Enora! —

Ella se despertó atemorizada; esa no era la voz de su padre. Se enderezó, tallándose los ojos, buscando al portador de aquella afónica voz.

—¿Crees en la magia? —preguntó la voz.

La niña se echó el cabello a un lado, nuevamente tallándose los ojos, aturdida.

—¿Quién eres y por qué no te dejas ver? —respondió impávida.

—¡Ah! —dijo la voz con un aire misterioso—. Soy el mago alquimista Óscar, y puedo hacer magia.

La inocente niña se echó a reír, para después preguntarle con gran emoción:

—¿Si te pidiera un deseo, tú me lo podrías cumplir? —

—¡Pero, por supuesto, para eso estoy aquí! —respondió el mágico agorero—. Yo ayudo a los niños buenos como tú —continuó, tratando de convencer a la pequeña.

—Bueno, creeré en ti, te pediré un deseo —dijo Enora, seducida por las palabras del mago Óscar.

—¡Sí! —exclamó la voz—. Pero antes tienes que liberarme. Debes frotar la lámpara doce veces, entonces yo cumpliré tu deseo.

​Ni tarda ni perezosa, Enora comenzó a frotar la lámpara, siguiendo las instrucciones de Óscar.

De pronto, un estruendoso ruido se dejó escuchar en el lugar que la hizo estremecer. La biblioteca se inundó de una especie de humo denso y verdoso.

Y entonces, un hombre corpulento, muy alto, estaba frente a ella. La niña, espantada, sin poder moverse de miedo, se tapó la carita con ambas manos.

—No temas, eres una niña buena y muy obediente con tus padres, de alma blanca y pura, y solamente a los niños como tú les cumplo deseos —le dijo el mago—. Pide lo que quieras, que yo te lo cumpliré.

Cerrando sus ojos con fuerza, la niña comenzó a gritar:

—¡Quiero a mi papá! ¡Quiero a mi papá!

Al abrir los ojos, el mago había desaparecido.

​Salió corriendo de la biblioteca hacia donde se encontraba su madre, gritando eufórica:

—¡Mamá, mamá, ya está por llegar mi padre!

Zenda la abrazó fuertemente, el corazón encogido, apesadumbrada. No sabía cómo darle la noticia a la niña.

Faltaban un par de horas para que empezara a sonar la primera campanada anunciando las doce de la noche.

​—Te has quedado dormida, hija, qué bello sueño has tenido, pero, ven, siéntate junto a mí que quiero contarte algo —dijo Zenda, intentando sonar tranquila.

De pronto, escucharon un ruido en la puerta principal. Y cuál sería su sorpresa: Calisto estaba frente a ellas, cargando unos regalos. Zenda no podía creer lo que estaba viendo; ¡pero si en el hospital le habían dicho que tenía COVID-19!

​En tanto, la niña no cabía de tanta felicidad y gritaba:

—¡Sabía que no me fallarías, papito! —¡El mago cumplió lo prometido!

—¿Mago? —preguntó Calisto, extrañado.

—¡Sí, el mago Óscar, papá! —

—Cansada de esperarte, se quedó dormida en la biblioteca y soñó que un mago te traería a casa esta Nochebuena —musitó Zenda, con lágrimas de alivio y confusión en los ojos.

Ambos se echaron a reír por las ocurrencias de la niña. Abrazados, se dirigieron al salón. Había muchas cosas que aclarar, cosas que Enora no debía escuchar.

—Hija, ¿por qué no nos ayudas a bajar los demás paquetes del coche? —dijo Calisto, dándole un beso en la mejilla—. En tanto, tu madre y yo hablamos un poco.

Se alejaron de la pequeña, quien, tarareando y dando saltos feliz y dichosa, no dejaba de cantar:

​¡A los niños bondadosos

y muy obedientes,

si son atentos y pacientes,

¡Óscar los hace dichosos!

​Esa Nochebuena fue inolvidable. Un milagro del cielo había logrado reunir una vez más a la familia, y así, juntos, pudieron festejar el nacimiento de nuestro amado Redentor.




 

 

Autora : Ma. Gloria Carreón Zapata.

Dedicado a mi hijo Óscar Isaac C. Carreón.

@copyright.

18 /12/2024.

ARMONÍA DE ESPERANZA

 




(Literatura Infantil)

                                                                                    


En los campos, las aves ya

trinan dulces melodías;

nos anuncian que el Mesías

está cerca, ¿qué dirías?

 

Todo el mundo se prepara

para invitarlo a su mesa,

y cumpliendo la promesa,

su gran nueva nos declara.

 

Ya los ángeles del cielo

han sacado sus trompetas,

entonando odas completas

al que brinda su consuelo.

 

Y los niños, hoy unidos,

por la paz están rogando;

se preguntan: ¿hasta cuándo

lloraremos los caídos?

 

Si la vida es un suspiro,

y el rencor solo es destierro,

¿por qué insistes en el hierro

que marchita nuestro mundo?

ESTELA GRIS

 



(Prosa poética)


 

​"Porque hay amores que, al partir, no dejan vacío, sino un rastro de luz que el alma se niega a soltar."

​La nube se alzaba en la penumbra de mis sueños, allí donde navegabas en el instante preciso en que mi pensamiento te alcanzaba. Recorrí tu mirada, fija en mí desde la distancia, mientras un gesto curvaba suavemente tu boca y tu figura, distraída, me extendía los brazos sin pronunciar palabra.

​Poco a poco, la nube se fue diluyendo, dejando una estela gris dentro de mi alma. Te dejé partir, no sin antes musitar un adiós. Fueron sueños que, entre idas y venidas, se enlazaron por un tiempo intentando alcanzar la gloria.

​Alcé la copa, brindando por ese amor que se perdió en la nada. Retrocedí a los años en que esperé la dicha adormecida, cuando llegaste tú, del mismo modo en que hoy has partido.

​Contemplé mis manos, vacías de futuro; más en ellas hallé la huella de aquel amor tardío.

Un amor que pasó y, de pronto, se extravió en el vacío del eterno olvido; ese que, estoy segura, partió hacia el cielo nítido, llevando consigo la esencia divina de lo vivido.

 

 

 

ESTELA GRIS

(Décima endecasilaba)

 

​En la penumbra donde el sueño habita,

tu luz navegaba al pensar en mí;

una sonrisa en tu boca presentí

mientras tu mano al abrazo me invita.

Mas la nube de gris mi alma visita,

dejando un adiós que el viento se lleva;

el brindis hoy mi soledad subleva

por el amor que en la nada se pierde,

y aunque el vacío del olvido me muerde,

tu esencia divina hacia el cielo se eleva.

 

ESTELA GRIS.

(Soneto)

​En la penumbra gris de mi desvelo,

tu imagen navegaba en mi memoria;

buscando aquel instante de la gloria,

tus brazos se extendieron hacia el cielo.

 

​Mas la nube partió con su pañuelo

dejando en mi alma una estela de historia;

brindé por el amor y su victoria,

mientras tu adiós volaba desde el suelo.

 

​Miro mis manos hoy, que están vacías,

sin un mañana fiel, sin la esperanza,

mas guardan el calor de aquellos días.

 

​Que este amor, que al olvido hoy se lanza,

lleve al cielo nítido sus alegrías

y la esencia divina en su balanza.

 

 

ESTELA GRIS.

(Octava real)

 

​Navegas en la sombra de mi sueño

cuando el pensar te alcanza en la distancia,

de tu boca un gesto, del cual soy dueño,

me ofrece tus brazos con elegancia.

Mas la nube se funde en su diseño

dejando el alma gris con su fragancia;

te vas en el olvido, y mi alma sabe

que en un nítido cielo el amor cabe.

 

  

ESTELA GRIS.

(Romance)

​Se alzaba una nube blanca

en la sombra de mi sueño,

donde tú siempre navegas

si te alcanza mi pensamiento.

Fija en mí vi tu mirada

desde el horizonte lejos,

mientras tu boca trazaba

un suave y dulce gesto.

Me ofrecías los dos brazos

sin palabras, en silencio,

pero la nube de pronto

se deshizo por el tiempo.

Dejó una estela de gris

en mi alma y en mi pecho,

y te dejé ir, amor,

con un adiós como beso.

Brindé con la copa en alto

por este amor que se ha muerto,

retrocediendo a los años

de aquel afán adormecido.

Hoy miro mis manos solas,

vacías de todo anhelo,

pero en ellas queda el rastro

de aquel amor tan de tiempo.

Sé que se ha ido al olvido,

navegando hacia el cielo,

llevando la esencia viva

de todo lo que tuvimos.

 

 

 

Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.

@copyright.

HOSANNA EN LAS ALTURAS

 



(Poesía Infantil)

 

​Un burrito va trotando

y a rebuznos va cantando:

¡ya llegó la Nochebuena,

ya llegó la Navidad!

 

​Tamales y colaciones

vamos niños a degustar,

que la noche nos traiga

mucho amor y felicidad.

 

​¡Arre, arre borriquito!

corre al mundo a anunciar

que el Niño Dios ha nacido

y al mundo viene a salvar.

 

​De premio a ti te daremos

alfalfa, granos y heno,

para que el "Hosanna" de hoy

¡lo guardes en tu cuaderno!

 

Autora : Ma. Gloria Carreón Zapata

17/12/2022.

#LiteraturaInfantil

ESENCIA DE LO VIVIDO.

 

 

 



​La nube se alzaba en la penumbra de mis sueños, donde navegabas en aquel mismo instante en que mi pensamiento te alcanzaba. Recorrí tu mirada, fija en mí desde lejos, trazando un gesto que curvaba suavemente tu boca, al tiempo que tu figura distraída me extendía los brazos sin pronunciar palabra.

​Mientras la nube se diluía, dejando una estela gris dentro de mi alma, te dejé partir; no sin antes musitar un adiós. Fueron sueños que, entre idas y venidas, se enlazaron buscando alcanzar la gloria. Alcé la copa brindando por ese amor que se perdió en la nada y retrocedí a los años en que la dicha me esperó dormida... y llegaste tú, así como hoy has partido.

​Contemplé mis manos, vacías de un mañana; más en ellas vi la huella de aquel amor tardío. Un amor que pasó y se perdió en el vacío del olvido, pero que, estoy segura, partió hacia el cielo llevando consigo la esencia divina de lo vivido.



 

 

Autora : Ma. Gloria Carreón Zapata.

@copyright.

17/12/2013

CAMPANAS DE NOCHEBUENA.

 



(Literatura Infantil)

 

​Tañeron las campanas

aquella Nochebuena,

disfrutaron la cena

con uvas y bananas.

 

​Los niñitos del barrio

llevaron serenatas,

entonando cantatas

que ensayaban a diario.

 

​Al niño que ha nacido

en humilde pesebre,

todo el mundo celebre

siéntase bendecido.

 

​Jesús lleva por nombre,

el Salvador del mundo;

Él te ama en lo profundo,

¡espero no te asombre!

 

Autora : Ma. Gloria Carreón Zapata.

@copyright.

#LiteraturaInfantil

CUANDO TE LEO.

 

 


Dueto literario

Décimas endecasílabas.

Autores:  Ma. Gloria Carreón Zapata. (México)

Antonio Escobar Mendivez. (Perú)


 

Ma. Gloria Carreón Zapata.

 

El diáfano sentimiento

voy silabeando al leerte

y aprendiendo a quererte

me arrebatas el aliento.

Inundando el pensamiento,

en mis ensueños te adentras;

mi alma solitaria encuentras,

eres mi dicha y sustento.

Admiro de ti el talento

con que a mi mente secuestras.

 

Antonio Escobar Mendivez.

 

“Con que a mí mente secuestras”

cada noche al encontrarte

con versos quiero besarte

cuando tus labios me muestras.

Con tus suspiros demuestras

un ardiente misticismo

tanto que es ahora mismo

abres el baúl del alma.

Arriba desde la palm”

cantas al romanticismo “

 

Ma. Gloria Carreón Zapata

 

Cantas al romanticismo

con tanta alegría y acierto

en crear eres experto

¡me fascina tu lirismo!

Más me gusta tu altruismo

vate que al amor escribes

y el sentimiento transcribes

nunca detengas la pluma

Que al Mundo el alma perfuma

porque su aflicción percibes.

 

Antonio Escobar Mendivez.

 

“Porque su aflicción percibes”

el mundo se manifiesta

tu alma tiene una orquesta

bendita donde tú vives.

Tu poesía la exhibes

me dejas anonadado

Sabes? Todo lo creado

lo escribo en tu corazón

como una bella canción

de un jilguero enamorado.



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martes, 16 de diciembre de 2025

AMOR DE TELENOVELA:


                                                                               



La Doble Traición.

 

​"Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz."


​La brisa acariciaba el pálido rostro de Margaret esa veraniega mañana. Mientras el sol mostraba sus primeros rayos, ella disfrutaba de su acostumbrada taza de café negro, acompañada por un largo cigarrillo que olía más a menta que a tabaco.

​Evocaba el recuerdo de Silverio, el hombre con quien había compartido seis años de un amor profundo. Él trabajaba en televisión, y aunque sus ausencias eran largas, especialmente en el departamento de edición, nunca fallaba en sus llamadas amorosas y protectoras. Margaret era su diosa; él la amaba con un orgullo que nunca antes había conocido. Ella, por su parte, había llegado a creer que sin Silverio, moriría de dolor y soledad.

 

​La Primera Decepción.

 

​Un día, todo se esfumó como la niebla del amanecer. La ruptura no se debió a la falta de atención, sino a una decepción demoledora: Margaret se había enterado, por buena fuente, de la adicción de Silverio a la marihuana. No fue la adicción en sí lo que la llevó a la ruptura, sino la traición de que él se lo hubiera ocultado durante seis años. Aunque él lo confesó y le juró que fue por miedo a perderla, Margaret tomó una decisión firme. Romper fue un infierno, el dolor la hundió en una amargura y depresión tan honda que temió no volver a enamorarse.

 

El tiempo, sin embargo, hizo su trabajo.

​La Ceguera del Nuevo Amor.

 

​Decidida a amar de nuevo, Margaret conoció a Telmo (o Javier) por internet. Era un hombre bonachón y sencillo, lo opuesto a Silverio. Margaret se enamoró profundamente de su buen carácter. "El amor es ciego," pensó, y vio en él todas las virtudes, ignorando su apariencia; para ella, Telmo era el hombre más atractivo y elegante del mundo, y así se lo hacía saber. Las horas pasaban volando, las llamadas se extendían hasta el alba, sellando un gran amor a distancia.

​A los tres meses de conocerse, Telmo propuso verse. El sueño de ambos era, por fin, verse, tocarse, abrazarse y besarse...

 

​La Indiferencia y el Presentimiento.

 

​Ocho años habían pasado en esa relación a distancia cuando Margaret, intuitiva por naturaleza, comenzó a sentirlo extraño. Su comportamiento indiferente no era normal. Telmo, quien antes solo quería su compañía, ahora parecía molesto por sus conversaciones y buscaba pretextos para mantenerse alejado. La falta de detalles y de palabras cariñosas la pusieron en alerta.

​Ella justificaba sus ausencias, atribuyendo su mal humor al cansancio laboral. Lo amaba más que a su propia vida y nunca imaginó la verdad que el destino le deparaba.

​Una tarde, Telmo, quien vivía en el extranjero, la llamó para comunicarle que viajaría a verla. Margaret le suplicó que no lo hiciera, alarmada por la violencia que imperaba en su país. Él insistió en que ya no podía retractarse, los planes estaban hechos, y colgó. Margaret le marcó varias veces, con un presentimiento helado que le anticipaba la verdad, pero él ya no respondió. Ella supo que él estaba con alguien más.

 

​La Puñalada Final.

 

​Poco después, recibió una llamada de su amiga Toni, a quien había pedido que disuadiera a Telmo de viajar.

​—Toni, Telmo me llamó. ¡Viene a verme! Por favor, hazlo desistir, quedamos en diciembre y esta decisión es muy inesperada —dijo Margaret, sin saber lo cerca que estaba de la verdad.

​—Margaret, cálmate. Sí, va a viajar a México, pero no viene a verte a ti —respondió Toni con voz acongojada—. Él conoció a otra mujer por internet y va a encontrarse con ella. Llevan tiempo tratándose por cámara, y él ya la ha presentado muy orgulloso a varias personas del pueblo.

​La sonrisa dulce y la alegría infantil desaparecieron instantáneamente de Margaret. El dolor de la traición la golpeó como si le desgarraran las entrañas a jirones. Algo dentro de ella moría para siempre. La rabia, sin embargo, era un ancla que la mantenía a flote.

​Ahora comprendía la indiferencia. Él había dejado de amarla y buscaba en otra lo que ella, pensaba, le había entregado todo sin reservas.

​En su mente resonaron los versos del poeta Ismael Enrique Arciniegas:

 

​«¡Siempre!» decimos, y es la voz sincera;

Juramos: «¡Siempre!» y el jurar no es vano;

Y no es que el corazón cumplir no quiera

Es porque el corazón es barro humano.

El corazón ser fiel siempre ambiciona,

Mas sin quererlo, siempre nos traiciona.

 

​Aun así, Margaret, en su inmenso amor, intentaba justificarlo. Comprendía que él se enamorara de otra, pero no la traición. Ella le había pedido infinidad de veces que, el día que dejara de amarla, se lo dijera.

​Cuatro días después de la revelación, recibió otra llamada de Telmo: la esperaba en la central de autobuses de su ciudad. Indecisa, pensó: "Viene de conocer a esa mujer, algo no le salió bien, y ahora quiere verme".

​Aunque lo amaba con todas sus fuerzas, Margaret tomó una decisión inquebrantable. Nunca le perdonaría el mal proceder. No iría a recibirlo.


 

 

(Continuará)

Autora : Ma. Gloria Carreón Zapata.

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AÑORANZAS

 





​El tiempo se arrastra, lento, mientras la noche se obstina en convocar tu nombre. Cada ulular del viento parece un intento desesperado por dispersar las últimas cenizas de tu recuerdo. Pero es inútil, al llegar el estío, apareces disfrazado de una melancolía inevitable.

​Amanece y el mundo me maquilla con la dicha, aunque en el recóndito de mi alma, la pena se instala, muda y cómoda, simulando una calma que no existe.

​El silencio, lejos de ser vacío, gime filántropo, resonando en la vasta llanura del olvido. Despierta un pensamiento generoso que preña el día de añoranza. Intento postergar, sin éxito, la imagen de aquel mágico momento, el juramento que coronó la dicha, aquel tiempo en que la luna solo brilló para nosotros.

​Fue entonces cuando el hastío estranguló al más bello y puro de los sentimientos.

​¿En qué instante se nos escapó la alegría de las manos? Aquella que cantaba eufórica, ávida de tus caricias y tus besos. Hoy, la promesa de nuestro amor, reducida a escombros, libera un último sollozo, demandando con angustia tu presencia.



 

 

 

Autora : Ma Gloria Carreón Zapata.

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lunes, 15 de diciembre de 2025

TAMBIÉN YO, COMO TÚ

 


 



(Prosa Poética)




​Un día, sí, como tú, amé y fui amada.

A su lado conocí la felicidad sin velos. Mi sonrisa se hizo luz para su corazón; nos amamos como locos desquiciados, soñando con una eternidad insuficiente. Fui, en sus manos, un pétalo frágil y seguro.

Yo, como tú, entregué mi corazón sin reservas.

​Llegué, al igual que tú, a rozar el cielo

con la yema de los dedos.

Dancé sublimes melodías sobre nubes de algodón, al ritmo de "Venecia sin ti" y "Nuestro Amor será un Himno", acunada en los brazos de mi gran amor.

​Aquel lucero de la noche también nos iluminó. Canté de amores, él fue el muso de mis poesías y yo, su musa y la poeta de su red. Éramos los dos poetas que antaño le cantaron al amor, sellando en un juramento nuestra gran pasión.

​Testigo de aquel cariño son todos nuestros poemas.

Después, sin avisar, el amor se marchó,

dejando el alma desierta. Solo unos versos y un adiós quedaron flotando en el aire.

​Comprendí luego que la naturaleza del amor es esa: llega, anida y después se va. El nuestro se marchó, sí, dejando una herida profunda, pero hoy solo me queda la dulzura de recordar ese gran amor que un día me supo amar.

​Nunca me arrepentiré de haberle amado. Si volviera a nacer, nuevamente, sin dudar, mi vida entera le entregaría.

 

 

 

Autora: Ma Gloria Carreón Zapata

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16/12/2023

FLECHA Y LA HABILIDAD SILENCIOSA.

 




 

El reno que aprendió que el verdadero valor no siempre brilla, sino que a veces solo susurra:

​En los establos del Polo Norte, vivía un reno llamado Flecha. Era pequeño, y lo más importante: Flecha no sabía volar. Solo lograba un pequeño salto que terminaba con un plop suave en la nieve.

​Mientras sus primos volaban con gracia, Flecha tenía una habilidad extraña que nadie valoraba: un oído increíblemente fino. Podía escuchar el sonido de un copo de nieve cayendo o el tictac de un reloj dentro de la casa de Santa.

​El día antes de Nochebuena, la tragedia golpeó: Rodolfo, el líder, amaneció resfriado. Su nariz, el Termómetro de la Alegría de Santa, estaba apagada.

​"Sin su brillo, no sabremos si el camino que elegimos es el más alegre, ni a qué corazones dirigirnos," se lamentó Santa Claus.

​Flecha, sintiendo la urgencia, dio un paso adelante. "Santa," susurró. "Yo no puedo volar alto, pero tengo un oído muy especial. Puedo escuchar la Alegría, la verdadera. Si me pones al frente, puedo guiarte hacia donde la Alegría sea más fuerte."

​Los otros renos se rieron, pero Santa, desesperado, aceptó. "De acuerdo, Flecha. Te pondré en la posición de Rodolfo. Serás el Oído de la Alegría."


La Segunda Parada: El Murmullo del Hospital.


​El trineo despegó. Trueno quería ir a la casa más brillante, pero Flecha cerró los ojos y usó su oído. Escuchó el sonido de la casa con luces: un murmullo de descontento.

​Flecha movió sus orejas hacia un pequeño y oscuro apartamento. Escuchó una risita suave y el crujir de un viejo libro de cuentos. "¡Ahí es donde el Oído de la Alegría es más fuerte!" exclamó. Santa encontró allí a una madre y un niño acurrucados, riendo juntos: la alegría de la compañía.

​"Tu oído es mejor que cualquier nariz brillante," reconoció Santa.

​La segunda parada fue un gran hospital infantil. El ambiente estaba lleno del Sonido de la Preocupación.

​Pero Flecha escuchó más profundo: el Murmullo de la Resistencia. Guio el trineo a la habitación 301. Vieron a una niña llorando, pero intentando cantar una melodía navideña.

​"Canto para que mi osito no olvide que es Navidad," explicó la niña. "Si canto, siempre hay un poquito de esperanza."

​Santa dejó un regalo, y al salir, Flecha notó que el canto bajo de la niña había contagiado la habitación de al lado. "¡La esperanza está regresando, Santa!" El oído sensible de Flecha escuchaba cómo la fe se hacía más fuerte.


El Último Desafío: El Resplandor de la Compasión.


​La última parada era el pequeño pueblo de Cima Helada, a punto de ser golpeado por una tormenta de nieve.

​Flecha escuchó un sonido áspero, como el de una pala raspando el hielo: el ruido de la caridad. Guio a Santa a la casa de un joven granjero. Vieron al granjero, en lugar de preparar su propia casa, envolviendo una canasta de comida y leña para su anciana vecina.

​"La Navidad es ayudar, ¿no es así?" dijo el granjero.

​En el momento en que el granjero puso el último paquete, el corazón de Flecha se inundó con el sonido de la Compasión Pura. El sonido fue tan poderoso que no solo se escuchó, sino que también brilló.

​Del oído de Flecha salió un suave resplandor verde esmeralda que bañó el trineo. Era el color de la bondad, y era tan puro que iluminó el camino a través de la tormenta.

​Flecha, el pequeño reno que no sabía volar, se había convertido en el Faro de la Bondad de Santa.


​ El Regalo del Oído


​Cuando regresaron al Polo Norte, Santa lo puso al frente. "La luz de Rodolfo nos muestra dónde hay alegría," dijo Santa. "Pero tu oído nos muestra dónde la alegría es necesaria, donde la fe se resiste y donde la compasión florece en la oscuridad."

​Flecha no aprendió a volar alto esa noche, pero aprendió una verdad más importante: su habilidad silenciosa era la más poderosa de todas.

​Y así fue como Flecha se ganó el puesto de Guía de la Compasión de Santa Claus, llevando con orgullo el resplandor verde esmeralda detrás de sus orejas, guiando el trineo, no por la luz de la alegría, sino por el sonido del corazón.





Autora : Ma. Gloria Carreón Zapata.

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Imagen de Google.

​FIN

ÓSCAR, EL MAGO DE LA NAVIDAD.

  (Literatura Infantil -Juvenil)     ​Esa nevada tarde invernal, la pequeña Enora, de seis años e hija única, esperaba ansiosa. Era ...