Me miraste sin timidez, de frente te observé y nos gustamos.
Paladeamos la sensación de nuestro singular encuentro. En ese instante nuestras
ávidas almas se fundieron formando un vínculo indisoluble y para siempre fue
nuestra unión. Y al Eterno no me canso de dar gracias.
Aquella tarde en que el veranillo se paseaba por los anchos
jardines de aquel lucido vergel perfumando nuestras apasionadas almas. En lo
que tus ojos mexicanos se paseaban orgullosos por mi rostro en lo soberbio, y
su esplendor me bañaba de alborozo sin sospechar que a la vuelta de la esquina
el otoño acechaba coronando nuestros abriles que sin ser apuntaban al ocre
invierno que sobre una golondrina se paseaba y de pronto cubrió nuestras
cabezas con el níveo color de la pureza.
Recuerdo mi bien que me acogiste entre tus manos y al sentir
tus labios pegados a los míos deguste la exquisita miel de tus besuqueos,
ósculos azucarados que melodiosos hacían un chasqueo a la par. Y su sabor
dulzón como la miel salida directamente del panal, donde la madre abeja
depositó en él su cándida pasión que reservó para nuestro gran encuentro.
Y desde entonces mi boca pronuncia los te amos que habían
quedado suspendidos de mis labios para ahora decirte amor que el otoño me ha enseñado nuevas formas de
querer. Hoy te amo en lo glorioso y te traigo a flor de tiempo en el estío que
me recuerda tu sonrisa angelical, aquella de la cual quedé prendada.
Te amo en el verano cuando con una sola mirada fuiste
desnudando mi alma poco a poco, incluso, penetraste hasta el fondo de mi
corazón donde habitas para siempre. Y en
ese otoño en que el amor es un cúmulo florecimiento, donde se ama con estilo,
con sensatez, con un amor entregado limpio y puro a la vez, e inclusive, a
veces amamos sin cadenas que nos atan, amor en libertad, que busca ascender al
mismo cielo y paladear de lo sublime. Y por último el invierno, donde los dos
acurrucados en nuestro tibio lecho, continuamos soñando con seguirnos amando
allá, más allá, donde el amor inverna; mucho más allá de la misma eternidad.
Pero...-Tú y yo olvidamos amor, "que la golondrina no
anida en primavera".
Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.
Imagen tomada de Google.
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