domingo, 17 de marzo de 2024

UMBRAL MALIGNO




 

 

Era el cumpleaños de quien creía era su mejor amiga en ese tiempo, Isabella. Solo de pensar que estaba comprometida a cumplir con la visita se le ponían los pelos de punta. No comprendía por qué cuando visitaba esa casa sentía una especie de rechazo, pues se respiraba un ambiente hostil y amenazador que la hacían estremecer. Le parecía una grosería de su parte no estar presente en su aniversario, pensaba Tania.

La tarde de la celebración en contra de su ineludible sentir se puso su vestido color verde pistache de terciopelo que tanto le gustaba. Era el mes de otoño y ya se sentía fresco al caer la tarde. Su amiga Diana alegre, intrépida y sagaz, todo lo contrario, a Tania, la animó para que asistieran al festejo, prometiéndole pasar por ella. Tan solo de imaginar llegar sola, le causaba pánico.

De pronto escuchó un claxon, y en seguida el sonido insistente de su celular. Sin responder se dirigió a la salida de la casa, no quería hacer esperar a la amiga.

Al entrar al coche, Dania con afable sonrisa, se le quedó mirando fijamente a los ojos.

--Sé lo que te pasa, --pero, ¿no podrías disimular un poco?

--Es su cumpleaños y te confieso que me sucede lo mismo--  

--¿Acaso crees que voy feliz? --

--No te lo quise comentar nunca por no alarmarte, pero me sucede lo mismo que a ti.  Además, me he dado cuenta de la forma en que Isabella nos mira, esa mirada inexpresiva y fría que tiene, refleja mucho odio y envidia hacia nosotras. Más bien hacia la vida—Concluyó Diana.

--Mira, respondió Tania. No sé qué nos envidia, ella económicamente vive mejor que nosotras, pero, no te expreses así de Isabella, sé que tiene su carácter, más sin embargo en el fondo nos quiere. Somos sus únicas amigas.

-- Desde luego, en el fondo, muy en el fondo, además, ¿cómo no habríamos de serlo?, si todas huyen de ella, tal vez por eso nos tolera --, respondió Dania.

Tania guardó silencio, no quería seguir discutiendo con la amiga, aunque muy dentro de ella le daba la razón. Isabella tenía un comportamiento muy extraño con ambas, a veces.

Al fin llegaron a la casa de Isabella, Diana abrió la cajuela para sacar los detallitos que habían comprado para la festejada. Al entrar al recibidor, Tania sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo.

Ese peculiar olor a moho y podredumbre que tenía la casa, le causaba nauseas. Aparte de que  detestaba los lugares cerrados. Se respiraba a muerte. Y aunque aún no era invierno se sentía un frío terrible que le helaba hasta la sangre. Aunque la casa de su amiga estaba decorada elegantemente con muebles antiguos y carísimos estilo barroco, que habían adquirido en Texas, eso no le quitaba lo tétrico. Dania y Tania se preguntaban algunas veces de dónde sacaban Isabella y el marido el dinero para adquirir unos muebles tan caros. Él era profesionista, pero no ganaba lo suficiente para darse ese estilo de vida.

 Al entrar a la antesala estaba una gran consola de espejo barroco forrada con chapa de oro y con tapa de mármol. A los lados del sillón había dos elegantes lámparas que hacían juego con los candiles de cristal cortado que colgaban del techo, de pronto, algo que asomaba por debajo del sillón llamó la atención de Tania, y, al encaminarse hacia el mismo, sintió una mano apretar suavemente el brazo derecho que la detuvo. Se trataba de Isabella quien la miraba fría y calculadoramente con una sonrisa irónica y triunfal, a la vez.

--¡Bienvenidas, amigas queridas! —Dijo.

 Y en voz baja para que Dania no escuchara, se acercó a Tania y le dio un beso en la mejilla, susurrándole al oído.

 -- Luego te cuento --

Después pasaron al gran salón en donde se encontraban los demás invitados, más que todo la familia del esposo de Isabella. Al atravesar el lúgubre y largo corredor pintado de color verde pino, donde al final se divisaba un tenebroso espejo antiguo color oro, testigo fiel y silencioso que guardaba el misterio de esa casa.

 Luego de convivir un rato Tania sintió que un gran sopor la envolvía, seguido de un mareo, Diana se aproximó rápidamente para preguntarle que sucedía.

--Sácame de aquí amiga.  No me siento bien—

 Isabela que no dejaba de observarlas desde donde estaba, se aceró a ellas para preguntarles que sucedía.

Momento que Tania aprovechaba para despedirse.

--No he dormido bien en varios días por hacer la tarea de mi último semestre, es por eso que no me he sentido bien—

Vamos, dijo Dania, paso, te dejo y me voy a casa, es tarde ya y ante lo que estamos viviendo en la ciudad tengo temor de regresar tan tarde.

¡No!, respondió Isabella, -- ¡de ninguna manera!, --quédate por favor otro rato Dania, yo voy y dejo a Tania a su casa--

--Tiene razón Isabella, quédate a acompañarla, y discúlpenme, pero no me pasa nada, saben que no estoy acostumbrada a salir de casa y será por eso que me sentido así—Dijo, excusándose.

Se puso de pie seguida por Isabela, para luego encaminarse a la salida de la casa, no sin antes despedirse de los demás invitados. Tania la guio hasta el sillón para mostrarle lo que le había llamado la atención a su llegada. Dania quedó aterrorizada ante lo que Isabela le mostraba.

--¿Sabes lo qué es esto amiga?

Preguntó Isabella con sarcástica sonrisa y la mirada endemoniada fija en ella.

Tania solo respondió negando con la cabeza.

--Bien, te lo diré, tiene años que hacemos este ritual--

--Es una maceta donde el cráneo humano es regado con sangre. Es para protección de mi familia. Pertenecemos a una secta donde nuestro dios es belcebú y a él es dedicado este ritual—

 Por un rato Isabella se le quedó mirando fijamente a los ojos sin dejar de sonreír, como poseída por algo maléfico. Tania percibió en ese momento una sensación de frío que invadió por completo su cuerpo, sintiendo la mordaz mirada como una amenaza. Ahora comprendía el porqué de su rechazo y pánico por su amiga y esa maléfica casa.


 

Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.

© (Copyright)

Imagen tomada de Google.

 

NUEVAS ROSAS.

 





 

No tiene caso, ya no tiene caso

luchar por lo que nunca se ha tenido

por lo que el tiempo dejó en el olvido

pintó de gris el luminoso ocaso.

Hoy lo gritan las letras del parnaso

Hacen mención de una triste vereda

de un vestigio olvidado en la arboleda

donde el canto de las aves lamentan

Ese ayer perdido al viento le cuentan

que huellas no quedaron bajo la greda.

 

Que huellas no quedaron bajo la greda

solo un puñal que señala al culpable

indigno del amor, cruel insaciable

quien mancilló un dulce sueño de seda.

Arrastrándolo en suelta polvareda

hoy brotan ya nuevas fragantes rosas

derriban del alma pesadas losas

enterrando un artrítico pasado.

Que por las aves chuelas fue velado

y hoy me han brindado cantigas hermosas.

 

Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.

© (Copyright)

 

 

lunes, 11 de marzo de 2024

ASI ES NUESTRO AMOR.

 

                                                                           




 

Perpetuo es el inmenso firmamento

como inmortal es la greda que pisas

así mismo la lluvia con sus brisas

inagotable amor que por ti siento.

Para el espíritu es un dulce ungüento

aunque mi mente se niega a aceptarlo

más el corazón se empeñe en negarlo

y el sentimiento revista de olvido.

 Atrapados nos tiene ya cupido

y es imposible del alma sacarlo.

 

Y es imposible del alma sacarlo

cuando diariamente lo ulula el viento

notifica a las aves lo que siento

 en trinos acostumbran informarlo.

 El cenzontle en su gorjeo versarlo

Porque este puro amor, inmarcesible

ha superado todo lo indecible

así mismo al de Romeo y Julieta.

Bendecido también por el profeta

inmortal es nuestro amor, ¡Increíble!

 

 


viernes, 8 de marzo de 2024

TRACIO

 



 

 

Se sentía repudiado, porque escuchaba decir a los humanos cuando se cruzaban con él:

-¡Qué horrible!... ¡asqueroso!

Y es que, él, sí era diferente a todos. Sus ojos saltones y vivos se asemejaban a los de un sapo, era color verde y tenía ralas escamas en su cuerpo de anfibio, pero tenía una extraña joroba como viviente que lo hacía ver más pequeño, como encorvado. Sus dientes eran filosos y grandes, daba la impresión de sonreír todo el tiempo. Pero por dentro, no era muy diferente a todos. Lo único que lo diferenciaba de fondo era que, a él, sí que le dolía en verdad mirar el sufrimiento de los niños. Su cuidador quien más bien parecía su dueño, le decía que los humanos eran malvados, que por dinero abandonaban a sus hijos en manos de cualquier extraño. Por eso él, padecía como el mismo Carlitos sufría el abandono de sus padres millonarios debido a los negocios que tenían; así que, si su nuevo amigo corría con suerte, veía a sus padres un par de veces a la semana y por un rato nada más y no de tan buena calidad porque, aparte, por andar en sus arrumacos subidos de tono parecían no percatarse de que estaba ahí el pequeño de seis años apenas.

-¡Tú, eres mi único amigo!...-, le repetía Carlitos a cada rato, y agregó esa tarde:

-¡Eres el único que me sabe comprender… sé que no hablas, pero que sí entiendes todo lo que te digo!

Tracio, se quedó mirándolo por largo rato, dándose cuenta que en este Mundo no era el único que sufría rechazo, aunque, sobre todo, se sentía útil haciéndole compañía a su amigo Carlitos, y por lo mismo también estaba feliz con él.

Llegado el día de la séptima órbita al Sol del hijo solitario, sus padres andaban de viaje y al parecer ni se acordaron pues ni una llamada recibió desde Atenas, adonde andaban para esas fechas. Entristeció tanto que sin pensar en lo que hacía, le dijo a Tracio:

-¡Quiero irme de casa!

Los ojos saltones como de sapo lo observaron un rato y, ese amigo de hace dos meses apenas, con su diestra de tres dedos nada más al igual que sus demás extremidades, tomó la mano izquierda de Carlitos y lo guió hasta la montaña cercana, de donde llegó. Su memoria de lagarto sólo recordaba la cueva de donde salió sin saber quiénes eran sus progenitores ni tampoco ningún antecedente de nada. Solamente tenía preciso que, él, haría lo que fuera por su amigo cumpleañero. Y, si el pequeño jorobado color verdoso no sabía cómo se desarrollaría, Carlitos mucho menos, así que lo siguió emocionado y soñando embarcarse con Tracio, como él mismo lo nombrara, en un viaje por altamar para ser un temible pirata.

De esa forma se internaron en el bosque que precedía a la imponente montaña, adonde casi en las faldas pronto llegaron a una cueva oculta detrás de una cortina de agua la cual tenía cierta dificultad evadir para poder entrar a la caverna. Al rato de haber llegado y como si ese lugar tuviese alguna energía definitoria con los sucesos que sorprendieron a ambos, instintivamente, Tracio se colgó de sus extremidades inferiores agarrado con sus tres dedos como ventosas de una saliente rocosa y, como en cámara rápida, se convirtió con su propia saliva en un capullo. Por su lado Carlitos, se sintió obligado a permanecer con él cuidándolo mientras estuviese indefenso; por otra parte, leía mucho y sabía cómo mantenerse vivo comiendo determinado tipo de frutos, hongos y raíces. Dos semanas más tarde, sus padres regresaron justo el día cuando Tracio mostró el resultado de su metamorfosis; creció mucho y su boca era aún más grande también.

A la otra mañana no muy lejos de ahí, en casa de Carlitos, su padre de nombre Eugenio, extrañado, le preguntó a su amada esposa:

-¿Y Carlitos?... ¿lo has visto?

Alzando un poco los hombros y con expresión de extrañeza también, Gabriela respondió:

-No… para nada… desde que llegamos ayer por la tarde.

Y, así, pasó la noche hasta el amanecer siguiente cuando salieron a montar caballo, y frente a ellos apareció de entre la bruma Tracio, viniendo de la montaña. Esta vez, les causó más asombro y terror que cuando anduvo hacía poco por el poblado buscando básicamente ser aceptado; sólo que hoy, más grande y bocón tenía el frente como las grandes víboras cuando recién se han comido un becerro entero, pero ahora la figura era de un niño como pidiendo auxilio con sus brazos extendidos y sus manos abiertas. Algo iba a decir Gabriela, cuando Tracio habló. Sí, habló luego de eructar, diciendo con voz grave y como de eructo:

-¡Qué rico estaba Carlitos!

Gabriela rió, y exclamó en seguida:

-Eso te iba a decir… que la figura me lo recordaba.

-¡Ja, ja, ja!...-, rieron ambos y Eugenio dijo entre risas:

-¡Igual me lo pareció!

Se abrazaron, se besaron largamente, se subió cada cual a su caballo y se marcharon alegres al paso, seguidos por Tracio; sintiéndose éste útil por haber liberado a su amigo de esos padres, aunque al mismo tiempo por haberlos hecho reír tanto. Sin imaginar ni saber ninguno de los tres, que la pareja seguiría el mismo destino de Carlitos.



 

Autoría: Ma Gloria Carreón Zapata.

© (Copyright)

Imagen tomada de Google.

DÉCIMAS PARA WALDINA.

 





(Décimas endecasílabas)

(Feliz Cumpleaños hija)


El cielo me brindó una hermosa flor

de mi elegante jardín, más hermosa

blanca, delicada, afable, amorosa

regada con atenciones y amor.

De ella el ser Supremo, su gran autor

misericordioso, llamó mujer

destellante luz del amanecer

la vida le regala una cantata.

En dulce y armoniosa serenata

lo cual me hace sentir muy orgullosa

 

Lo cual me hace sentir muy orgullosa

haciendo alarde de sus primaveras

que danzan sobre el tiempo, son quimeras

que bello panorama, ahí reposa.

El buen lucero que a su lado posa

la cobija con chalina de Luna

quien arrulla sus sueños, ¡que fortuna!

Waldina lleva por nombre esta flor.

Es el nombre de mi madre, ¡que honor!

quien también la arrulló desde su cuna.


08/03/2024

 

 

 

 

 

 

 





jueves, 7 de marzo de 2024

MUJER

 






 

Te nombró mujer, bienaventurada

sabia, amorosa, prudente, sensible

a ti, fémina que eres increíble

para vida y amor fuiste creada.

Nuestro Dios, te tiene en alto situada

eres madre, esposa, hermana, hija, abuela

con sabiduría y amor consuelas

Él, te compara con piedras preciosas.

Rodeada de tus hijos gozas

porque sus anhelos fielmente velas.

 

Porque sus anhelos fielmente velas.

grande es tu valor, fuente de bondad

 tu rostro lleva marcada bondad

y ante el redentor por ellos apelas.

A Él, tu gran preocupación revelas.

aunque muchas veces te desatienden

 Ignoran que con la omisión ofenden

y mitigas callada tu dolor.

Enalteciendo con ello el valor

con la ilusión de que sus errores enmienden.

 

Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.

© (Copyright)

País: México.

07/03/2024.

 


A MA. GLORIA.

 





 

Autor: Dr. H.C. Delfino Perea. Miembro Fundador de la Academia Nacional e Internacional de Poesía de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística de CDMX.

 

La dulce inspiración,

cinceló tu alma,

grabó la rima,

de sutiles versos.

 

Tu hermoso estilo,

canto de poesía,

pincel de algarabía,

sonidos de poeta.

 

Tu grata sensibilidad,

superior a las ninfas,

escribió bellos sonetos,

y décimas de amor.

 

Tu exquisita belleza,

señorial, de princesa,

tu imagen grabó,

en hálito de ensueño.

 

De la pluma y el papel,

tu ilusión y tu sueño,

son ingenio y talento,

que emocionan al lector.

 

Así ha sido tu letra,

intelectual escritora,

rima, medida y cadencia,

de calidez y ternura.

 

Tener los expresivos dones,

de tu belleza y el arte,

es difícil y extraño,

ver juntas las dos virtudes.

 

Así se plasma tu letra,

fascinación de embeleso,

sueños de luna llena,

carísima elocuencia de amor.

Análisis de la Prosa Poética, MUJER", por el escritor Fco. Javier Dávila de León.

 

Fco Javier Davila.

Siempre es grato admira el lienzo que forman su magistral pluma, la pulcritud de las metáforas

Y la musicalidad en uso del lenguaje poético

Muy agradecido.

Reseña: Poesía

Autora Ma Ma Gloria Carreón Zapata

Título: Mujer





Por: Fco. Javier Dávila de León.

 

Tienes toda la razón, Javier. Me disculpo por no mencionar el lenguaje poético utilizado en el poema "Mujer" de Ma Gloria Carreón Zapata. La autora utiliza palabras cuidadosamente seleccionadas y evocadoras para transmitir la belleza y el poder de la mujer. A través de metáforas y descripciones poéticas, logra crear imágenes vívidas y cautivadoras que resaltan la feminidad en todo su esplendor.

Desde la risueña aurora hasta la delicada flor encantada, cada palabra elegida por la autora contribuye a la atmósfera poética del poema. La forma en que describe el andar de la mujer como una exquisita danza musical y su comparación con una palmera en la orilla de un piélago tempestuoso, demuestra la habilidad de la autora para utilizar metáforas poderosas y evocadoras.

Además, la autora utiliza palabras como "fragante", "preñada de amor" y "tibio regazo" para despertar los sentidos y crear una experiencia sensorial en el lector. Estas elecciones de palabras contribuyen a la riqueza poética del poema y añaden una capa adicional de belleza y profundidad a la descripción de la mujer.

En resumen, el lenguaje poético utilizado en el poema "Mujer" de Ma Gloria Carreón Zapata es cautivador y evocador. La autora selecciona cuidadosamente cada palabra para transmitir la esencia y la belleza de la feminidad.

Este uso del lenguaje poético añade una dimensión adicional al poema, permitiendo que el lector se sumerja en la experiencia lírica y aprecie la sutileza y la profundidad de las palabras elegidas.



F. J. D. L

martes, 5 de marzo de 2024

AMOR SIN LÍMITE.

 





 

Conoció a Agraviado Martínez por medio de las redes sociales. Él, era un infatigable defensor de la justicia, declarado obradorista desde finales de los años ochentas. Florencia le admiraba por ser un hombre de alto valor. Ella, por ese medio compartía su poesía, y desde luego Agraviado era su fiel lector. Se hicieron grandes amigos. Él la invitaba a participar en todos los grupos de política en que él colaboraba. Ella feliz lo seguía.

No era que a ella le gustara participar en la política, más bien lo hacía para quedar bien y estar cerca de su amigo. Florencia pensaba que era mucho estrés. La encorajinaba leer los comentarios que hacía la parte contraria utilizando un lenguaje tan basto cuando se trataba de debatir, siendo nuestro idioma tan amplio y profuso. Un día ella entablaba una conversación por chat con su amiga Rosario, hablaban sobre Rafael Sebastián Guillén Vicente, mejor conocido como el subcomandante Marcos. Se puso el alias de “Marcos”, porque era el nombre de un compañero ya fallecido del propio Comandante Rafael Sebastián.  

Florencia le comentaba que ella lo admiraba por su lucha a favor de la democracia, libertad, paz, y justicia, a beneficio de las comunidades indígenas, y por ser uno de los líderes del grupo armado indigenista mexicano EZLN  (Ejército Zapatista de Liberación Nacional),  y sobretodo porque se distinguía por sus habilidades literarias e intelectuales. Había leído la carta que el comandante, “Marcos”, le había escrito al General Don Emiliano Zapata donde le decía:

“Aquí estamos mi General, aquí seguimos. Aquí estamos porque estos gobiernos siguen sin memoria para los indígenas y porque los ricos hacendados, con otros nombres, siguen despojando de su tierra a los campesinos. Como cuando usted llamó a luchar por la tierra y la libertad, hoy las tierras mexicanas se entregan a los ricos extranjeros. Como entonces pasó, ahora los gobiernos hacen leyes para legitimar el robo de tierras. Como entonces, los que se niegan a aceptar las injusticias son perseguidos, encarcelados, muertos. Pero como entonces, mi General, hay hombres y mujeres cabales que no se están callados y se luchan para no dejarse, se organizan para exigir tierra y libertad. Por eso le escribo a usted Don Emiliano, para que sepa usted que aquí estamos, aquí seguimos”.

Florencia consideraba que un hombre que lucha en contra de las injusticias defendiendo los derechos de su gente no podía ser una persona de malos sentimientos. Y eso hacía que ella admirara más a su amigo Agraviado y al Subcomandante “Marcos”, por esa gran empatía a favor del pueblo mexicano.

Una tarde en que coincidieron en Facebook Agraviado saludó a Florencia.

--¡Hola amiga!, quisiera presentarte a un amigo…--, le escribió.

- ¿A un amigo?... pero yo no necesito amigos… ya cuento con tu amistad, ¿para qué quiero más amigos?...--, respondió algo confundida y molesta.

Agraviado sabía de la admiración de su amiga por el Subcomandante Marcos.

--¿Y si me quiere presentar al Subcomandante “Marcos”?...--, pensó ilusionada, y respondió al fin:

--¡De acuerdo!

Él, le mostró una fotografía enviándosela por el chat.

Se trataba de un caballero mayor que ella, más o menos de unos cincuenta años. Con buena presencia y gentil figura, de rostro tranquilo y plácido. Lo que más le llamó la atención fue su afable sonrisa, la cual alcanzaba a distinguir en la fotografía. El hombre participaba en una manifestación afuera de la embajada de U.S.A, sosteniendo con firmeza una pancarta, que decía:

“Pedir ayuda a E.U con el narcotráfico, es como amarrar al perro con longaniza”.

¡BASTA YA DE ESTA GUERRA INGENUA!

Florencia se quedó mirando la fotografía detenidamente por un buen rato. Sintiendo que el corazón le quería explotar. Ese hombre que sin conocer había logrado arrancarle un suspiro.

En eso volvió a saltar el chat.

--¿Estas?

--¿Viste a mi amigo?... ¿creo que no está bien de la cabeza, verdad?

Las palabras de Agraviado hicieron mella en sus sentimientos.

--¡Cállate, necio!... ¡no sabes lo que dices!...--, y continuó:

--¡Me gustan los hombres valientes dispuestos a librar cualquier batalla… detesto a los pusilánimes sin valor ni espíritu para afrontar situaciones peligrosas o arriesgadas!

Y solo alcanzó a leer unas palabras que Agraviado le escribió en el chat para luego desaparecer.

--¡Ja,ja,ja!... espera, ahora regreso… quiero hablar muy seriamente contig…--, dejó escrito Agraviado.

Dentro de un rato volvió a saltar el chat.

--Ya regresé… ¿estás?

Ahí estaba ella y escribió:

--¡Si hombre, te espero!... ¿acaso me presentarás al comandante “Marcos”?... ¿lo conoces? --, preguntó inquieta finalmente.

--¿Cómo crees Florencia?... a quien te quiero presentar es a mi amigo, al de la fotografía… pero antes quiero confesarte algo.

Y siguió escribiendo.

--Yo no me llamo Agraviado… por razones personales tuve que abrir este perfil, pero es falso…--, aseveró el amigo.

---¡Mmm!... ya me lo imaginaba… la verdad ese nombre está muy feo, no me gusta, pero… entonces… ¿quién eres y de que planeta vienes?...--, interrogó ella.

--Ya en serio amiga, mi nombre verdadero es…--, y por unos minutos dejó de escribir.

Florencia puso los codos en el escritorio recargando las manos sobre su rostro esperando ansiosa la respuesta de su amigo, el supuesto Agraviado.

Y pensó:

--Este amigo creo está peleado con la vida, por eso eligió ese desagradable nombre… ¡ja,ja,ja!...--, no paraba de reír, le causaba gracia que Agraviado le hubiera tomado el pelo. Llevaban ya un año de amistad y ahora se le ocurría amargarle la tarde.

De pronto, saltó nuevamente el chat.

--Florencia…--, escribió Agraviado.

--Mi verdadero nombre es Rodrigo Montesinos

Nuevamente ella estalló en carcajadas a la vez que escribió.

--Ya no sé cuál de los dos nombres está mejor, si Agraviado o Rodrigo.

--¡Ja,ja,ja!... ¡bueno… ya en serio, cuéntame!... ¿a qué te dedicas en la vida real, aparte de “leguleyo”?

-- Soy una figura pública… ¿ves?...--, escribió.

En eso algo que apareció en la parte de arriba del ordenador llamó la atención de Florencia.

Rodrigo Montesinos, acababa de enviarle solicitud de amistad, la cual ella aceptó de inmediato. Y en ese mismo momento Rodrigo le envió mensaje por messenger.

--Me sacas de quicio agraviado--, le escribió ella.

 De aquel lado de la pantalla leyó.

--¿Quieres ser mi novia cibernética?... preguntó Rodrigo.

--¡No!... ¡no quiero ser tu novia cibernética… quiero ser tu novia real…--, respondió del otro lado de la pantalla Florencia.

Ella, tenía la esperanza de que fuera en realidad el Sub Comandante “Marcos”; y desde entonces, Rodrigo y Florencia se profesan un amor sin límite, un amor que va más allá de esta vida. Sin embargo, ella sigue pensando que Rodrigo es el gran amor de su vida, el hombre de sus sueños, Rafael Sebastián Guillén Vicente, mejor conocido como el Subcomandante “Marcos”.

 

 

 

Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.

© (Copyright)

Imagen tomada de Google.

domingo, 3 de marzo de 2024

CORAZÓN DE MUJER.

 

 

(Décima endecasílaba)



¿Interrogas si te amo vida mía?

respondo presurosa a tu pregunta

y ese latir del corazón se junta

cuando morí al saber que te perdía.

Fue muy grande el valor de mi osadía

cuando al partir nunca reflexioné

que te amaba, siquiera sospeché

y derribé nuestros sueños construidos.

Fui a buscar de la vida nuevos bríos

solo espinas y cardos enhebré.

 

Solo espinas y cardos enhebré

en absoluta y triste soledad

 creí encontrar plena felicidad

y en secreto mis dudas destrabé.

Tu apelativo en mi boca enjaulé

en mi memoria como aves aleteaban

sueños de gloria en el azur se alzaban

y te nombraba el mismo firmamento

¡Necia, ingenua!, deambulé sin aliento.

hoy resucito a edificar mi historia.

 

Hoy resucito a edificar mi historia

soy mujer que ha vivido las torturas

del apego y volcánicas rupturas

cuando ha cantado en mi vida la euforia.

Conozco también del mundo la escoria

y sigo avante como fiel guerrera

que, con fe, toda derrota supera

cobijada con tu sincero amor

mi querido y honorable señor

¡Te amo!, segura voy tu vera.

 

Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.

 

 

 

 

jueves, 29 de febrero de 2024

UN DÍA PERFECTO PARA EL PEZ PLÁTANO






 J. D. SALINGER 















  En el hotel había noventa y siete agentes de publicidad neoyorquinos. Como monopolizaban las líneas telefónicas de larga distancia, la chica del 507 tuvo que esperar su llamada desde el mediodía hasta las dos y media de la tarde. Pero no perdió el tiempo. En una revista femenina leyó un artículo titulado «El sexo es divertido o infernal». Lavó su peine y su cepillo. Quitó una mancha de la falda de su traje beige. Corrió un poco el botón de la blusa de Saks. Se arrancó los dos pelos que acababan de salirle en el lunar. Cuando, por fin, la operadora la llamó, estaba sentada en el alféizar de la ventana y casi había terminado de pintarse las uñas de la mano izquierda. No era una chica a la que una llamada telefónica le produjera gran efecto. Se comportaba como si el teléfono hubiera estado sonando constantemente desde que alcanzó la pubertad. Mientras sonaba el teléfono, con el pincelito del esmalte se repasó una uña del dedo meñique, acentuando el borde de la lúnula. Tapó el frasco y, poniéndose de pie, abanicó en el aire su mano pintada, la izquierda. Con la mano seca, tomó del alféizar un cenicero repleto y lo llevó hasta la mesita de noche, donde estaba el teléfono. Se sentó en una de las dos camas gemelas ya hecha y-ya era la cuarta o quinta llamada-levantó el auricular del teléfono. -Diga-dijo, manteniendo extendidos los dedos de la mano izquierda lejos de la bata de seda blanca, que era lo único que llevaba puesto, junto con las chinelas: los anillos estaban en el cuarto de baño. -Su llamada a Nueva York, señora Glass-dijo la operadora. -Gracias-contestó la chica, e hizo sitio en la mesita de noche para el cenicero. A través del auricular llegó una voz de mujer: -¿Muriel? ¿Eres tú? La chica alejó un poco el auricular del oído. -Sí, mamá. ¿Cómo estás?-dijo. -He estado preocupadísima por ti. ¿Por qué no has llamado? ¿Estás bien? -Traté de telefonear anoche y anteanoche. Los teléfonos aquí han... -¿Estás bien, Muriel? La chica separó un poco más el auricular de su oreja. -Estoy perfectamente. Hace mucho calor. Este es el día más caluroso que ha habido en Florida desde... -¿Por qué no has llamado antes? He estado tan preocupada... -Mamá, querida, no me grites. Te oigo perfectamente -dijo la chica-. Anoche te llamé dos veces. Una vez justo después... -Le dije a tu padre que seguramente llamarías anoche. Pero no, él tenía que... ¿estás bien, Muriel? Dime la verdad. -Estoy perfectamente. Por favor, no me preguntes siempre lo mismo. -¿Cuándo llegasteis?



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-No sé... el miércoles, de madrugada. -¿Quién condujo? -Él-dijo la chica-. Y no te asustes. Condujo bien. Yo misma estaba asombrada. -¿Condujo él? Muriel, me diste tu palabra de que... -Mamá-interrumpió la chica-, acabo de decírtelo. Condujo perfectamente. No pasamos de ochenta en todo el trayecto, ésa es la verdad. -¿No trató de hacer el tonto otra vez con los árboles? -Vuelvo a repetirte que condujo muy bien, mamá. Vamos, por favor. Le pedí que se mantuviera cerca de la línea blanca del centro, y todo lo demás, y entendió perfectamente, y lo hizo. Hasta se esforzaba por no mirar los árboles... se notaba. Por cierto, ¿papá ha hecho arreglar el coche? -Todavía no. Es que piden cuatrocientos dólares, sólo para... -Mamá, Seymour le dijo a papá que pagaría él. Así que no hay motivo para... -Bueno, ya veremos. ¿Cómo se portó? Digo, en el coche y demás... -Muy bien-dijo la chica. -¿Sigue llamándote con ese horroroso...? -No. Ahora tiene uno nuevo -¿Cuál? -Mamá... ¿qué importancia tiene? -Muriel, insisto en saberlo. Tu padre... -Está bien, está bien. Me llama Miss Buscona Espiritual 1948-dijo la chica, con una risita. -No tiene nada de gracioso, Muriel. Nada de gracioso. Es horrible. Realmente, es triste. Cuando pienso cómo... -Mamá-interrumpió la chica-, escúchame. ¿Te acuerdas de aquel libro que me mandó de Alemania? Unos poemas en alemán. ¿Qué hice con él? Me he estado rompiendo la cabeza... -Lo tienes tú. -¿Estás segura?-dijo la chica. -Por supuesto. Es decir, lo tengo yo. Está en el cuarto de Freddy. Lo dejaste aquí y no había sitio en la... ¿Por qué? ¿Te lo ha pedido él? -No. Simplemente me preguntó por él, cuando veníamos en el coche. Me preguntó si lo había leído. -¡Pero está en alemán! -Sí, mamita. Ese detalle no tiene importancia-dijo la chica, cruzando las piernas-. Dijo que casualmente los poemas habían sido escritos por el único gran poeta de este siglo. Me dijo que debería haber comprado una traducción o algo así. O aprendido el idioma... nada menos.. . -Espantoso. Espantoso. Es realmente triste... Ya decía tu padre anoche... -Un segundo, mamá-dijo la chica. Se acercó hasta el alféizar en busca de cigarrillos, encendió uno y volvió a sentarse en la cama-. ¿Mamá?-dijo, echando una bocanada de humo. -Muriel, mira, escúchame. -Te estoy escuchando. -Tu padre habló con el doctor Sivetski. -¿Sí?-dijo la chica. 5 -Le contó todo. Por lo menos, eso me dijo, ya sabes cómo es tu padre. 




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Le contó todo. Por lo menos, eso me dijo, ya sabes cómo es tu padre. Los árboles. Ese asunto de la ventana. Las cosas horribles que le dijo a la abuela acerca de sus proyectos sobre la muerte. Lo que hizo con esas fotos tan bonitas de las Bermudas... ¡Todo! -¿Y...?-dijo la chica. -En primer lugar, dijo que era un verdadero crimen que el ejército lo hubiera dado de alta del hospital. Palabra. En definitiva, dijo a tu padre que hay una posibilidad, una posibilidad muy grande, dijo, de que Seymour pierda por completo la razón. Te lo juro. -Aquí, en el hotel, hay un psiquiatra -dijo la chica. -¿Quién? ¿Cómo se llama? -No sé. Rieser o algo así. Dicen que es un psiquiatra muy bueno. -Nunca lo he oído nombrar. -De todos modos, dicen que es muy bueno. -Muriel, por favor, no seas inconsciente. Estamos muy preocupados por ti. Lo cierto es que... anoche tu padre estuvo a punto de enviarte un telegrama para que volvieras inmediatamente a casa... -Por ahora no pienso volver, mamá. Así que tómalo con calma -Muriel, te doy mi palabra. El doctor Sivetski ha dicho que Seymour podía perder por completo la... -Mamá, acabo de llegar. Hace años que no me tomo vacaciones, y no pienso meter todo en la maleta y volver a casa porque sí-dijo la chica-. Por otra parte, ahora no podría viajar. Estoy tan quemada por el sol que ni me puedo mover. -¿Te has quemado mucho? ¿No has usado ese bronceador que te puse en la maleta? Está... -Lo usé. Pero me quemé lo mismo. -¡Qué horror! ¿Dónde te has quemado? -Me he quemado toda, mamá, toda. -¡Qué horror! -No me voy a morir. -Dime, ¿has hablado con ese psiquiatra? -Bueno... sí... más o menos...-dijo la chica. -¿Qué dijo? ¿Dónde estaba Seymour cuando le hablaste? -En la Sala Océano, tocando el piano. Ha tocado el piano las dos noches que hemos pasado aquí. -Bueno, ¿qué dijo? -¡Oh, no mucho! ¡Él fue el primero en hablar. Yo estaba sentada anoche a su lado, jugando al bingo, y me preguntó si el que tocaba el piano en la otra sala era mi marido. Le dije que sí, y me preguntó si Seymour había estado enfermo o algo por el estilo. Entonces yo le dije... -¿Por que te hizo esa pregunta? -No sé, mamá. Tal vez porque lo vio tan pálido, y yo qué sé-dijo la chica-. La cuestión es que, después de jugar al bingo, él y su mujer me invitaron a tomar una copa. Y yo acepté. La mujer es espantosa. ¿Te acuerdas de aquel vestido de noche tan horrible que vimos en el escaparate de Bonwit? Aquel vestido que tú dijiste que para llevarlo había que tener un pequeño, pequeñísimo...


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-¿El verde? -Lo llevaba puesto. ¡Con unas cadenas...! Se pasó el rato preguntándome si Seymour era pariente de esa Suzanne Glass que tiene una tienda en la avenida Madison... la mercería... -Pero ¿qué dijo él? El médico. -Ah, sí... Bueno... en realidad, no dijo mucho. Sabes, estábamos en el bar. Había mucho barullo. -Sí, pero... ¿le... le dijiste lo que trató de hacer con el sillón de la abuela? -No, mamá. No entré en detalles-dijo la chica-. Seguramente podré hablar con él de nuevo. Se pasa todo el día en el bar. -¿No dijo si había alguna posibilidad de que pudiera ponerse... ya sabes, raro, o algo así...? ¿De que pudiera hacerte algo...? -En realidad, no-dijo la chica-. Necesita conocer más detalles, mamá. Tienen que saber todo sobre la infancia de uno... todas esas cosas. Ya te digo, había tanto ruido que apenas podíamos hablar. -En fin. ¿Y tu abrigo azul? -Bien. Le subí un poco las hombreras. -¿Cómo es la ropa este año? -Terrible. Pero preciosa. Con lentejuelas por todos lados. -¿Y tu habitación? -Está bien. Pero nada más que eso. No pudimos conseguir la habitación que nos daban antes de la guerra-dijo la chica-. Este año la gente es espantosa. Tendrías que ver a los que se sientan al lado nuestro en el comedor. Parece que hubieran venido en un camión. -Bueno, en todas partes es igual. ¿Y tu vestido de baile? -Demasiado largo. Te dije que era demasiado largo. -Muriel, te lo voy a preguntar una vez más... ¿En serio, va todo bien? -Sí, mamá-dijo la chica-. Por enésima vez. -¿Y no quieres volver a casa? -No, mamá. -Tu padre dijo anoche que estaría encantado de pagarte el viaje si quisieras irte sola a algún lado y pensarlo bien. Podrías hacer un hermoso crucero. Los dos pensamos... -No, gracias-dijo la chica, y descruzó las piernas-. -Mamá, esta llamada va a costar una for... -Cuando pienso cómo estuviste esperando a ese muchacho durante toda la guerra... quiero decir, cuando una piensa en esas esposas alocadas que... -Mamá-dijo la chica-. Colguemos. Seymour puede llegar en cualquier momento. -¿Dónde está? -En la playa. -¿En la playa? ¿Solo? ¿Se porta bien en la playa? -Mamá-dijo la chica-. Hablas de él como si fuera un loco furioso. -No he dicho nada de eso, Muriel.




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-Bueno, ésa es la impresión que das. Mira, todo lo que hace es estar tendido en la arena. Ni siquiera se quita el albornoz. -¿Que no se quita el albornoz? ¿Por qué no? -No lo sé. Tal vez porque tiene la piel tan blanca. -Dios mío, necesita tomar sol. ¿Por qué no lo obligas? -Lo conoces muy bien-dijo la chica, y volvió a cruzar las piernas-. Dice que no quiere tener un montón de imbéciles alrededor mirándole el tatuaje. -¡Si no tiene ningún tatuaje! ¿O acaso se hizo tatuar cuando estaba en la guerra? -No, mamá. No, querida-dijo la chica, y se puso de pie-. Escúchame, a lo mejor te llamo otra vez mañana. -Muriel, hazme caso. -Sí, mamá-dijo la chica, cargando su peso sobre la pierna derecha. -Llámame en cuanto haga, o diga, algo raro..., ya me entiendes. ¿Me oyes? -Mamá, no le tengo miedo a Seymour. -Muriel, quiero que me lo prometas. -Bueno, te lo prometo. Adiós, mamá-dijo la chica-. Besos a papá-y colgó. -Ver más vidrio-dijo Sybil Carpenter, que estaba alojada en el hotel con su madre-. ¿Has visto más vidrio? -Cariño, por favor, no sigas repitiendo eso. Vas a volver loca a mamaíta. Estáte quieta, por favor. La señora Carpenter untaba la espalda de Sybil con bronceador, repartiéndolo sobre sus omóplatos, delicados como alas. Sybil estaba precariamente sentada sobre una enorme y tensa pelota de playa, mirando el océano. Llevaba un traje de baño de color amarillo canario, de dos piezas, una de las cuales en realidad no necesitaría hasta dentro de nueve o diez años. -No era más que un simple pañuelo de seda... una podía darse cuenta cuando se acercaba a mirarlo-dijo la mujer sentada en la hamaca contigua a la de la señora Carpenter-. Ojalá supiera cómo lo anudó. Era una preciosidad. -Por lo que dice, debía de ser precioso-asintió la señora Carpenter. -Estáte quieta, Sybil, cariño... -¿Viste más vidrio?-dijo Sybil. La señora Carpenter suspiró. -Muy bien-dijo. Tapó el frasco de bronceador-. Ahora vete a jugar, cariño. Mamaíta va a ir al hotel a tomar un martini con la señora Hubbel. Te traeré la aceituna. Cuando estuvo libre, Sybil echó a correr inmediatamente por el borde firme de la playa hacia el Pabellón de los Pescadores. Se detuvo únicamente para hundir un pie en un castillo de arena inundado y derruido, y en seguida dejó atrás la zona reservada a los clientes del hotel. Caminó cerca de medio kilómetro y de pronto echó a correr oblicuamente, alejándose del agua hacia la arena blanda. Se detuvo al llegar junto a un hombre joven que estaba echado de espaldas. -¿Vas a ir al agua, ver más vidrio?-dijo.



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El joven se sobresaltó, llevándose instintivamente la mano derecha a las solapas del albornoz. Se volvió boca abajo, dejando caer una toalla enrollada como una salchicha que tenía sobre los ojos, y miró de reojo a Sybil. -¡Ah!, hola, Sybil. -¿Vas a ir al agua? -Te esperaba-dijo el joven-. ¿Qué hay de nuevo? -¿Qué?-dijo Sybil. -¿Qué hay de nuevo? ¿Qué programa tenemos? -Mi papá llega mañana en un avión-dijo Sybil, tirándole arena con el pie. -No me tires arena a la cara, niña-dijo el joven, cogiendo con una mano el tobillo de Sybil-. Bueno, ya era hora de que tu papi llegara. Lo he estado esperando horas. Horas. -¿Dónde está la señora?-dijo Sybil. -¿La señora?-el joven hizo un movimiento, sacudiéndose la arena del pelo ralo-. Es difícil saberlo, Sybil. Puede estar en miles de lugares. En la peluquería. Tiñiéndose el pelo de color visón. O en su habitación, haciendo muñecos para los niños pobres. Se puso boca abajo, cerró los dos puños, apoyó uno encima del otro y acomodó el mentón sobre el de arriba. -Pregúntame algo más, Sybil-dijo-. Llevas un bañador muy bonito. Si hay algo que me gusta, es un bañador azul. Sybil lo miró asombrada y después contempló su prominente barriga. -Es amarillo-dijo-. Es amarillo. -¿En serio? Acércate un poco más. Sybil dio un paso adelante. -Tienes toda la razón del mundo. Qué tonto soy. -¿Vas a ir al agua?-dijo Sybil. -Lo estoy considerando seriamente, Sybil. Lo estoy pensando muy en serio. Sybil hundió los dedos en el flotador de goma que el joven usaba a veces como almohadón. -Necesita aire-dijo. -Es verdad. Necesita más aire del que estoy dispuesto a admitir-retiró los puños y dejó que el mentón descansara en la arena-. Sybil-dijo-, estás muy guapa. Da gusto verte. Cuéntame algo de ti-estiró los brazos hacia delante y tomó en sus manos los dos tobillos de Sybil-. Yo soy capricornio. ¿Cuál es tu signo? -Sharon Lipschutz dijo que la dejaste sentarse a tu lado en el taburete del piano-dijo Sybil. -¿Sharon Lipschutz dijo eso? Sybil asintió enérgicamente. Le soltó los tobillos, encogió los brazos y apoyó la mejilla en el antebrazo derecho. -Bueno -dijo-. Tú sabes cómo son estas cosas, Sybil. Yo estaba sentado ahí, tocando. Y tú te habías perdido de vista totalmente y vino Sharon Lipschutz y se sentó a mi lado. No podía echarla de un empujón, ¿no es cierto? -Sí que podías. -Ah, no. No era posible. Pero ¿sabes lo que hice? -¿Qué? -Me imaginé que eras tú.



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Sybil se agachó y empezó a cavar en la arena. -Vayamos al agua-dijo. -Bueno-replicó el joven-. Creo que puedo hacerlo. -La próxima vez, échala de un empujón -dijo Sybil. -¿Que eche a quién? -A Sharon Lipschutz. -Ah, Sharon Lipschutz -dijo él-. ¡Siempre ese nombre! Mezcla de recuerdos y deseos.-De repente se puso de pie y miró el mar-. Sybil-dijo-, ya sé lo que podemos hacer. Intentaremos pescar un pez plátano. -¿Un qué? -Un pez plátano-dijo, y desanudó el cinturón de su albornoz. Se lo quitó. Tenía los hombros blancos y estrechos. El traje de baño era azul eléctrico. Plegó el albornoz, primero a lo largo y después en tres dobleces. Desenrolló la toalla que se había puesto sobre los ojos, la tendió sobre la arena y puso encima el albornoz plegado. Se agachó, recogió el flotador y se lo puso bajo el brazo derecho. Luego, con la mano izquierda, tomó la de Sybil. Los dos echaron a andar hacia el mar. -Me imagino que ya habrás visto unos cuantos peces plátano-dijo el joven. Sybil negó con la cabeza. -¿En serio que no? Pero, ¿dónde vives, entonces? -No sé-dijo Sybil. -Claro que lo sabes. Tienes que saberlo. Sharon Lipschutz sabe dónde vive, y sólo tiene tres años y medio. Sybil se detuvo y de un tirón soltó su mano de la de él. Recogió una concha y la observó con estudiado interés. Luego la tiró. -Whirly Wood, Connecticut-dijo, y echó nuevamente a andar, sacando la barriga. -Whirly Wood, Connecticut-dijo el joven-. ¿Eso, por casualidad, no está cerca de Whirly Wood, Connecticut? Sybil lo miró: -Ahí es donde vivo-dijo con impaciencia-. Vivo en Whirly Wood, Connecticut. Se adelantó unos pasos, se cogió el pie izquierdo con la mano izquierda y dio dos o tres saltos. -No puedes imaginarte cómo lo aclara todo eso -dijo él. Sybil soltó el pie: -¿Has leído El negrito Sambo?-dijo. -Es gracioso que me preguntes eso-dijo él-. Da la casualidad que acabé de leerlo anoche.-Se inclinó y volvió a tomar la mano de Sybil-. ¿Qué te pareció? -¿Te acuerdas de los tigres que corrían todos alrededor de ese árbol? -Creí que nunca iban a parar. Jamás vi tantos tigres. -No eran más que seis-dijo Sybil. -¡Nada más que seis! -dijo el joven-. ¿Y dices «nada más»? -¿Te gusta la cera?-preguntó Sybil. -¿Si me gusta qué?



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-La cera. -Mucho. ¿A ti no? Sybil asintió con la cabeza: -¿Te gustan las aceitunas?-preguntó. -¿Las aceitunas?... Sí. Las aceitunas y la cera. Nunca voy a ningún lado sin ellas. -¿Te gusta Sharon Lipschutz?-preguntó Sybil. -Sí. Sí me gusta. Lo que más me gusta de ella es que nunca hace cosas feas a los perritos en la sala del hotel. Por ejemplo, a ese bulldog enano de la señora canadiense. Te resultará difícil creerlo, pero hay algunas niñas que se divierten mucho pinchándolo con los palitos de los globos. Pero Sharon, jamás. Nunca es mala ni grosera. Por eso la quiero tanto. Sybil no dijo nada. -Me gusta masticar velas-dijo ella por último. -Ah, ¿y a quién no?-dijo el joven mojándose los pies-. ¡Diablos, qué fría está!-Dejó caer el flotador en el agua-. No, espera un segundo, Sybil. Espera a que estemos un poquito más adentro. Avanzaron hasta que el agua llegó a la cintura de Sybil. Entonces el joven la levantó y la puso boca abajo en el flotador. -¿Nunca usas gorro de baño ni nada de eso?-preguntó él. -No me sueltes-dijo Sybil-. Sujétame, ¿quieres? -Señorita Carpenter, por favor. Yo sé lo que estoy haciendo-dijo el joven-. Ocúpate sólo de ver si aparece un pez plátano. Hoy es un día perfecto para los peces plátano. -No veo ninguno-dijo Sybil. -Es muy posible. Sus costumbres son muy curiosas. Muy curiosas. Siguió empuiando el flotador. El agua le llegaba al pecho. -Llevan una vida triste-dijo-. ¿Sabes lo que hacen, Sybil? Ella negó con la cabeza. -Bueno, te lo explicaré. Entran en un pozo que está lleno de plátanos. Cuando entran, parecen peces como todos los demás. Pero, una vez dentro, se portan como cerdos, ¿sabes? He oído hablar de peces plátano que han entrado nadando en pozos de plátanos y llegaron a comer setenta y ocho plátanos-empujó al flotador y a su pasajera treinta centímetros más hacia el horizonte-. Claro, después de eso engordan tanto que ya no pueden salir. No pasan por la puerta. -No vayamos tan lejos-dijo Sybil-. ¿Y qué pasa despues con ellos? -¿Qué pasa con quiénes? -Con los peces plátano. -Bueno, ¿te refieres a después de comer tantos plátanos que no pueden salir del pozo? -Sí-dijo Sybil. -Mira, lamento decírtelo, Sybil. Se mueren. -¿Por qué?-preguntó Sybil. -Contraen fiebre platanífera. Una enfermedad terrible. -Ahí viene una ola-dijo Sybil nerviosa. -No le haremos caso. La mataremos con la indiferencia-dijo el joven-, como dos engreídos.



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 Tomó los tobillos de Sybil con ambas manos y empujó hacia delante. El flotador levantó la proa por encima de la ola. El agua empapó los cabellos rubios de Sybil, pero sus gritos eran de puro placer. Cuando el flotador estuvo nuevamente inmóvil, se apartó de los ojos un mechón de pelo pegado, húmedo, y comentó: -Acabo de ver uno. -¿Un qué, amor mío? -Un pez plátano. -¡No, por Dios!-dijo el joven-. ¿Tenía algún plátano en la boca? -Sí-dijo Sybil-. Seis. De pronto, el joven tomó uno de los mojados pies de Sybil que colgaban por el borde del flotador y le besó la planta. -¡Eh!-dijo la propietaria del pie, volviéndose. -¿Cómo, eh? Ahora volvamos. ¿Ya te has divertido bastante? -¡No! -Lo siento-dijo, y empujó el flotador hacia la playa hasta que Sybil descendió. El resto del carnino lo llevó bajo el brazo. -Adiós -dijo Sybil, y salió corriendo hacia el hotel. El joven se puso el albornoz, cruzó bien las solapas y metió la toalla en el bolsillo. Recogió el flotador mojado y resbaladizo y se lo acomodó bajo el brazo. Caminó solo, trabajosamente, por la arena caliente, blanda, hasta el hotel. En el primer nivel de la planta baja del hotel-que los bañistas debían usar según instrucciones de la gerencia- entró con él en el ascensor una mujer con la nariz cubierta de pomada. -Veo que me está mirando los pies-dijo él, cuando el ascensor se puso en marcha. -¿Cómo dice?-dijo la mujer. -Dije que veo que me está mirando los pies. -Perdone, pero casualmente estaba mirando el suelo -dijo la muier, y se volvió hacia las puertas del ascensor. -Si quiere mirarme los pies, dígalo-dijo el joven-. Pero, maldita sea, no trate de hacerlo con tanto disimulo. -Déjeme salir, por favor-dijo rápidamente la mujer a la ascensorista. Cuando se abrieron las puertas, la mujer salió sin mirar hacia atrás. -Tengo los pies completamente normales y no veo por qué demonios tienen que mirármelosdijo el joven-. Quinto piso, por favor. Sacó la llave de la habitación del bolsillo de su albornoz. Bajó en el quinto piso, caminó por el pasillo y abrió la puerta del 507. La habitación olía a maletas nuevas de piel de ternera y a quitaesmalte de uñas. Echó una ojeada a la chica que dormía en una de las camas gemelas. Después fue hasta una de las maletas, la abrió y extrajo una automática de debajo de un montón de calzoncillos y camisetas, una Ortgies calibre 7,65. Sacó el cargador, lo examinó y volvió a colocarlo. Quitó el seguro. Después se sentó en la cama desocupada, miró a la chica, apuntó con la pistola y se disparó un tiro en la sien derecha.



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UMBRAL MALIGNO

    Era el cumpleaños de quien creía era su mejor amiga en ese tiempo, Isabella. Solo de pensar que estaba comprometida a cumplir co...