Anoche mentras la luz de la luna hacia piruetas en tu almohada
y yo te contemplaba embelezada,
pensando en una y mil cosas tarareaba la última canción
que juntos escuchamos aquella tibia tarde de verano.
Así, fui sumiéndome en el silencio
mientras mis manos te buscaban lentamente bajo las blancas sábanas
al momento que una ráfaga de viento se colaba por la ventana y,
tejiendo quimeras me quedé dormida.
De pronto sentí tus labios tocar los mios,
abrí los ojos y me ví reflejada en tus pupílas
y la rafaga de viento acariciaba nuestros rostros enamorados y somnolientos,
fue en ese momento que me tomaste entre tus brazos con tanta ternura que se estremeció mi alma.
Sin dejar de sonreír nuestros cuerpos se juntaron sintiendo la tibieza de nuestras pieles
fue entonces que tuve la sensación de querer permanecer para siempre atada a ti
saboreando cada parte de tu cuerpo
diciendo a la par lo mucho que nos amábamos.
Verano melodioso en que dos enamorados
hacen voto al más puro sentimiento
al conocer casi al final de sus caminos
el verdadero amor.
Afuera se escuchaba el delicioso trino de las aves
quienes revoloteaban sobre las copas de los árboles,
y a lo lejos la cima de las montaña arañaba el nuevo día
dando paso al perfume matinal
que como cascada guardaba los sueños de muchos más enamorados refugiados por ahí.
En lo que él y yo...
gozábamos de nuestro amor abrazando el tiempo
que estaba por caer sobre nuestras cienes
perfumando minuto a minuto nuestro sueño.
Más allá de la vida
más allá de todo aún hasta de lo imposible
sólo los dos
Autoría: Ma Gloria Carreón Zapata
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