Aurelia, hija de familia humilde se había casado hacía ya
seis años con Jeicob, quien era ciudadano americano. Le hacía ilusión que le
arreglara la residencia para ir a vivir a Texas, anhelaba el engañoso sueño
americano. El hombre perezoso y dominante en grado violento se la vivía
empeñando lo poco que tenía. A pesar de que era estadounidense y tenía grandes
oportunidades de trabajo allá, no le gustaba trabajar.
Esa tarde Aurelia mecía a su hija María de cinco años en el vagoroso
columpio que colgaba del vetusto árbol del patio de la casa. Estaban felices,
prontamente las visitaría la cigüeña, y María tendría un compañerito con quien
jugar. Un molesto grito interrumpió ese momento de felicidad.
---¡Deja de holgazanear! --
--¿Ya me tienes lista
mi camisa azul? --
Gritó el marido
desaforado.
Nerviosa y temerosa bajó a la niña y tímidamente le
respondió.
--Tienes otras camisas colgadas --
El hombre furioso se abalanzó sobre ella como animal rabioso
para asestarle una bofetada en el rostro a la vez que seguía gritando.
--¡Obedece! --
Dando un fuerte
portazo se alejó.
El rostro de Aurelia reflejaba el pánico que le tenía a su
marido, se dirigió al patio para lavar la camisa. Tomó una tina y el tallador, cuando
buscó el jabón se dio cuenta que se le había terminado.
Momentos después
regresó el energúmeno vociferando palabras hirientes con los ojos enrojecidos
inyectados en sangre.
--¡Eres una inútil, basura! --
Ella sentía pesadumbre
por el trato del hombre que amaba, a duras penas podía moverse de un lado para otro
debido a su estado, nerviosa y con miedo seguía buscando por ahí algo de jabón.
---¡Pero ahora sabrás de lo que soy capaz!, -- refutó.
Ella lo vio dirigirse al cuarto de herramientas y conociendo
como era de arrebatado, le temía. Tomó a la niña del brazo y salió corriendo
nuevamente al patio para esconderse detrás del tronco del grueso árbol.
---¡Corre hija, corre, no te sueltes!, esta vez no sé de qué
será capaz tu padre, cree que con lo poco que me da completo todo lo que
necesitamos—
Al ver a Jeicob dirigirse hacia ellas con machete en mano,
abrazó a la niña cubriéndole los ojos, y sin dejar de gritar y de llorar le
suplicó al hombre que reflexionara.
---¡Detente, ten piedad de la niña! --
El perturbado ser se abalanzó sobre ella y de un jalón la
separó de María, quien temerosa no dejaba de llorar, para luego lanzarle un
machetazo en la cabeza sin compasión a Aurelia causándole la muerte de inmediato.
El demoniaco sujeto comenzó a cortar el cuerpo de la pobre mujer en pedazos sin
dejar de reír a carcajadas como un demente. De pronto, algo lo detuvo al darse
cuenta que no era un bebé solamente el que estaba por nacer, eran dos. Lanzó
lejos el machete y comenzó a comerse los fetos y las vísceras de sus inocentes
víctimas perdido en su oscuridad mental, después como un cobarde salió huyendo.
Más tarde las autoridades fueron informadas del brutal
asesinato por un vendedor ambulante que pasaba por el lugar. Al acudir encontraron lo que quedaba del
cuerpo de Aurelia, y a la niña escondida en una caja, llorando aterrorizada
después de contemplar el salvaje crimen.
Luego fue entregada a sus abuelos maternos. De la bestia no encontraron ni sus huellas
por más que lo buscaron nunca apareció. Se dice que huyó a su País donde las
autoridades norteamericanas le brindaron protección.
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