Las lágrimas que derramaste un día
adheridas las llevo en mi retina
mis ojos que ahora son tus ojos
las beben gota a gota cada día.
Te observo en la penumbra
transformado en ser de luz
y digito esa tu sonrisa con donaire,
a mi alma marchita que florece
en un mundo de perpetuas primaveras.
Y me bebí tus lagrimas
y me adherí a tu piel
como tentáculo que hecha raíces en el corazón
renaciendo en un verde esperanza cada mañana.
Y me bebí tu aroma
aquellas garatusas que en tus brazos
devolvieron dicha dejando atrás la agonía
bebiéndonos las sales de la sábula
que dejó aquel verano consagrado en mi memoria.
Y te preciso todo
cuando mi cuerpo reclama cada beso de tu boca
cierro mis ojos y me bebo extenuada tu recuerdo.
Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.
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