Mi corazón como golondrina elevó sus alas
a la región aérea alejando la tristeza,
embriagado de ilusión se prendió del pensamiento
para luego posarse sobre el Olimpo
haciendo de nuestro amor un himno
que tocó al compás de nuestro gran idilio,
y nuestras rutilantes almas despidieron
rayos luminosos brillando como el Tíbar.
Desde ahí contempló con ilusión
las maravillas de la creación,
dándose cuenta que la vida
era poca para este gran afecto
voló mi alma como vahage
buscando un lugar
donde anidaran nuestros ensueños
ahí canturrearon nuestras almas
engarzadas como piedras preciosas
entonando el himno del amor
interminable como el tiempo.
Cantamos a la risa, a la fama
al deseo y al pensamiento
nada más valioso encontramos
que nuestra dilección
en un amanecer regocijados
probamos el alimento de los dioses
aprisionamos nuestras almas bebiendo
nuestro aliento hasta fundirnos en uno mismo.
Tórridos como el fuego nos fundimos unánimes,
bendito nuestro afecto que nos arrastró a la gloria
así de nuestro infierno logramos fundar un paraíso
cuando el ala tiró de la viga callaron los vientos ,
los ríos y los volcanes
suavizando dulcemente
a nuestro oído la más sublime nota.
Cantamos a la afición extasiados,
cantamos de amores y a todo lo divino.
bebiendo de nuestras trémulas bocas
los hibleos ósculos cristalinos
testigo fue el profeta vaporoso
que predijo nuestra suerte.
Se extendió nuestra pasión
como nube blanca y ligera
el cisne entonó ledamente
“el himno del amor”
en lo que yo subí al caballo alado
inmortalizando para siempre
nuestro fértil sentimiento.
Como la diosa Vesta vivo consagrada
eternamente a esta alabanza del amor.
Autora: Ma Gloria Carreón Zapata.
Imagen tomada de Google.
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