Tribulados ojos que yo suelo amar
me mira sonríe me sigue me acecha
creo que me ama tengo la sospecha
él sus horas muertas me suele brindar.
Esa su mirada de cielo de mar
profunda serena dulce como miel
cautiva me inquieta me eriza la piel
como él ninguno me ha sabido amar.
En esos sus ojos yo encuentro la paz
semejan luceros en su parpadear
cuando nos miramos ambos a la par
y la dicha eterna refleja mi faz.
Eterna se me hace la tarde al caer
gallardo buen mozo no verlo enferma
y no por ello la esperanza merma
esperarlo causa agradable placer.
Autora: Ma. Gloria carreón Zapata.
Imagen tomada de Google.
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