Asfixiante es la vida sin alas que nos eleven al espacio sideral. Me confunde el sentimiento cuando avizoro a lo lejos buscando lo que por siempre ha anhelado mi torpe corazón, y que no da cabida a la esperanza. Me confunde la ilusión y, desarmando al pensamiento, veo; y lo único que encuentro es una terrible soledad que a lo lejos me grita:
-¡Aquí estoy!…- es cuando un escalofrío invade mi cuerpo queriendo el alma escapar hacia otro destino, pero un nuevo grito la detiene:
-¡Qué esperabas… humano ínfimo y soez!… ¡si has cambiado libertad por ambición… has cambiado paraíso por desolación!…-.
Fue en ese instante cuando mi alma no pudo más, y se elevó buscando salvación por doquier pues, mis ojos, trémulos, otean el horizonte y ven siempre destrucción, llanto, miedo, falsedad; y la noche cubierta de llanto, grita también fuerte, ¡corrupción!
Obtuso, negro, sombrío y tenebroso destino, que avante cabalgas cargando de escudo a la maldad, y cantas victorioso y en tu mano levantas una falsa antorcha de libertad, acicalando nuestro porvenir apuntando hacia la muerte final embarrada siempre de un consumismo aberrante.
Y, a lo lejos, en mi hermosa lengua materna, escucho con tristeza el llanto de un niño clamando piedad; aunque se oyen también lamentos en tono africano, en idioma oriental e inclusive anglosajón y todos los demás idiomas pero, ¡qué diablos!, me duelen más los sollozos mexicanos por su cercanía.
Cuando finalmente lo veo, en su rostro infantil y adusto, lleva ceñido el sufrimiento, herencia de nuestra maldad mientras, a lo lejos, el mar argentado augura un fatal desenlace final para toda la humanidad.
Acongojado el pecho y cerrando mis ojos, entonces, transcribo el dolor que llevo por dentro; y en un poemario, encierro mi grito que hace eco a mi oído.
Fue en ese instante cuando mi alma no pudo más, y se elevó buscando salvación por doquier pues, mis ojos, trémulos, otean el horizonte y ven siempre destrucción, llanto, miedo, falsedad; y la noche cubierta de llanto, grita también fuerte, ¡corrupción!
Obtuso, negro, sombrío y tenebroso destino, que avante cabalgas cargando de escudo a la maldad, y cantas victorioso y en tu mano levantas una falsa antorcha de libertad, acicalando nuestro porvenir apuntando hacia la muerte final embarrada siempre de un consumismo aberrante.
Y, a lo lejos, en mi hermosa lengua materna, escucho con tristeza el llanto de un niño clamando piedad; aunque se oyen también lamentos en tono africano, en idioma oriental e inclusive anglosajón y todos los demás idiomas pero, ¡qué diablos!, me duelen más los sollozos mexicanos por su cercanía.
Cuando finalmente lo veo, en su rostro infantil y adusto, lleva ceñido el sufrimiento, herencia de nuestra maldad mientras, a lo lejos, el mar argentado augura un fatal desenlace final para toda la humanidad.
Acongojado el pecho y cerrando mis ojos, entonces, transcribo el dolor que llevo por dentro; y en un poemario, encierro mi grito que hace eco a mi oído.
¿Donde estás, anhelada libertad?
Autoría: Ma. Gloria Carreón Zapata.
Autoría: Ma. Gloria Carreón Zapata.
Imagen tomada de Google.
No hay comentarios:
Publicar un comentario