Tenía rato que había entrado la
noche y, Pedro, quien practicaba la levitación, daba vueltas en la cama de la
horrible y pestilente celda; estaba inquieto y no podía dormir a pesar de sentirse
fatigado y somnoliento; llevaba ya tiempo sin poder pegar los ojos debido al
terror que lo invadía sólo de pensar en lo que vendría llegado el momento.
Desde hacía un par de semanas, la
pesadilla comenzaba arribando justo la media noche; dando la hora, veía una
sombra pequeña ante sus ojos de más o menos medio metro de altura, seguida de
un gato enorme de color negro que se acercaba a él poco a poco haciendo un sutil
pero tenebroso ruido demoníaco, como paladeando el momento.
A pesar del terror que lo
invadía, eso al parecer lo hipnotizaba; al ver y escuchar aquello, se quedaba
profundamente dormido en contra de su voluntad; al amanecer, veía en su abdomen
y su pecho grandes arañazos que le indicaban que la pesadilla era algo real.
Una noche puso todo su empeño y
pudo vencer el sueño que le provocaba esa especie de ronroneo infernal y, de
esa manera, visiblemente atolondrado, pudo ver cómo el gigantesco gato trepaba
a su pecho haciendo el gutural sonido.
Aterrorizado quiso huir saliendo
de su cuerpo, más al llegar a la diminuta ventana, sintió que su alma se la
llevaba el viento y sintió temor de morir; fue como decidió volver.
Al siguiente día le platicó a su
compañero de celda, quien incrédulo a lo que escuchaba, decidió velar para verificar
si Pedro le decía la verdad, o se tratara de una simple broma.
Al llegar la hora, Pedro como
cada noche, se quedó hipnotizado perdiendo la noción de tiempo y espacio; su
compañero, fastidiado al ver que aparentemente nada pasaba, se durmió; de
pronto, poco después, sintió un peso enorme en su tórax; se trataba de dos
gatos negros que peleaban encima de él; al momento quiso gritarle a Pedro pero,
al voltear, vio que aquél estaba inconsciente y sólo hacia un ruido que le aterrorizó,
y que no le permitió mover un sólo músculo.
Al narrar a los demás compañeros
del reclusorio lo ocurrido, estos les informaron que antes de llegar ellos, un
hombre quien habitaba la misma celda tenía pacto con el demonio; que además,
hacia rituales a favor del mismo, y tenía estampada la imagen de Satanás en la
pared de la celda, la cual fue borrada al morir aquél inquilino.
Fue entonces que Pedro buscó la
ayuda de Dios y, así, a la hora cuando nuevamente apareció la sombra y el
endemoniado gato, se puso a rezar en pos de ayuda ante la mirada incrédula de
su compañero, quien era ateo.
Fue de esa manera que logró
salvar su alma y su vida pues, esa misma madrugada, escuchó un terrorífico grito
que le hizo erizar la piel; al incorporarse vio cómo dos enormes gatos negros,
descuartizaban y se tragaban al compañero de celda.
Autora: Ma Gloria Carreón Zapata
Edición Literaria: Miguel Valdés.
Imagen tomada de web.
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