CUENTO CORTO.
(El Mensaje de Rita)
La noche estaba en sosiego; lejanamente, se escuchaba el gorgoritear de las aves que en sus respectivos nidos no dejaban de emitir ese murmullo, que se oía como si fuesen los conocidos gruñidos de tripas por el hambre pero, provenientes uno por ahí y otro más allá o acullá, de las copas de los árboles.
Después de haber disfrutado al menos una hora de las rimas de Bécquer, el cansancio me venció hasta quedar profundamente dormida; ignoro cuanto tiempo pasó cuando, un fuerte ruido me hizo abandonar la cama pero, quizá fue en mi sueño, me cuestioné entre sueños y me volví a acomodar, cubriéndome con las sábanas hasta la cabeza y hecha un ovillo; prácticamente en posición fetal.
Siempre le he temido a la oscuridad, y esta vez no era la excepción; de pronto, sentí la presencia de algo o alguien cerca; sentí como si se hubiese apoyado en mi cama y se inclinara hacia mi; escuché entonces el jadeo de su respiración acelerada en mis oídos, a la vez que un escalofrío recorrió mi cuerpo.
En ese instante, tuve la sensación como si me ataran una cuerda al cuello y la apretaran; di tremendo brinco del miedo sobre el colchón y exclamé desde el fondo de mi alma:
-¡Aléjate de mí!… ¡te lo ordeno en nombre de Dios!…-, a la vez que respirando con mucha dificultad, me levanté y corrí a encender la luz, no sin antes tirar tremendo manotazo al supuesto intruso; golpe que se perdió en el aire.
Apenas podía mantenerme en pié; sentía que las piernas me traicionaban, aunque por un momento quise salir corriendo de la recámara, preferí tomar un spray que conservo cerca con gas pimienta, y arrinconarme detrás de la puerta con mi pequeño bote entre las manos y, luego de unos segundos que parecieron interminables, de sólo pensar que si realmente había un maleante fuera y se decidía a entrar, la risa me ganó; una risa nerviosa y llena de ansiedad al sentirme en peligro, y pensé:
-¿Qué podía hacer yo con un aerosol, si se trataba de un ladrón revólver en mano?...--.
Creo que nada, y si se trataba de un alma en pena mucho menos.
Un segundo después, vi que una sombra se movió rápidamente y corrí a asomarme por el visillo de la ventana, y pude mirar una sombra que salía volando al parecer desde el cuarto de huéspedes; sin poder contenerme, me dirigí velozmente justo hacia la ventana que está en dicha habitación contigua.
Casi al llegar, andando de prisas en medio de la penumbra, me tropecé con una silla y, el fuerte ruido de la misma al caer y golpear contra el suelo, me hizo gritar a todo lo que daba mi garganta; un poco adolorida por el golpe, al asomarme lo único que logré ver, fue un coche de color oscuro que huía de algo o de alguien; luego de ver a la sombra escurrirse por la ventana del baño de la casa de una vecina quien, con demasiada frecuencia, se embriagaba y salía a la calle a gritonear en contra de todas las religiones existentes, contra sus libros sagrados y sus dogmas de fe, así como para despotricar contra la espiritualidad en particular.
Esas fueron las mismas palabras que declaré más tarde ante el señor juez como única testigo, aunque todos los vecinos de la cuadra fuimos citados a declarar, y desde luego tuvimos qué acudir a sabiendas de que podíamos ser arrestados simplemente por el hecho de haber sido un espectador lejano, de los terribles acontecimientos que se dieron esa noche. Nadie más vio algo o simplemente por temor no quiso declarar nada pues, como es lógico, la justificación era que a esa hora de la madrugada, todo el mundo dormía; al parecer, sólo yo estaba despabilada, presa del insomnio y el miedo.
Y así, esa noche, después de escudriñar unos instantes por la ventana del cuarto para huéspedes, la calma invadió por completo el ambiente; bajé entonces las escaleras iluminadas por la luz de la Luna y me dirigí hacia la cocina a prepararme un delicioso café, encendiendo mientras lo bebía un pequeño radio el cual me acompaña en mis momentos de soledad y nostalgia pero, debido a la interferencia que había en ese instante, no logré establecer una buena señal; fue de ese modo que yo misma me puse a tararear una canción romántica para que, si el extraño aún andaba cerca, se diese cuenta de que yo estaba más que despierta, o inclusive hasta bailando, acompañada por el también supuesto hombre de la casa.
Pasados un par de minutos me dirigí a la puerta principal que por lo atolondrada que suelo ser, había olvidado revisar antes de ponerme a leer acostada en la cama, pero nada estaba fuera de lugar; regresé a sentarme a disfrutar de ese delicioso café el cual tanto me gusta, y me hacía parecer de otro planeta frente a algunas personas, ya que no me quitaba el sueño y sabía que también me tranquilizaría, pensé mientras me servía una segunda taza. No supe en que momento me quedé profundamente dormida en la silla del ante comedor a unos pasos de la estufa, cuando un par de sirenas y un gran alboroto me despertaron; casi de un brinco llegué hasta el emplomado en forma de óvalo empotrado en la puerta principal, tratando de ver a través los pequeños pero asimismo gruesos vidrios biselados que lo conforman, lo que afuera sucedía.
Mucha gente aún en pijama, se encontraban a tres casas de la mía; había patrullas por doquier, y gente que corría hacia todos lados; intrigada, me acomodé una bata encima de mi pijama y salí a ver qué estaba sucediendo y, acercándome a una de las vecinas, le pregunté del por qué tanto alboroto y bullicio a esas horas de la madrugada; ella, negando con su cabeza antes de responder, resoplando y con el miedo reflejado en su rostro, me murmuró:
-¡Hubo un crimen!… ¡algo le pasó a la vecina del 471... parece que está muerta!…-.
Fue entonces que reaccioné, y recordé lo vivido esa misma noche poco tiempo antes; sentí una especie de vértigo y me regresé a casa pensando en la posibilidad de que aquella pobre mujer, me había salvado la vida sin darse cuenta; en ese mismo momento me cuestioné de nuevo
-¿A eso… lo que haya sido ya estaba dentro de la casa… qué lo hizo abstenerse de cometer el crimen conmigo?…-.
Sin duda Dios, es muy grande, pensé apenas al cerrar la puerta detrás mío; me puse de rodillas agradeciendo al Eterno haberme salvado la vida, en el instante en que recordé que tal vez estuvieran transmitiendo alguna noticia al respecto en la televisión y la encendí, pero nada había relacionado en la programación del momento.
A la mañana siguiente, encendí nuevamente la televisión mientras no dejaba de cavilar sobre el lamentable incidente; una joven mujer había sido la víctima de algún canalla, ya que no se puede llamar de otro modo a un ser que se ensaña de esa forma con una pobre mujer; de pronto, escuché unos leves golpes en la puerta, dos oficiales me llevaban un citatorio para que pasara a declarar:
-Necesita acudir hoy mismo al Ministerio Público…-, al ver mi reacción, el mismo oficial agregó:
-Pero no se preocupe… es para unas preguntas de rutina solamente… señora…-, culminó antes de entregarme en propia mano el citatorio por escrito, y frente a la mirada de preocupación que seguramente reflejaron mis ojos; y así, cumplido su cometido, se despidieron y se marcharon.
Poco tiempo después, luego de lo declarado y en una distracción de los agentes ministeriales, pude acercarme al expediente para enterarme de primera mano sobre los terribles acontecimientos en las más dantescas fotografías del lugar de los hechos, aparte de poder leer algo de la parte médica en relación a lo ocurrido esa fatídica noche, luego de cuando sentí la presencia de algo o alguien que, en apariencia, gracias a mi desesperada plegaria voló entre sombras hasta la casa de Rita, como se llamaba la finada mujer.
En pocas palabras el reporte decía que, sin haberse visto violada cerradura alguna ni rastros o evidencias de presencia extraña, la hoy occisa fue encontrada desnuda e inmersa en una mezcla de sangre y agua aún caliente dentro de la bañera, con múltiples y profundas cortadas como hechas por el más filoso bisturí, así como por un verdadero experto en la fisonomía humana; las partes principalmente afectadas por el filoso instrumento, fueron las dos muñecas algo por debajo de las palmas, las arterias femorales además de la yugular y los llamados talones de Aquiles, entre otras partes; lo que definitivamente, anulaba la hipótesis de un suicidio aún a pesar de la falta de evidencia de la presencia de alguien más; pero lo que mayormente me impresionó, fue una fotografía en donde con sangre en presunción de la víctima, estaba escrito en el espejo del baño un mensaje el cual decía de manera textual:
“Estoy maldita… y maldito será todo aquél, que lea mi mensaje o que también ultraje el santuario de Rita”
Al paso de los días fui visitada nuevamente por los mismos oficiales, los cuales me daban la noticia de que al igual cuando la noche del asesinato de la vecina del 471, una llamada anónima, les avisó en ésta ocasión para que acudieran a la casa del Médico Forense quien era el jefe pericial y estuvo asimismo primeramente en contacto con el cuerpo de la difunta; de la vecina terriblemente asesinada del modo más cruel y sanguinario, encontrándolo a éste último, igualmente muerto y en prácticamente idénticas circunstancias a la mujer que en vida se llamaba Rita; pero lo más de todo este asunto, al menos para mí, fue lo que en seguida me confesó uno de ellos, quien también estuvo en ambos lugares, diciéndome casi sin rodeos:
-¡Por desgracia… además del cuerpo de nuestro compañero desaparecido… que en su momento fue jefe del departamento forense… encontramos una lista de nombres en la que a la cabeza… aparte del de su vecina y del de él mismo… estaba un poco más abajo el mío!…-.
Consternada por su persona, le expresé un sentimiento sincero y solidario diciéndole:
-Créame que lo siento por usted… oficial…-.
De la misma manera él, siguió con su confesión:
-¡Pues yo también por usted… señora!…-.
Y ante mi mirada inquisitiva y de extrañeza por su comentario, terminó diciendo:
-Es que mientras lo leía… de la nada... vi aparecer su nombre al final de la lista…-.
Por supuesto, tal anuncio le hizo dar vueltas a mi cabeza por un instante y, desde entonces, vivo en la zozobra esperando el fatídico momento que, sin duda, a través de la oración y la entrega absoluta de mi corazón al Hijo único, a mi Señor Jesucristo, seguro que podré salvar, eludiendo a tan infernal destino.
Ma. Gloria Carreón Zapata
Mi querida María Gloria, es un relato apasionante con un final escalofriante.
ResponderEliminarMe tuviste en ascua desde el principio hasta el final.
Besos mi linda amiga desde mi bella Andalucía.
Pastora.
Se me olvido decirte que tienes un blog maravilloso.
ResponderEliminarFelicitaciones.
Amiga querida Pastora, honrada con tu visita, gracias un abracito desde mi querido México, gracias mil.
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