Nos descubrimos en el mismo tranvía en el cual viajábamos. Sin haber reparado antes en su presencia, de pronto nuestras miradas se encontraron, él me miró con los ojos bien abiertos expresando sorpresa, tal si estuviera viendo a un fantasma. Al verle quedé atrapada en esos sus grandes ojos café claro que me devoraban de los pies a la cabeza, fue tanta la ternura que percibí en su mirada, esa sonrisa que me invitaba a recorrer junto con él la bóveda celeste.
De pronto caminó hacia mí, cual si estuviese hipnotizado, y sin parpadear tal vez temiendo que me esfumara en la nada si dejaba de mirarme,sin oponerme, me dejé llevar por ese hombre que sin más me había subyugado. Acercó su rostro al mío, sentí su aliento que quemaba el alma y el tic tac del corazón que quería salirse del pecho.
Era como si un fuerte motor hubiese sido encendido; pude sentir la calidez de sus labios posarse sobre mi mejilla, para luego deslizarse hacia los míos lentamente, quedando atrapada entre la humedad y el sabor exquisito de su boca, que hizo un chasquido al juntar nuestras lenguas que comenzaron a danzar a la par acariciando mis dientes que chocaban torpemente con los de él y tiritaban a la vez ávidos de afecto, en tanto daban suaves mordiscos a mi labio superior sin dejar de acariciar mi barbilla, nariz y mejillas, anhelando engullirme completa, el amor me abrazó en ese mismo instante cerré los ojos para disfrutar de aquél nuestro primer beso.
Me sentí cómo una colegiala recibiendo el prístino mimo de su primer amor. Él me tomó de la cintura ciñéndome hacia él, como deseando que nuestros cuerpos se fusionaran y sin dejar de disfrutar de sus carantoñas en un gemido de placer disfrutamos de ese nuestro inesperado encuentro.
Al fin pude respirar cuando en un leve suspiro pronunció,
…--Te he encontrado amor…--,
sin comprender absolutamente nada, más que quizá el destino había preparado nuestro encuentro,me tomó de la mano y sin pronunciar palabra me dejé llevar.
…-- ¿Sería un ángel o un demonio lo que tenía frente a mí?...--,
no quise seguir cuestionándome, fue más fuerte el deseo de sentirme amada. Que importaba que ese ser hubiera salido del mismo infierno si por un momento me había llevado al nirvana, regalándome la más dulce de las caricias, que hasta hoy llevo impregnada en los labios.
Ma. Gloria Carreón Zapata.
Imagen tomada de Google.
Tranvia en la Ciudad de Mexico
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