Y justamente aquella tarde en que vi su rostro,mis ojos quedaron deslumbrados hasta cierto punto, asimismo mi corazón quedó atrapado.
Él, sonreía convencido de haberme conquistado,
---¡diantres!—
me dije a si misma,
¿es que acaso olvidé mi juramento?
¡No volver a enamorarme nunca!
Y entreabriendo la ventana me asomé queriendo retener la brisa fresca que se colaba por la misma,
de igual modo mis manos tiritaban de nerviosismo, y mi abochornado rostro no encontraba reposo.
En lo que él, se fue acercando poco a poco a mi, hasta lograr tocarme, fue en ese preciso instante que sentí el fuego arder dentro del pecho.
Cerré mis ojos y permití que me besara, nuestros labios se tornaron en un delicado ósculo, no obstante sentí el alma satisfecha de haberle conocido, no hubo necesidad de palabras, nuestra voluntad dilucidaba por si sola.
Percibí como sus manos al igual que las mías temblaban posándose sobre mis pechos, las cuales fueron escabulléndose poco a poco hacia la espalda, ciñéndome hacia él. Incluso sentí como el vestido caía poco a poco rosando mis piernas, y aferrada a su cuerpo comencé a desabotonar su fina camisa posando mis labios en sus hombros, después, ya desnudos y tirados sobre la alfombra consumamos el amor,
¿total que perdíamos ya?
No había nada que lamentar,simplemente disfrutar de lo que la vida nos suministraba, gozando el momento, asimismo del placer de habernos conocido, al fin en cierto modo la vida es eso, momentos que debemos atrapar y atesorar a cada instante.
Él estaba en mi camino y yo en el suyo, aunque mañana la misma vida nos separara.
Esa tarde de primavera sentí el verano mismo aplaudir aquel romance.
¿Como podía imaginar que aquel encuentro sería de apertura y despedida?
La misma muerte me arrebataba al amor más grande de mi vida.
Y hoy, cierro los ojos cuando quiero imaginarme entre sus brazos y siento como nuestras almas danzan en un barullo de aclamaciones donde mis recuerdos viven escondidos en lo recóndito de mi alma, atesorando aquella veraniega tarde que ni el tiempo ha podido arrancar de mi memoria.
Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.
Imagen tomada de Google.
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