Anoche, fue una de esas noches en que el eco gritaba ensordecido y en cada frase insistentemente tu nombre pronunciaba. Dando vueltas en mi cama traté de asfixiar tu recuerdo cubriendo mi cabeza con la almohada. Haciendo remembranzas del tiempo me hundí en mi propio pensamiento. Contemplé el amanecer y pude darme cuenta que en todas las cosas sólo a ti te avizoraba. Como aquella vez en que al despedirte me pediste que no me metiera. Que de lejos te siguiera para luego poder agitar nuestras manos en señal de una corta despedida.
Sentí como el viento frío de la mañana se enredaba en mi melena, y mi mirada inmóvil se perdía en la lejanía, esa fue una trampa amor.
Porque al quedarme contemplando tu figura te quedaste grabado para siempre en mi memoria.
Más hoy a donde quiera que vea me atrapa tu recuerdo. Todas las cosas hacen alusión de ti. Si contemplo la montaña te veo subir la cuesta a Villas del carbón y yo a tu lado.
Si veo la lluvia caer, su crepitar me recuerda la vez en que no permitiste que el chubasco me tocara y preferiste hacer fila en la estación del tranvía y yo a distancia enamorada te contemplaba.
Cuando tengo frío, me cubro con el chal que un día me regalaste. Y siento la calidez de tus brazos acariciarme toda con tus labios adheridos a los míos, que cómo dos lobos hambrientos liban presurosos las mieles de nuestras bocas susurrando palabras de amor.
En la manifestación te busco desesperada recordando nuestra noche en Coyoacán.
Más sabiendo que estas a millas de distancia mi mirada se pierde en el vacío de la añoranza.
¡Todo huele a soledad!
Y sin embargo te llevo grabado por siempre en mi mirada, mi enamorado corazón y en mi torpe pensamiento.
Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.
Imagen tomada de Google.
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