sábado, 22 de enero de 2022

VERDUGOS DEL AMOR.

 

 


 

Ayer visité nuestro pueblo, al pasar por el colegio Hispano Americano, sin poderlo evitar a mi mente enamorada acudieron los recuerdos de aquel ayer en que el verano nos brindó su esencia y floreció el sentimiento del amor en mi corazón de niña. Cerré mis ojos y pude vislumbrar tu elevada y estilizada imagen adorada que bien se apresuraba a tomar la clase. En tanto yo dejaba de teclear aquella vieja máquina en la materia de taquimecanografía para observar tu mirada de joven intelectual, y al pasar junto a mí no podías evitar mirarme de soslayo, e inclinabas la cabeza en señal de saludo, entonces la sonrisa afloraba de tus labios, tumulto de sensaciones se agolpaban en mi alma dándome cuenta que no te era indiferente y mi corazón comenzaba a latir a mil por hora.

Recuerdo como te sentabas hasta la última fila, veía como torpemente sacabas tu cuaderno para tomar nota y desde allá podía sentir tu mirada insistente clavada en mi persona, entonces me ganaban los nervios queriendo huir, pero, era imposible porque desde ese mismo instante quedé atrapada en tu profunda mirada que silenciosa me gritaba que tú también me amabas.

Nuestras almas se abrazaban, se hablaban silenciosamente por medio de nuestras cautas miradas, no había necesidad de pronunciar palabra alguna.

Ansiosa esperaba la salida para poder escuchar tu voz ofreciéndote a llevarme de regreso a casa. Con sigilo me gustaba contemplar tus largas manos que al volante temblaban como palomas asustadas queriendo volar y atrapar las mías. Callados sin saber que decir viajábamos deseando eternizar el momento. Al llegar a casa como buen caballero te apurabas a abrirme la puerta y con un hasta mañana nos despedíamos ansiando que aclarara el nuevo día para volver a comenzar nuevamente la gran hazaña de volver a soñar el sueño del amor.

 

 

 

Soñando que soñaba me quedé dormida

 en mi ensueño pude vislumbrar nuestro colegio

donde nos conocimos, ¡que privilegio!

Sentir el alma a tu alma totalmente asida.

 

Nuestras ánimas calladas se amaban

se acariciaban en cada encuentro

se besaban desde muy adentro

y al cariño silenciosas alegres cantaban.

 

Todo lo decían nuestras miradas,

de vocablos no hubo necesidad

había en el sentimiento equidad

Iban ya de sensibilidad aladas.

 

Más fuerte que la adoración fue el temor

debido a las costumbres de antaño

temerosos a algún castigo o regaño

elegimos ser verdugos de nuestro propio amor.

 

Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.

 

 

 


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