Jorge recibió una inesperada llamada esa nublada y casi
primaveral mañana. Al colgar vi que
apresurado se dirigió a la recámara para luego regresar a la cocina donde yo me
encontraba preparando el desayuno. Dio dos o tres tragos al delicioso y
humeante café colombiano, mismo que nos enviaba un amigo de ese país hermano.
Acomodándose aún el saco me notificó que tendría que salir de inmediato.
Me quedé pasmada, pensando en qué estaría pasando ya que ni
tiempo tuvo de contarme a donde se dirigía. --Bueno, tal vez algún llamado--.
Me dije a mi misma para tratar de tranquilizarme al ver su comportamiento algo
intranquilo.
--Si no regreso a tiempo comes sola bebecita--, susurró, y
plantándome un rápido beso de despedida, apenas un leve roce en los labios.
Cuando yo lo que deseaba era beberme hasta su alma y quedarme prendida para
siempre de sus labios.
Tomó el maletín para de inmediato dirigirse a la salida de
nuestro nidito de amor. Lo acompañé hasta la puerta acomodándole el cuello de
la camisa color verde jade que hacía juego con sus ojos aceitunados. Tal
parecía él, el actor principal de la telenovela. De paso le ajusté la corbata
que traía toda torcida por las prisas, hubiera deseado fusionar me a su cuerpo.
Me quedé en la puerta mirándolo hasta que vi que el coche se perdía entre el
atasco del tráfico del D.F.
Después de casi como una hora me llamó para comunicarme que
tenía grabación y que estaban retrasados y partirían en ese mismo momento. Que
le preparara la maleta y que al día siguiente pasaría el chofer por ella y por
mí para reunirnos allá. A él no le habían avisado que la grabación sería fuera
de la ciudad.
Me apuré a terminar mi trabajo para poder alcanzarlo en ese
hermoso lugar. Qué alegría poder visitar esa verde montaña, ver volar
libremente a las aves trinando y saltando de rama en rama. Escuchar el murmullo
del silencio dándonos la bienvenida y sobre todo, volver a disfrutar de la
deliciosa miel de maguey, qué aunque hacía años no probaba, tengo el sabor en
mi paladar de cuando era niña, y mi abuelo nos llevaba de Cerros Blancos, así
se llama el rancho en donde yo nací. Todo eso era parte de mi felicidad. Pensar
en Villas del carbón significaba visitar el paraíso y más si era en compañía
del hombre que tanto amaba. Cuanto disfruto de la Madre Naturaleza.
Sin perder un solo minuto me puse a preparar nuestras
maletas con ropa suficiente para dos semanas. De pronto, sentí a Jarig nuestra
cachorra que más que mascota ya formaba parte de nuestra familia. Retozaba rozando mi pantorrilla para llamar
mi atención, fue entonces que me di cuenta que no la había llevado al peluquero
y ni siquiera la había bañado. Desconsolada me dejé caer en el sofá pensando
que hacer.
No podía peregrinar con ella ya que también viajarían otras
personas del elenco en el mismo auto además del chofer. A la mañana siguiente muy temprano escuché
que tocaban la puerta de nuestra “cueva” como Jorge llamaba a nuestra modesta
casa, donde fuimos felices por mucho tiempo. Antes de mudarnos a nuestra nueva
cabaña cerca de Cuernavaca.
Esa noche me fue imposible dormir. Hacia tanto tiempo que no
nos separábamos ni para ir al baño. Estaba tan acostumbrada a descansar mi
barbilla con la de Jorge y así dormir plácidamente en sus brazos.
La noche pasó sin darme cuenta cuando de pronto escuché unos
leve toquidos en la puerta interrumpiendo mi sueño. Aún atolondrada me dirigí a
abrir, se trataba del chofer quien sonriente y parado frente a mí me dio los
buenos días respetuosamente.
--Buen día señora--, ¿es la casa del director?, preguntó, --
él me ha enviado por usted-–, enunció
Asentí con la cabeza afirmando, y lamentando mi situación me
disculpé, tuve que mentir.
--disculpe señor siento no haber podido comunicarle antes
que no pasara por mí, dígale por favor al señor que me siento indispuesta--,
--me es imposible viajar—, --pero aquí tiene la maleta de él, entréguesela por
favor--
El hombre alzó los hombros resignado para luego marcharse,
tenían que llegar cuanto antes a Villas del Carbón.
Volteé a ver a Jarig con cierto reproche, luego arrepentida
comprendí que la culpable no era ella, era yo la causante por dejar todo a la
desidia. Me incliné para abrazarla y pedirle perdón por haberla acusado de algo
que ella ni siquiera comprendía. Me miró fijamente con esos ojillos que se
asemejaban a dos platos escondidos entre el pelaje y sé me recargaba cariñosa
intentando empujarme con la parte trasera de su pequeño cuerpo. Esa actitud de
Jarig la tomé como que me había perdonado por no haberla llevado con su amo.
Pasaron los días y estaba ansiosa por el regreso de mi amor. La casa se sentía
muy fría y vacía sin él. Los tres estábamos tan acostumbrados a andar juntos
por todos lados, inclusive hasta acompañarlo a su trabajo.
De pronto sonó el teléfono interrumpiendo mis pensamientos.
De aquél lado de la línea claramente escuché la amorosa voz
de Jorge.
--¿Por qué no te viniste mi bebesita? Así me dice de cariño,
y siguió --, yo te esperaba ansioso tanto que interrumpí mi trabajo al ver que
llegaba el coche del chofer y me dirigí a tu encuentro desesperado por
abrazarte. Al ver bajar a los compañeros vi que tú no venías entre ellos y eso
me entristeció.
Dijo en tono
melancólico.
Claro estaba que éramos dos almas gemelas, no podíamos vivir
el uno sin el otro.
No le iba a decir que no había bañado a Jarig por estar en
Facebook todo el día.
Esos días al entrar a internet ni siquiera leía, no tenía
ánimos ni para escribir. Me quedaba como ausente sólo pensando en el regreso de
mi amado, que aún hasta la fecha me es imposible vivir un minuto sin él. Me
quedaba horas interrogado me a mí misma, -- ¿qué haría él lejos de mí? --,
-- si al igual que yo me extrañaba o si acaso por estar
lejos me olvidaba--.
Que martirio, contaba
las horas del día, minutos y segundos esperando inquieta su regreso, nada
reemplazaba su ausencia.
Salía a caminar con Jarig a los lugares que recorría con
Jorge para hacer menos dolorosa la espera, me sentía tan vacía y a punto de la
locura. Nos íbamos a andar hasta las águilas para poder subir los abruptos
escalones y de esa manera no pensar más en él. Así caería rendida de cansancio
y olvidarme del calvario que me consumía. Ese lugar lo recorría de vez en
cuando del brazo de mi amado Jorge, por eso más lo recordaba. Me imaginaba que
iba a mi lado murmurándome palabras románticas, yo estaba sedienta de cariño,
de su amor.
Pasaron los días y casi sin poder dormir y menos escribir,
llegó el día de su regreso.
De nuevo esa mañana volvió a sonar el teléfono y al escuchar
su amorosa voz de aquél lado de la línea, de la emoción sentí que me faltaba el
aire.
--Bebecita, ¡Anastasia, mi amor! — Cuanta falta me haces,
dijo, -- Hoy estaremos a eso de las tres de la madrugada de regreso.
Me fue imposible retener el grito de tanta dicha. Sentía que
el corazón aceleraba los latidos a mil por hora. Como dos adolescentes nos
decíamos repetidamente lo mucho que nos amábamos y extrañábamos.
--¡Hurra, hurra! --, --al fin dormiré de nuevo entre tus brazos
amor mío--, le respondí.
--Te amo, te amo y te juro que para la próxima bañaré a
Ja..--.
Casi sin terminar la frase guardé silencio, sola me había
delatado.
Jorge soltó tremenda carcajada para luego decir ,
--¡Ja,ja,ja! Sabía que por andar socializando en Facebook,
habías olvidado llevar al peluquero a Jarig ----
Que importaba eso ya. Esa madrugada sería la más hermosa de
mi vida, al fin volvería a estar en los brazos de mi amado. Sentir el roce de
su piel rozar la mía, sus ardientes labios volverían a danzar dentro de mi boca,
ya saboreaba ansiosa su regreso.
Esa noche no dormiría, me puse a leer interrumpiendo de vez
en cuando la lectura, pensando si, ¿será posible eso de morir de amor?, y es
que el amor es un sentimiento tan fuerte y aunque lo siento ahora, es muy
difícil de explicar. Bueno, me sentí privilegiada. Por lo menos si moría de
amor esas horas en que me sentía sola y desesperada, me iría feliz, me dije.
Dirigiéndome al baño para arreglarme un poco Y así esperar a Jorge con el
negligé color índigo que tanto le gustaba. Me recosté para seguir leyendo, al
fin si me quedaba dormida Jarig con sus ladridos me despertaría al ver entrar a
su amo.
Ignoro cuanto tiempo pasó, serían las cinco de la mañana
cuando un ruido me puso en alerta. Me incorporé destapándome lentamente la
cabeza para enderezarme a ver el reloj que estaba sobre la mesita, pero no hubo
tiempo, Jorge ya había entrado y me contemplaba sonriente y amoroso. Me arrojé
a sus brazos feliz de verlo conmigo después de tantos días separados. Así entre
Jarig y yo le dimos la cariñosa bienvenida.
¿Qué más daba no haber podido acompañarle? Si ahora lo tenía
nuevamente conmigo y eso me hacía sentir la mujer más feliz del universo.
Jorge se metió a la ducha y yo lo esperé ansiosa metida
entre las sabanas. Ese mágico y casi amanecido día volveríamos a disfrutar de
una segunda luna de miel a la luz de la lamparilla, aunque estaba por apuntar
el alba. Se escuchaba ya el trino de las aves que uniéndose a nuestra felicidad
no dejaban de cantar melodiosamente solidarizándose con nuestro gran amor.
Y sin haber dormido bien, me dirigí a la cocina a preparar
el desayuno para mi amado, vi que se levantó y dirigiéndose al baño, me
expresó.
--Buen día bebesita--, --ahora estoy contigo--, me dijo
amoroso acariciándome la cabellera y regalándome el más dulce de los besos.
Entre charla y desayuno pasaron los minutos, de pronto,
escuchamos sonar su celular, él se me quedó mirando como dudando en contestar,
asentí con la cabeza sin dejar de sonreírle. Sólo escuché que respondió a la
persona que estaba de aquél lado de la línea.
--De acuerdo, ahora mismo voy para allá--.
-- Amor, tengo que salir--, dijo y salió apresurado sin
terminar su desayuno--.
Me quedé sentada dando gracias a Dios, porque tenía trabajo.
Tomé el collar de Jarig y luego de atarla a su correa salí de la cabaña para
dirigirme al pueblo. Esta vez no me tomarían de sorpresa, iría a dejar a Jarig
al veterinario para que le dieran su baño y su corte de pelo.
Estando en el veterinario Jorge me llamó para comunicarme
que no lo esperara a comer, llegaría tarde.
Sin apagar el celular me quedé con él pegado al oído
pensando mil cosas. Cuando inesperadamente de aquél lado de la línea escuché
una voz conocida de mujer. A Jorge sé le había olvidado apagar el celular. Era
ella, mi mejor amiga Stella, si, era ella no cabía duda, era su voz.
Me puse de píe y comencé a caminar nerviosa sin dejar de
escuchar lo que decían.
--No estoy de acuerdo en seguir compartiéndote con
Anastasia--, --así que le pides el divorcio o aquí terminamos, dijo muy
alterada--.
Jorge por su lado respondió, --te he dicho que es algo
despistada, tú la conoces vive en su mágico Mundo, nunca se dará cuenta que tú
y yo--
Sentí que el mundo sé me venía encima, por un momento quedé
paralizada sin saber qué hacer. Mi castillo de cristal se derrumbaba a pedazos.
No supe ni como llegué a la cabaña y después de guardar mis sueños en la maleta
y escribirle un mensaje de despedida a Jorge, también recordándole que pasara
recoger a Jarig a las seis de la tarde con el veterinario. Marché de mi
maravilloso mundo para siempre con el corazón lastimado y el alma pisoteada.
Jurándome una y otra vez nunca más volver a amar.
Lo amaba tanto que
fui tan cobarde, no quise escuchar de sus labios la confesión de su desliz. Por
dignidad más que por orgullo decidí hacerme a un lado y dejarlo ser feliz con
su nueva adquisición. Con el rostro en alto e inundado de un mar de lágrimas,
pero también orgullosa de haber entregado lo mejor de mí. Sin decir nada a nadie
deambulé no sé cuánto tiempo por la gran urbe. Luego decidí irme vivir a la
montaña ausentándome del mundo solo con mi antigua y querida compañera, mi fiel
amiga soledad. Y en la vieja maleta sólo
un montón de ilusiones hechas trizas.
Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.
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