jueves, 29 de febrero de 2024

UN DÍA PERFECTO PARA EL PEZ PLÁTANO






 J. D. SALINGER 















  En el hotel había noventa y siete agentes de publicidad neoyorquinos. Como monopolizaban las líneas telefónicas de larga distancia, la chica del 507 tuvo que esperar su llamada desde el mediodía hasta las dos y media de la tarde. Pero no perdió el tiempo. En una revista femenina leyó un artículo titulado «El sexo es divertido o infernal». Lavó su peine y su cepillo. Quitó una mancha de la falda de su traje beige. Corrió un poco el botón de la blusa de Saks. Se arrancó los dos pelos que acababan de salirle en el lunar. Cuando, por fin, la operadora la llamó, estaba sentada en el alféizar de la ventana y casi había terminado de pintarse las uñas de la mano izquierda. No era una chica a la que una llamada telefónica le produjera gran efecto. Se comportaba como si el teléfono hubiera estado sonando constantemente desde que alcanzó la pubertad. Mientras sonaba el teléfono, con el pincelito del esmalte se repasó una uña del dedo meñique, acentuando el borde de la lúnula. Tapó el frasco y, poniéndose de pie, abanicó en el aire su mano pintada, la izquierda. Con la mano seca, tomó del alféizar un cenicero repleto y lo llevó hasta la mesita de noche, donde estaba el teléfono. Se sentó en una de las dos camas gemelas ya hecha y-ya era la cuarta o quinta llamada-levantó el auricular del teléfono. -Diga-dijo, manteniendo extendidos los dedos de la mano izquierda lejos de la bata de seda blanca, que era lo único que llevaba puesto, junto con las chinelas: los anillos estaban en el cuarto de baño. -Su llamada a Nueva York, señora Glass-dijo la operadora. -Gracias-contestó la chica, e hizo sitio en la mesita de noche para el cenicero. A través del auricular llegó una voz de mujer: -¿Muriel? ¿Eres tú? La chica alejó un poco el auricular del oído. -Sí, mamá. ¿Cómo estás?-dijo. -He estado preocupadísima por ti. ¿Por qué no has llamado? ¿Estás bien? -Traté de telefonear anoche y anteanoche. Los teléfonos aquí han... -¿Estás bien, Muriel? La chica separó un poco más el auricular de su oreja. -Estoy perfectamente. Hace mucho calor. Este es el día más caluroso que ha habido en Florida desde... -¿Por qué no has llamado antes? He estado tan preocupada... -Mamá, querida, no me grites. Te oigo perfectamente -dijo la chica-. Anoche te llamé dos veces. Una vez justo después... -Le dije a tu padre que seguramente llamarías anoche. Pero no, él tenía que... ¿estás bien, Muriel? Dime la verdad. -Estoy perfectamente. Por favor, no me preguntes siempre lo mismo. -¿Cuándo llegasteis?



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-No sé... el miércoles, de madrugada. -¿Quién condujo? -Él-dijo la chica-. Y no te asustes. Condujo bien. Yo misma estaba asombrada. -¿Condujo él? Muriel, me diste tu palabra de que... -Mamá-interrumpió la chica-, acabo de decírtelo. Condujo perfectamente. No pasamos de ochenta en todo el trayecto, ésa es la verdad. -¿No trató de hacer el tonto otra vez con los árboles? -Vuelvo a repetirte que condujo muy bien, mamá. Vamos, por favor. Le pedí que se mantuviera cerca de la línea blanca del centro, y todo lo demás, y entendió perfectamente, y lo hizo. Hasta se esforzaba por no mirar los árboles... se notaba. Por cierto, ¿papá ha hecho arreglar el coche? -Todavía no. Es que piden cuatrocientos dólares, sólo para... -Mamá, Seymour le dijo a papá que pagaría él. Así que no hay motivo para... -Bueno, ya veremos. ¿Cómo se portó? Digo, en el coche y demás... -Muy bien-dijo la chica. -¿Sigue llamándote con ese horroroso...? -No. Ahora tiene uno nuevo -¿Cuál? -Mamá... ¿qué importancia tiene? -Muriel, insisto en saberlo. Tu padre... -Está bien, está bien. Me llama Miss Buscona Espiritual 1948-dijo la chica, con una risita. -No tiene nada de gracioso, Muriel. Nada de gracioso. Es horrible. Realmente, es triste. Cuando pienso cómo... -Mamá-interrumpió la chica-, escúchame. ¿Te acuerdas de aquel libro que me mandó de Alemania? Unos poemas en alemán. ¿Qué hice con él? Me he estado rompiendo la cabeza... -Lo tienes tú. -¿Estás segura?-dijo la chica. -Por supuesto. Es decir, lo tengo yo. Está en el cuarto de Freddy. Lo dejaste aquí y no había sitio en la... ¿Por qué? ¿Te lo ha pedido él? -No. Simplemente me preguntó por él, cuando veníamos en el coche. Me preguntó si lo había leído. -¡Pero está en alemán! -Sí, mamita. Ese detalle no tiene importancia-dijo la chica, cruzando las piernas-. Dijo que casualmente los poemas habían sido escritos por el único gran poeta de este siglo. Me dijo que debería haber comprado una traducción o algo así. O aprendido el idioma... nada menos.. . -Espantoso. Espantoso. Es realmente triste... Ya decía tu padre anoche... -Un segundo, mamá-dijo la chica. Se acercó hasta el alféizar en busca de cigarrillos, encendió uno y volvió a sentarse en la cama-. ¿Mamá?-dijo, echando una bocanada de humo. -Muriel, mira, escúchame. -Te estoy escuchando. -Tu padre habló con el doctor Sivetski. -¿Sí?-dijo la chica. 5 -Le contó todo. Por lo menos, eso me dijo, ya sabes cómo es tu padre. 




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Le contó todo. Por lo menos, eso me dijo, ya sabes cómo es tu padre. Los árboles. Ese asunto de la ventana. Las cosas horribles que le dijo a la abuela acerca de sus proyectos sobre la muerte. Lo que hizo con esas fotos tan bonitas de las Bermudas... ¡Todo! -¿Y...?-dijo la chica. -En primer lugar, dijo que era un verdadero crimen que el ejército lo hubiera dado de alta del hospital. Palabra. En definitiva, dijo a tu padre que hay una posibilidad, una posibilidad muy grande, dijo, de que Seymour pierda por completo la razón. Te lo juro. -Aquí, en el hotel, hay un psiquiatra -dijo la chica. -¿Quién? ¿Cómo se llama? -No sé. Rieser o algo así. Dicen que es un psiquiatra muy bueno. -Nunca lo he oído nombrar. -De todos modos, dicen que es muy bueno. -Muriel, por favor, no seas inconsciente. Estamos muy preocupados por ti. Lo cierto es que... anoche tu padre estuvo a punto de enviarte un telegrama para que volvieras inmediatamente a casa... -Por ahora no pienso volver, mamá. Así que tómalo con calma -Muriel, te doy mi palabra. El doctor Sivetski ha dicho que Seymour podía perder por completo la... -Mamá, acabo de llegar. Hace años que no me tomo vacaciones, y no pienso meter todo en la maleta y volver a casa porque sí-dijo la chica-. Por otra parte, ahora no podría viajar. Estoy tan quemada por el sol que ni me puedo mover. -¿Te has quemado mucho? ¿No has usado ese bronceador que te puse en la maleta? Está... -Lo usé. Pero me quemé lo mismo. -¡Qué horror! ¿Dónde te has quemado? -Me he quemado toda, mamá, toda. -¡Qué horror! -No me voy a morir. -Dime, ¿has hablado con ese psiquiatra? -Bueno... sí... más o menos...-dijo la chica. -¿Qué dijo? ¿Dónde estaba Seymour cuando le hablaste? -En la Sala Océano, tocando el piano. Ha tocado el piano las dos noches que hemos pasado aquí. -Bueno, ¿qué dijo? -¡Oh, no mucho! ¡Él fue el primero en hablar. Yo estaba sentada anoche a su lado, jugando al bingo, y me preguntó si el que tocaba el piano en la otra sala era mi marido. Le dije que sí, y me preguntó si Seymour había estado enfermo o algo por el estilo. Entonces yo le dije... -¿Por que te hizo esa pregunta? -No sé, mamá. Tal vez porque lo vio tan pálido, y yo qué sé-dijo la chica-. La cuestión es que, después de jugar al bingo, él y su mujer me invitaron a tomar una copa. Y yo acepté. La mujer es espantosa. ¿Te acuerdas de aquel vestido de noche tan horrible que vimos en el escaparate de Bonwit? Aquel vestido que tú dijiste que para llevarlo había que tener un pequeño, pequeñísimo...


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-¿El verde? -Lo llevaba puesto. ¡Con unas cadenas...! Se pasó el rato preguntándome si Seymour era pariente de esa Suzanne Glass que tiene una tienda en la avenida Madison... la mercería... -Pero ¿qué dijo él? El médico. -Ah, sí... Bueno... en realidad, no dijo mucho. Sabes, estábamos en el bar. Había mucho barullo. -Sí, pero... ¿le... le dijiste lo que trató de hacer con el sillón de la abuela? -No, mamá. No entré en detalles-dijo la chica-. Seguramente podré hablar con él de nuevo. Se pasa todo el día en el bar. -¿No dijo si había alguna posibilidad de que pudiera ponerse... ya sabes, raro, o algo así...? ¿De que pudiera hacerte algo...? -En realidad, no-dijo la chica-. Necesita conocer más detalles, mamá. Tienen que saber todo sobre la infancia de uno... todas esas cosas. Ya te digo, había tanto ruido que apenas podíamos hablar. -En fin. ¿Y tu abrigo azul? -Bien. Le subí un poco las hombreras. -¿Cómo es la ropa este año? -Terrible. Pero preciosa. Con lentejuelas por todos lados. -¿Y tu habitación? -Está bien. Pero nada más que eso. No pudimos conseguir la habitación que nos daban antes de la guerra-dijo la chica-. Este año la gente es espantosa. Tendrías que ver a los que se sientan al lado nuestro en el comedor. Parece que hubieran venido en un camión. -Bueno, en todas partes es igual. ¿Y tu vestido de baile? -Demasiado largo. Te dije que era demasiado largo. -Muriel, te lo voy a preguntar una vez más... ¿En serio, va todo bien? -Sí, mamá-dijo la chica-. Por enésima vez. -¿Y no quieres volver a casa? -No, mamá. -Tu padre dijo anoche que estaría encantado de pagarte el viaje si quisieras irte sola a algún lado y pensarlo bien. Podrías hacer un hermoso crucero. Los dos pensamos... -No, gracias-dijo la chica, y descruzó las piernas-. -Mamá, esta llamada va a costar una for... -Cuando pienso cómo estuviste esperando a ese muchacho durante toda la guerra... quiero decir, cuando una piensa en esas esposas alocadas que... -Mamá-dijo la chica-. Colguemos. Seymour puede llegar en cualquier momento. -¿Dónde está? -En la playa. -¿En la playa? ¿Solo? ¿Se porta bien en la playa? -Mamá-dijo la chica-. Hablas de él como si fuera un loco furioso. -No he dicho nada de eso, Muriel.




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-Bueno, ésa es la impresión que das. Mira, todo lo que hace es estar tendido en la arena. Ni siquiera se quita el albornoz. -¿Que no se quita el albornoz? ¿Por qué no? -No lo sé. Tal vez porque tiene la piel tan blanca. -Dios mío, necesita tomar sol. ¿Por qué no lo obligas? -Lo conoces muy bien-dijo la chica, y volvió a cruzar las piernas-. Dice que no quiere tener un montón de imbéciles alrededor mirándole el tatuaje. -¡Si no tiene ningún tatuaje! ¿O acaso se hizo tatuar cuando estaba en la guerra? -No, mamá. No, querida-dijo la chica, y se puso de pie-. Escúchame, a lo mejor te llamo otra vez mañana. -Muriel, hazme caso. -Sí, mamá-dijo la chica, cargando su peso sobre la pierna derecha. -Llámame en cuanto haga, o diga, algo raro..., ya me entiendes. ¿Me oyes? -Mamá, no le tengo miedo a Seymour. -Muriel, quiero que me lo prometas. -Bueno, te lo prometo. Adiós, mamá-dijo la chica-. Besos a papá-y colgó. -Ver más vidrio-dijo Sybil Carpenter, que estaba alojada en el hotel con su madre-. ¿Has visto más vidrio? -Cariño, por favor, no sigas repitiendo eso. Vas a volver loca a mamaíta. Estáte quieta, por favor. La señora Carpenter untaba la espalda de Sybil con bronceador, repartiéndolo sobre sus omóplatos, delicados como alas. Sybil estaba precariamente sentada sobre una enorme y tensa pelota de playa, mirando el océano. Llevaba un traje de baño de color amarillo canario, de dos piezas, una de las cuales en realidad no necesitaría hasta dentro de nueve o diez años. -No era más que un simple pañuelo de seda... una podía darse cuenta cuando se acercaba a mirarlo-dijo la mujer sentada en la hamaca contigua a la de la señora Carpenter-. Ojalá supiera cómo lo anudó. Era una preciosidad. -Por lo que dice, debía de ser precioso-asintió la señora Carpenter. -Estáte quieta, Sybil, cariño... -¿Viste más vidrio?-dijo Sybil. La señora Carpenter suspiró. -Muy bien-dijo. Tapó el frasco de bronceador-. Ahora vete a jugar, cariño. Mamaíta va a ir al hotel a tomar un martini con la señora Hubbel. Te traeré la aceituna. Cuando estuvo libre, Sybil echó a correr inmediatamente por el borde firme de la playa hacia el Pabellón de los Pescadores. Se detuvo únicamente para hundir un pie en un castillo de arena inundado y derruido, y en seguida dejó atrás la zona reservada a los clientes del hotel. Caminó cerca de medio kilómetro y de pronto echó a correr oblicuamente, alejándose del agua hacia la arena blanda. Se detuvo al llegar junto a un hombre joven que estaba echado de espaldas. -¿Vas a ir al agua, ver más vidrio?-dijo.



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El joven se sobresaltó, llevándose instintivamente la mano derecha a las solapas del albornoz. Se volvió boca abajo, dejando caer una toalla enrollada como una salchicha que tenía sobre los ojos, y miró de reojo a Sybil. -¡Ah!, hola, Sybil. -¿Vas a ir al agua? -Te esperaba-dijo el joven-. ¿Qué hay de nuevo? -¿Qué?-dijo Sybil. -¿Qué hay de nuevo? ¿Qué programa tenemos? -Mi papá llega mañana en un avión-dijo Sybil, tirándole arena con el pie. -No me tires arena a la cara, niña-dijo el joven, cogiendo con una mano el tobillo de Sybil-. Bueno, ya era hora de que tu papi llegara. Lo he estado esperando horas. Horas. -¿Dónde está la señora?-dijo Sybil. -¿La señora?-el joven hizo un movimiento, sacudiéndose la arena del pelo ralo-. Es difícil saberlo, Sybil. Puede estar en miles de lugares. En la peluquería. Tiñiéndose el pelo de color visón. O en su habitación, haciendo muñecos para los niños pobres. Se puso boca abajo, cerró los dos puños, apoyó uno encima del otro y acomodó el mentón sobre el de arriba. -Pregúntame algo más, Sybil-dijo-. Llevas un bañador muy bonito. Si hay algo que me gusta, es un bañador azul. Sybil lo miró asombrada y después contempló su prominente barriga. -Es amarillo-dijo-. Es amarillo. -¿En serio? Acércate un poco más. Sybil dio un paso adelante. -Tienes toda la razón del mundo. Qué tonto soy. -¿Vas a ir al agua?-dijo Sybil. -Lo estoy considerando seriamente, Sybil. Lo estoy pensando muy en serio. Sybil hundió los dedos en el flotador de goma que el joven usaba a veces como almohadón. -Necesita aire-dijo. -Es verdad. Necesita más aire del que estoy dispuesto a admitir-retiró los puños y dejó que el mentón descansara en la arena-. Sybil-dijo-, estás muy guapa. Da gusto verte. Cuéntame algo de ti-estiró los brazos hacia delante y tomó en sus manos los dos tobillos de Sybil-. Yo soy capricornio. ¿Cuál es tu signo? -Sharon Lipschutz dijo que la dejaste sentarse a tu lado en el taburete del piano-dijo Sybil. -¿Sharon Lipschutz dijo eso? Sybil asintió enérgicamente. Le soltó los tobillos, encogió los brazos y apoyó la mejilla en el antebrazo derecho. -Bueno -dijo-. Tú sabes cómo son estas cosas, Sybil. Yo estaba sentado ahí, tocando. Y tú te habías perdido de vista totalmente y vino Sharon Lipschutz y se sentó a mi lado. No podía echarla de un empujón, ¿no es cierto? -Sí que podías. -Ah, no. No era posible. Pero ¿sabes lo que hice? -¿Qué? -Me imaginé que eras tú.



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Sybil se agachó y empezó a cavar en la arena. -Vayamos al agua-dijo. -Bueno-replicó el joven-. Creo que puedo hacerlo. -La próxima vez, échala de un empujón -dijo Sybil. -¿Que eche a quién? -A Sharon Lipschutz. -Ah, Sharon Lipschutz -dijo él-. ¡Siempre ese nombre! Mezcla de recuerdos y deseos.-De repente se puso de pie y miró el mar-. Sybil-dijo-, ya sé lo que podemos hacer. Intentaremos pescar un pez plátano. -¿Un qué? -Un pez plátano-dijo, y desanudó el cinturón de su albornoz. Se lo quitó. Tenía los hombros blancos y estrechos. El traje de baño era azul eléctrico. Plegó el albornoz, primero a lo largo y después en tres dobleces. Desenrolló la toalla que se había puesto sobre los ojos, la tendió sobre la arena y puso encima el albornoz plegado. Se agachó, recogió el flotador y se lo puso bajo el brazo derecho. Luego, con la mano izquierda, tomó la de Sybil. Los dos echaron a andar hacia el mar. -Me imagino que ya habrás visto unos cuantos peces plátano-dijo el joven. Sybil negó con la cabeza. -¿En serio que no? Pero, ¿dónde vives, entonces? -No sé-dijo Sybil. -Claro que lo sabes. Tienes que saberlo. Sharon Lipschutz sabe dónde vive, y sólo tiene tres años y medio. Sybil se detuvo y de un tirón soltó su mano de la de él. Recogió una concha y la observó con estudiado interés. Luego la tiró. -Whirly Wood, Connecticut-dijo, y echó nuevamente a andar, sacando la barriga. -Whirly Wood, Connecticut-dijo el joven-. ¿Eso, por casualidad, no está cerca de Whirly Wood, Connecticut? Sybil lo miró: -Ahí es donde vivo-dijo con impaciencia-. Vivo en Whirly Wood, Connecticut. Se adelantó unos pasos, se cogió el pie izquierdo con la mano izquierda y dio dos o tres saltos. -No puedes imaginarte cómo lo aclara todo eso -dijo él. Sybil soltó el pie: -¿Has leído El negrito Sambo?-dijo. -Es gracioso que me preguntes eso-dijo él-. Da la casualidad que acabé de leerlo anoche.-Se inclinó y volvió a tomar la mano de Sybil-. ¿Qué te pareció? -¿Te acuerdas de los tigres que corrían todos alrededor de ese árbol? -Creí que nunca iban a parar. Jamás vi tantos tigres. -No eran más que seis-dijo Sybil. -¡Nada más que seis! -dijo el joven-. ¿Y dices «nada más»? -¿Te gusta la cera?-preguntó Sybil. -¿Si me gusta qué?



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-La cera. -Mucho. ¿A ti no? Sybil asintió con la cabeza: -¿Te gustan las aceitunas?-preguntó. -¿Las aceitunas?... Sí. Las aceitunas y la cera. Nunca voy a ningún lado sin ellas. -¿Te gusta Sharon Lipschutz?-preguntó Sybil. -Sí. Sí me gusta. Lo que más me gusta de ella es que nunca hace cosas feas a los perritos en la sala del hotel. Por ejemplo, a ese bulldog enano de la señora canadiense. Te resultará difícil creerlo, pero hay algunas niñas que se divierten mucho pinchándolo con los palitos de los globos. Pero Sharon, jamás. Nunca es mala ni grosera. Por eso la quiero tanto. Sybil no dijo nada. -Me gusta masticar velas-dijo ella por último. -Ah, ¿y a quién no?-dijo el joven mojándose los pies-. ¡Diablos, qué fría está!-Dejó caer el flotador en el agua-. No, espera un segundo, Sybil. Espera a que estemos un poquito más adentro. Avanzaron hasta que el agua llegó a la cintura de Sybil. Entonces el joven la levantó y la puso boca abajo en el flotador. -¿Nunca usas gorro de baño ni nada de eso?-preguntó él. -No me sueltes-dijo Sybil-. Sujétame, ¿quieres? -Señorita Carpenter, por favor. Yo sé lo que estoy haciendo-dijo el joven-. Ocúpate sólo de ver si aparece un pez plátano. Hoy es un día perfecto para los peces plátano. -No veo ninguno-dijo Sybil. -Es muy posible. Sus costumbres son muy curiosas. Muy curiosas. Siguió empuiando el flotador. El agua le llegaba al pecho. -Llevan una vida triste-dijo-. ¿Sabes lo que hacen, Sybil? Ella negó con la cabeza. -Bueno, te lo explicaré. Entran en un pozo que está lleno de plátanos. Cuando entran, parecen peces como todos los demás. Pero, una vez dentro, se portan como cerdos, ¿sabes? He oído hablar de peces plátano que han entrado nadando en pozos de plátanos y llegaron a comer setenta y ocho plátanos-empujó al flotador y a su pasajera treinta centímetros más hacia el horizonte-. Claro, después de eso engordan tanto que ya no pueden salir. No pasan por la puerta. -No vayamos tan lejos-dijo Sybil-. ¿Y qué pasa despues con ellos? -¿Qué pasa con quiénes? -Con los peces plátano. -Bueno, ¿te refieres a después de comer tantos plátanos que no pueden salir del pozo? -Sí-dijo Sybil. -Mira, lamento decírtelo, Sybil. Se mueren. -¿Por qué?-preguntó Sybil. -Contraen fiebre platanífera. Una enfermedad terrible. -Ahí viene una ola-dijo Sybil nerviosa. -No le haremos caso. La mataremos con la indiferencia-dijo el joven-, como dos engreídos.



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 Tomó los tobillos de Sybil con ambas manos y empujó hacia delante. El flotador levantó la proa por encima de la ola. El agua empapó los cabellos rubios de Sybil, pero sus gritos eran de puro placer. Cuando el flotador estuvo nuevamente inmóvil, se apartó de los ojos un mechón de pelo pegado, húmedo, y comentó: -Acabo de ver uno. -¿Un qué, amor mío? -Un pez plátano. -¡No, por Dios!-dijo el joven-. ¿Tenía algún plátano en la boca? -Sí-dijo Sybil-. Seis. De pronto, el joven tomó uno de los mojados pies de Sybil que colgaban por el borde del flotador y le besó la planta. -¡Eh!-dijo la propietaria del pie, volviéndose. -¿Cómo, eh? Ahora volvamos. ¿Ya te has divertido bastante? -¡No! -Lo siento-dijo, y empujó el flotador hacia la playa hasta que Sybil descendió. El resto del carnino lo llevó bajo el brazo. -Adiós -dijo Sybil, y salió corriendo hacia el hotel. El joven se puso el albornoz, cruzó bien las solapas y metió la toalla en el bolsillo. Recogió el flotador mojado y resbaladizo y se lo acomodó bajo el brazo. Caminó solo, trabajosamente, por la arena caliente, blanda, hasta el hotel. En el primer nivel de la planta baja del hotel-que los bañistas debían usar según instrucciones de la gerencia- entró con él en el ascensor una mujer con la nariz cubierta de pomada. -Veo que me está mirando los pies-dijo él, cuando el ascensor se puso en marcha. -¿Cómo dice?-dijo la mujer. -Dije que veo que me está mirando los pies. -Perdone, pero casualmente estaba mirando el suelo -dijo la muier, y se volvió hacia las puertas del ascensor. -Si quiere mirarme los pies, dígalo-dijo el joven-. Pero, maldita sea, no trate de hacerlo con tanto disimulo. -Déjeme salir, por favor-dijo rápidamente la mujer a la ascensorista. Cuando se abrieron las puertas, la mujer salió sin mirar hacia atrás. -Tengo los pies completamente normales y no veo por qué demonios tienen que mirármelosdijo el joven-. Quinto piso, por favor. Sacó la llave de la habitación del bolsillo de su albornoz. Bajó en el quinto piso, caminó por el pasillo y abrió la puerta del 507. La habitación olía a maletas nuevas de piel de ternera y a quitaesmalte de uñas. Echó una ojeada a la chica que dormía en una de las camas gemelas. Después fue hasta una de las maletas, la abrió y extrajo una automática de debajo de un montón de calzoncillos y camisetas, una Ortgies calibre 7,65. Sacó el cargador, lo examinó y volvió a colocarlo. Quitó el seguro. Después se sentó en la cama desocupada, miró a la chica, apuntó con la pistola y se disparó un tiro en la sien derecha.



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lunes, 26 de febrero de 2024

INGENUO CORAZÓN

 



(Décimas endecasílabas)

 




Quisiera comprendieras alma mía

que el corazón no entiende de razones

a veces, en algunas ocasiones

conspira con arte y con maestría.

Y lastima su palurda osadía

Pero es algo que no logro explicar

¿Por qué el corazón se empeña en amar?,

cuando su lugar ha sido usurpado.

Partido de tajo, pisoteado

porqué en la obstinación suele posar.

 

Porqué en la obstinación suele posar

sigue dando paso a la sinrazón

vagando en la terrible confusión

y suele con le lucero soñar.

De una quimera volver a abrazar

arrogante creyendo que ha vencido

sintiéndose por Numen protegido

en lo secreto gime su derrota.

Fracaso que vocean las gaviotas

citan el ultimátum de cupido.



Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.

 

 

ANHELOS DEL CORAZÓN

 



(Décimas octosílabas)

 

Va la vida sin sentir

los años mozos partieron

más los sueños no se fueron

habitan en mí latir.

Áuricos niegan partir

navegan sobre las olas

tal ruidosas caracolas

y suelen mi alma nutrir.

alentando a perseguir

la savia que me acrisolas.

 

La savia que me acrisolas

¡no te vayas ilusión!

de mi alma eres la pasión

tú mi destino controlas.

Como viento a fuertes olas

luz del alma bendición

serás siempre mi dicción

la luz de mis aureolas.

Tú mi destino enarbolas

empeño del corazón.


Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.

domingo, 25 de febrero de 2024

ÁCIDRA

 


 



 

Libia, una bella joven quien cayó en las adicciones, un día siendo aún menor de edad se perdió. Por más que la buscaron incluso después de haber difundido su extravío por la llamada Alerta Amber en las primeras horas de su pérdida, no apareció sino hasta diez años después aparentemente curada de su enfermedad.

Sus padres, tratando de hacerla sentir bien y confiada en sí misma, reunieron a sus amigos más cercanos para celebrar su aparición en circunstancias ciertamente aceptables para la gravedad del caso. Organizaron una excursión como las hacían en sus mejores tiempos y, llegado el momento, fueron al extenso bosque cercano a la ciudad en donde vivían deseando pasar un divertido fin de semana. Aunque ella se había negado inicialmente a acompañarles no les fue difícil convencerla, pues amaba la Naturaleza, decía que le daba buena vibra y que se sentía renovada cada vez que visitaba el bosque.

Luego de haber llegado y comido ya parte de lo que llevaban en diversas viandas, siendo aproximadamente las seis de la tarde, se despidió de los amigos que se encontraban bañándose en la cascada disfrutando del cálido verano, ya que sentía algunas molestias debido a que traía desveladas acumuladas de esos diez años. Se retiró a la casa de campaña a descansar y se quedó tan profundamente dormida, que apenas sintió cuando sus acompaños regresaron del agua. De pronto un ruido la arrancó de los brazos de Morfeo a media noche, y volteó a ver a sus amigas con las que compartía la casa de campaña, las cuales se encontraban profundamente dormidas.

Inicialmente creyó que habían sido los ronquidos que la habían despertado pero, al voltearse para tratar de seguir durmiendo, volvió a oír el mismo ruido extraño que había escuchado anteriormente, así que salió de la casa de campaña para ver de qué se trataba. Al asomarse, logró ver con la luz de la Luna algo que corrió a esconderse detrás de uno de los gigantescos arboles del lugar. Y armándose de valor con lámpara en mano, se dispuso a descubrir qué era esa cosa extraña que le había impedido conciliar el sueño otra vez.

Al llegar al árbol, no encontró nada, y debido a la espesura del bosque le fue difícil ver alguna huella, aunque sí alcanzó a escuchar el ruido de las hojas que se movían, y siguió en dirección del sonido. De pronto reaccionó y decidió volver adonde estaban sus compañeros. Sintió temor a perderse debido al frío y a la oscuridad, y se dio la vuelta para regresar. Fue en ese instante que volvió a escuchar ese extraño ruido, y decidió descubrir qué era eso que trataba de asustarla. Un segundo después vio una sombra parada frente a ella, la cual no alcanzó a descubrir que era. De lo que sí estaba segura, era de que no se trataba de ningún animal. Clavó entonces la mirada en aquel intruso que la miraba sin parpadear, al igual que ella lo hacía, pero debido a la oscuridad sólo se podían distinguir unos ojos brillantes como brazas que la miraban fijamente sin perder detalle.

Luego, en un instante y sin saber la razón, esa cosa se echó a correr. Libia  decidió seguirlo. Era como de medio metro y se movía con demasiada agilidad. De pronto, la lámpara comenzó a fallarle y se vio en medio de una tenebrosa oscuridad, pero guiada por el ruido de las hojas y la luz de la Luna que se filtraba por las copas de los árboles, se sintió invadida por un valor que ella misma desconocía, así que siguió detrás de esa extraña cosa.

Sin dejar de agitar la lámpara que prendía por ratos, se encontró de pronto dentro de un lugar extraño, totalmente iluminado, donde se apreciaba hasta el más mínimo detalle. Fue entonces que se vio rodeada de unos seres salidos como de otra dimensión, de piel verduzca y baja estatura, mismos que la rodeaban sorprendidos mirándola de arriba abajo. De pronto se sintió paralizada del miedo, arrepentida de haberse alejado del campamento.

Uno de esos seres la tomó de la mano conduciéndola al interior de ese lugar, y fueron seguidos por los demás. Parecían amigables, pero no dejaba de sentir temor al mirarlos tan extraños y amorfos. Sentía que la estaban conduciendo a la profundidad de la tierra, donde no había final a la vista. Todo lo que veía la dejaba asombrada. Se trataba al parecer de otro Mundo con un ecosistema diferente y vegetación de grandes proporciones. Hasta el aire que respiraba tenía un olor extraño y era además como si el tiempo no existiera. De pronto se sintió flotar y buscó la salida de la cueva Fue en ese instante que escuchó una voz masculina decir unas palabras que la hicieron estremecer.

-Esta joven murió a causa de una sobredosis.

Abrió los ojos sobresaltada sintiéndose en seguida flotando en ese cuarto que desconocía y, entonces, desde lo alto del techo, no pudo lograr reconocer a las personas que lloraban junto a su cuerpo tendido en aquella cama.



 

Autoría: Ma Gloria Carreón Zapata.

© (Copyright

Imagen tomada de Google.

viernes, 23 de febrero de 2024

RELENTE DIVINO.

 



(Dueto Literario)

Décimas octosílabas.



Autores: Ma. Gloria Carreón Zapata. (México)

Antonio Escobar Mendivez. (Perú)

 

Ma. Gloria Carreón Zapata.

 

Se desliza el pensamiento

refrescando la memoria

de dicha se vanagloria

el bendito sentimiento.

Disfrutando del momento

el rocío matutino

ligero líquido fino

que danza sobre mi rostro.

Cuando ante el altar me postro

rezándole al ser Divino.

 

Antonio Escobar Mendivez.

 

Tu delicadeza aflora

cuando tu fina rodilla

hunde al surco la semilla

de la oración sin demora.

Y cuando el sol y la aurora

te sorprenden, adivino

que se abre un nuevo camino

de ternura sacrosanta.

El cielo te ve en su manta

rezándole al ser divino.

 

Ma. Gloria Carreón Zapata.

 

Rezándole al ser Divino

por sus grandes bendiciones

que alivianan mis presiones

en Él, mi rostro recuesto

y por su palabra apuesto

llevándome de su mano

de su gran amor me ufano

cuando la ruina me alcanza.

Pongo el mal en la balanza

y siento el andar liviano.

 

Antonio Escobar Mendivez.

 

Y siento el andar liviano

de las rosas del jardín

y entre ellas un serafín

que te coge de la mano.

Entonces el ser humano

que guarda tu corazón

es la más bella canción

que te regala el paisaje.

Dios te reserva de traje

la más bonita oración.



Imagen tomada de Google.

miércoles, 21 de febrero de 2024

RELENTE DIVINO.


 



Se desliza el pensamiento

refrescando la memoria

de dicha se vanagloria

el bendito sentimiento.

Disfrutando del momento

el rocío matutino

ligero líquido fino

que danza sobre mi rostro.

Cuando ante el altar me postro

rezándole al ser Divino.

 

Rezándole al ser Divino

por sus grandes bendiciones

que alivianan mis presiones

en Él, mi rostro recuesto

y por su palabra apuesto

 llevándome de su mano

de su gran amor me ufano

cuando la ruina me alcanza.

Pongo el mal en la balanza

y siento el andar liviano.

 

Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.

martes, 20 de febrero de 2024

ACRÓSTICO PARA EMILIA.

 





E nsoñación en tus ojos que

M iran con inocencia

I nvestigando la vida

L lenándola de tu presencia

I nmensamente intuitiva

A sí es vuestra princesa.



Autora: Rosita Blanca Piñerofernandez

País: Venezuela.

MUJER

 



(Décimas endecasílabas)

 

Hoy es un día grandioso, especial

preñada de ilusiones anda el alma

transcurre por la vida lento, en calma

alejada de todo vendaval.

Guardo un sueño, bajo el modesto umbral

carnaval que es mi fantástica vida

donde la negra murria está prohibida

sé extraer de lo amargo su dulzor.

Anteponiendo a mi vida el amor

capaz de resanar graves heridas.

 

Capaz de resanar graves heridas

que laceran recuerdos del ayer

y mi honorabilidad de mujer

de confianza y anhelos va vestida.

Fémina, que no se da por vencida

eximio de réproba injuria, agravios

paladeo en mi amén acres resabios

vagando voy por ignotas veredas.

Y largos páramos de arcilla y greda

con el perdón en mis ardientes labios.

 

 

Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.

 

 

 

domingo, 18 de febrero de 2024

UN CANTO DE ESPERANZA.

 


(Décimas endecasílabas)

 

 

El trino melodioso del jilguero

se escucha por doquier en la pradera

anunciando la alegre primavera

canta a la par de un apuesto trovero.

Que guiado por aromas del romero

se pasea por toda la rivera

va agitando del amor la bandera

lo acecha enamorada la paloma.

Que entre las flores de dulces aromas

va trenzando su larga cabellera.

 

Va trenzando su larga cabellera

mirando fijamente a lontananza

sopesa los recuerdos en balanza

a la sombra de una verde palmera.

Íntima amiga de Luna lunera

quien con su brillo al horizonte hechiza

 tiñendo la ilusión que al fuego atiza

juntando va de su alma los retazos.

Ata al recuerdo coloridos lazos

 y en su Luna de plata se eterniza

 

 

 

Obra del  ilustrador BurakUlker.

Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.

 

 

 

 


sábado, 17 de febrero de 2024

SOL Y LUNA

 

 

 

La cristalera se desvela contemplando al lucero

ese titilante brillo la mantiene embelesada

sueña, le cuenta sus hazañas y su vida pasada

 él arrulla sus anhelos, le canta un tierno bolero.

 

El relente aleluya do los contempla desde lejos

gozando el gran amor que los enamorados profesan

entregados al derroche y en juramento, se besan

y ve como se abandonan a la luz de sus reflejos.

 

En nidal de los anhelos donde muy enamorados

tejen sublimes fantasías exaltando al amor

departiendo felicidad totalmente emocionados.

 

Disfrutan del nirvana el astro se siente triunfador

al despertar a un nuevo día felices relajados

descubre que la lumbrera siempre le brinda calor.



Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.

Imagen tomada de Google.

 

martes, 13 de febrero de 2024

ODA A LA AMISTAD

 





 

Autoras:  Marti Trainini. (Argentina)

Olga González Ferreiro (España)

Ma. Gloria Carreón Zapata. (México)

 

 

Increíble el tiempo que avizoraba el ritmo

de encontrarnos juntas en este camino

del diario vivir, propulsando el vilo

de saber que una, siente por la otra

y que en el dolor como la alegría

se place o padece, según lo vivido

espero y deseo amigas queridas

perdure en la cepa de madera buena

como del buen vino.

 

Vamos juntas escritoras y amigas

escribiendo la hermosa poesía

las tres seremos testigos

compartiendo amistad y alegría.

Escribiendo el poeta

un sentimiento especial,

encuentro virtual y el arte de la poesía

inspirando cada día

un hermoso vitral.

 

A veces ni me acuerdo de quien fui,

me sentía importante…

haciendo teatro yo he sido feliz

con ilusión con ojos de niña

siempre la poesía con mucho respeto

me queda pendiente.

Llegó a mi como una barca,

dos remos mis mejores escritoras

están conmigo como una ola

la más hermosa.

 

Seguimos avante, fieles guerreras

 a través del periodo y la distancia

de nuestra fiel amistad da constancia

 con plumas en mano, somos viajeras

confrontamos luchas duras, severas

caemos, nos erguimos y volamos

porque en nuestra inmensa fuerza confiamos

amigas hasta el final del camino

las dueñas de un fiel sentimiento, fino

que el mundo de la amistad conquistamos.

 

 

(LAS TRES MOSQUETERAS)

“Todas para una y una para todas”

14 de febrero 2024


lunes, 12 de febrero de 2024

INVIERNO

 



(Liras)

 

Despacio el firmamento

deja caer larga capa de plata

disfrutan del momento

y una alegre sonata

se deja escuchar tal dulce cantata.

 

Flores en la llanura

ataviadas de coloridos tonos

nos muestran su hermosura

y los demás colonos

dichosos trinan en sus tibios tronos.

 

En serena alegría

el astro los contempla satisfecho

 ilustra la bahía

que de arenal el lecho

también del estío saca provecho.

 

Todos confundidos

ven a lunita envuelta en su rebozo

se mantienen unidos

en alegre alborozo

invierno, el esplendor canta de gozo.


Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.

Imagen tomada de Google.

 

 

martes, 6 de febrero de 2024

SOLIDARIDAD

 

 




“El sabio no atesora. Cuanto más ayuda a los demás, 

más se beneficia. Cuanto más da a los demás,

 más obtiene para él.” /

 (Lao Tse)

 

 


 

Si nos preocupáramos un poco por nuestro prójimo y nuestro entorno, el Mundo sería diferente. No olvidemos que somos seres sociales y que todos necesitamos de todos. No podemos afirmar que somos felices cuando hay muchas personas sufriendo en medio de tanta violencia, hambre y corrupción imperante en todo el planeta gracias a la ambición de seres inconscientes con exacerbado amor por el dinero, sin pensar en las futuras generaciones. No permitamos que la codicia y el egoísmo nos arrebaten el importante valor de la solidaridad.

Tendamos la mano a quien la necesita.  Busquemos que esa sea nuestra forma de ser, y que en entregarnos a los demás radique la riqueza de nuestra alma. Sigamos promoviendo la solidaridad y haciendo un llamado a los padres para que no dejen de fomentar en sus hijos la generosidad, la lealtad, compañerismo; que les enseñen el significado de empatía, el valor de la amistad, del amor y del respeto en todas las aristas como sustento fundamental de los demás valores.




Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.

Imagen tomada de Google.

lunes, 5 de febrero de 2024

ENAMORADA.

 



(Rima GAONESA)

 

 

Fantasea el pensamiento con tu nombre

cierro los ojos, la pluma se desliza

peregrina el silencio que enmudecido

ha masticado el sabor de la ceniza

recordando tu apellido gentil hombre

y el corazón late apresuradamente

se acelera feliz y el recuerdo atiza

porque cerca, enamorado te presiente

 al despejarse la bruma sin que asombre

ver danzar a la ilusión en el vestido

segura de amarte la luna consiente

alucina que por siempre te ha tenido.

DICHA Y FORTUNA.

 



(Rima: Décima endecasílaba)


 

Son tus labios, tu amén y tu sonrisa

mensajeros de amor que en alto vuelo

visten mi alma brindándome consuelo

cuando soy abordada por la brisa.

El corazón me late muy de prisa

y lo contagia el gozo de la Luna

que danzando ya va por la laguna

su fragancia derrama y nos empapa.

Su magia misteriosa nos atrapa

presagia a nuestro amor dicha y fortuna.

 

Presagia a nuestro amor dicha y fortuna

cuando al unir tus labios con los míos

siento brotar del alma nuevos bríos

al mitigar con mimos esta hambruna.

Y me siento feliz como ninguna

 meciendo sueños muy enamorado

de caricias mi vida me has colmado

al vaciar en mi boca tus glaciales.

Que acarician de mi ser los trigales

y ovacionan este amor ha triunfado.

DE AMOR VESTIDA.

  Ha vagado entre luces del olvido manojos de quimeras de algún sueño que ya escondidas bajo adusto ceño de insidia lisonjera fue ...