“Dudo que algún día un ordenador
o un robot logre igualar la
intuición del intelecto humano.”
(Isaac Asimov)
Había decidido permanecer soltera. Tenía una profesión, un
buen trabajo, salud y belleza, ¿Qué más podía pedir a la vida?
A sus treinta y tres años se sentía satisfecha. Plena como
mujer.
Y al ver como su
hermano mayor dedicado a la construcción, y su cuñada quien prestaba sus
servicios como enfermera en una clínica particular, y a base de mucho sacrificio
sacaban a la familia adelante, Irene sentía pena por ellos.
- ¡No!, esa vida no es
para mí, no deseo que se repita la historia de mi madre, no quiero traer hijos
al Mundo a sufrir—
Pensó mientras se detenía en un quiosco de revistas para
adquirir algún libro. Amaba la literatura y pensaba que era la mejor inversión
que podía hacer.
De pronto algo llamó su atención.
“En aumento los feminicidios”.
Era tiempo de elecciones y se había desencadenado intensamente
una ola de violencia en la ciudad gracias a la ambición desmedida por el poder
y el dinero de muchos quienes solo pensaban en llenar sus bolsillos con el
dinero del pueblo. Aunque ella conocía muy bien a la prensa, que se alquilaba
al mejor postor.
Afortunadamente los ciudadanos, así como ella, habían
despertado y ya no se tragaban el cuento de los politicastros quienes vendían
sus promesas huecas en cada campaña. Propuestas que no cumplían al llegar al
poder. Y este era un tema que le causaba nauseas, siempre lo mismo.
Más que por su rostro y elegante figura se caracterizaba por su
vasta inteligencia, culta, tierna, sencilla y empática además de que poseía una
gran sensibilidad.
Ese sábado por la noche
salía del antiguo bazar. Negocio familiar heredado por los abuelos, el cual le
tocaba atender los sábados después del mediodía. Entre semana se encargaban su madre y su hermano
más pequeño.
Volteo a ver el reloj que exactamente marcaba las ocho de la
noche. Se colgó el bolso y después de apagar las luces salió del bazar. Echando
llave escuchó una voz a sus espaldas.
--¡Hola, Irene!, me alegra encontrarte. Se trataba de Elsa su
amiga de la infancia y compañera de secundaria, bachiller y universidad. Ambas
habían cursado la carrera de administración de empresas, actualmente laboraban
en la misma compañía.
Se abrazaron contentas y después de saludarse Irene le
presentó al amigo que la acompañaba.
--Mira, te presento a Esteban --, es un nuevo amigo y vecino.
Hace un mes aproximadamente se cambió a los departamentos—
Irene observó detenidamente al joven a la vez que le ofrecía
la mano para saludarle, él, apretándosela fuertemente y halando a la chica
hacia si mismo sorpresivamente el tipo en un atrevimiento le plantó un beso en
la mejilla. Ella se separó inmediatamente de él y al querer retirar su mano, él
más se la apretaba.
--Qué humillación, qué atrevido este animal. Sin duda es un
ser despreciable, controlador y dominante, pensó ella.
La sonrisa fingida se contrajo convirtiéndose de inmediato en
una mueca de disgusto, y, cuando sus miradas se cruzaron, esa impúdica mirada y
la irónica sonrisa a la vez misteriosa del joven dejaba más preguntas que
respuestas, reflejo de su inescrutable personalidad. Desde ese mismo instante
ella sintió odio por el sujeto, y un terrible escalofrió invadió su cuerpo.
Un presagio se había apoderado de ella y la puso en alerta,
como otras ocasiones le había sucedido. Su sexto sentido estaba muy bien
afinado.
Elsa quien se percató del atrevido comportamiento de su
amigo, por otro lado, se dio cuenta de la forma en que Irene miraba a Esteban, aunque
estaba acostumbrada a las reacciones extrañas de su amiga, esta vez la
justificaba.
Para romper el hielo
que se sintió, les dijo.
--¡Pero, vamos! No se queden ahí parados los invito a tomar
un refresco o algo por ahí—
--Sabes que me es imposible respondió Irene molesta. Tengo
que regresar a casa, mi madre se encuentra sola, mi hermano tiene un
compromiso, me toca cuidar de ella, ya será en otra ocasión—
Se despidieron e Irene se dirigió al estacionamiento ansiosa
por alejarse de ese recién conocido.
Más que espantada se sentía muy desorientada. Otras ocasiones
había sentido algo parecido con otras personas, pero esta vez era diferente.
Esa maléfica mirada de Esteban la había asustado incluso le
llegó a provocar un odio intenso que ella desconocía.
Al día siguiente Elsa la llamó por teléfono para invitarla a
salir.
--Pero, ¿irá tu nuevo amigo? –
-Sí, respondió de aquel lado de la línea Elsa.
---¿A todo esto, de dónde sacaste a esa bestia con
pantalones? – Preguntó Irene.
--Después te cuento su
historia--
--No, déjalo así, no me interesa ni siquiera volver a cruzarme
con él--
Elsa alzó los hombros en forma de resignación, se despidió y
colgó.
A Irene no le gustaba para nada la idea de acompañarles, solo
de imaginar volver a verlo le causaba malestar.
Aunque, sería bueno conocer a ese atrevido vecino de Elsa, para
descubrir quién es en realidad.
¿Qué tal si en la cama sea igual de apasionado y me deja
satisfecha? Pensó.
Al fin tenía meses que no se acostaba con nadie desde que
había terminado la relación de siete años con Rodrigo y este animal no estaba
físicamente nada despreciable, según sus gustos.
Era fuerte y de gran musculatura, y con ese rostro era capaz
de engañar a cualquier mujer. Cerró los ojos y se imaginó en sus brazos,
sintiendo el cálido aliento se entregó al placer que le permitía su febril
ensoñación.
-Pero, que estupidez estoy pensando murmuró, ni, aunque fuera
el último hombre sobre el planeta tendría sexo con ese orangután--
Y entre el vago rumor de las cortinas que al moverse le sugerían
ser la voz de Esteban pidiéndole perdón por el atrevimiento de haberle arrancado
un beso a la fuerza, se levantó a cerrar la ventana para luego refugiarse en
los brazos de Morfeo.
En lo que el eco caprichoso de su mente seguía repitiendo su
nombre entre murmullos como si se tratara de un largo estribillo.
Al día siguiente se dirigió a una tienda de autoservicio y le
llamó la atención el encabezado de la primera plana del periódico que se
encontraba a unos pasos.
--“Las autoridades ya están tras la pista del
feminicida”. Leyó.
Una rara sensación estrujó su sensible corazón y se alejó del
puesto de periódicos con una terrible inquietud que le dictaba su intuición
femenina.
De pronto el sonido del celular la hizo estremecer.
Al responder, vaya sorpresa, se trataba de Esteban.
--Lo siento, pero me es imposible tengo un compromiso a las
ocho treinta de la noche, será otro día, — Respondió tajante.
Eran aproximadamente las siete de la tarde cuando escuchó la campanilla
que colgaba de la puerta del bazar y al voltear, ¡vaya sorpresa. El recién
llegado con mirada desafiante la observaba desde la entrada del lugar.
Ella sin disimular el disgusto que le causaba esa inesperada
visita y con mirada desafiante le invitó a retirarse.
--Que inoportuno eres --, enunció.
---Como evades mis llamadas, supuse que estabas este día en el local,
respondió el intruso.
¡Tú y yo no tenemos nada de qué hablar, lo nuestro terminó
hace muchos años debido a tu infidelidad, no insistas! Dijo ella cortantemente,
rechazando las flores que le recién llegado le entregaba.
--Es la hora en que
empiezo a hacer el inventario para irme a descansar, tú lo sabes dijo con voz
tajante—
El hombre en lugar de retirarse, se fue acercando lentamente
hacia ella y sin perderla de vista le murmuró al oído unas palabras.
--Si no eres mía, no serás de nadie más—
El rostro de Irene se cubrió de terror e intentó gritar, pero
el individuo se lo---impidió. La abrazó de la cintura fuertemente con la mano
izquierda, con la derecha le cubrió la boca mientras la arrastraba hasta el
interior del lugar. Ella en su último intento por salvar su vida y sin dejar de
manotear, le clavó las uñas en el rostro, luego alcanzó con la mano derecha una
figurilla de bronce del estante y le asestó un fuerte golpe en la cabeza.
El criminal gritando de dolor cayó de rodillas aturdido y
chillando de pena, momento que ella aprovechó para correr hacia la puerta de
salida. Estaba a punto de lograrlo cuando sintió que algo se estrellaba en su
cabeza, a punto de desmayarse y caer el terror del momento le ayudó a
restablecerse rápidamente, fue cuando sintió un tibio líquido que le cubrió
parte del rostro y le impedía ver. Minuto que aprovechó el atacante para
agarrarla y lanzarla despiadadamente contra la pared, después rodeo el cuello
con sus dos manos saboreando el triunfo de su mente desquiciada y presionando
fuertemente con fiereza la estranguló. Después salió del lugar perdiéndose en
la oscuridad de la noche.
Por su lado la madre de Irene quien en ese momento esperaba a
su hija para cenar juntas, ya preocupada por la tardanza pensando que tal vez
después de haber cerrado el negocio se había ido con Elsa a cenar por ahí como
algunas veces lo hacía. Recogió la mesa y se retiró a descansar, su intuición
de madre le decía que algo andaba mal. Al día siguiente doña Estela que así se
llamaba la madre de Irene se asomó a la recamara, era domingo y su hija tal vez
había regresado de madrugada, se asomó a la recamara y le sorprendió ver la
cama tendida, indicio de que su hija no había dormido en casa.
La llamó de inmediato sin obtener respuesta.
Que extraño, no me responde el celular, ella me avisa cuando
va a salir a algún lugar con sus amigas, jamás ha faltado a casa, pensó. De
inmediato llamó a Elsa quien le comunicó que desde el viernes no sabía de ella.
Elsa llamó a Esteban y le hizo saber lo que estaba
sucediendo.
--Andará por ahí con alguna conquista, se ve que esa amiga
tuya me tiene tirria, ni siquiera me responde llamadas, ya aparecerá--, le
respondió indiferente.
Elsa conocía muy bien a Irene no salía sin su compañía,
además de que se explayaba en sus confidencias con ella, era su mejor amiga y
sabía que era incapaz de faltar a su casa a dormir.
--¡Dios mío! Que no le haya pasado nada, pensó intranquila--
Se dirigió de inmediato al bazar cuya puerta se encontraba
abierta. Le extrañó ver todo en completo desorden y el espectáculo que vio
después la dejó paralizada de terror. Su amiga, su gran amiga se encontraba tirada
en el suelo sobre un gran charco de sangre, misma que cubría la mitad de su
rostro. A unos cuantos metros vio una figurilla de bronce, y un montón de rosas
rojas esparcidas por doquier.
--Gritando desaforadamente corrió a abrazarse del cuerpo de
su querida amiga, para después salir corriendo a pedir auxilio—
Era domingo y la calle se encontraba solitaria a esa hora.
--¡Auxilio!, --¡ayúdenme por favor
Volvió a entrar al local sin dejar de gritar.
--Quién pudo haberse ensañado con ella de esta manera,
gritaba--, ¡maldito asesino!
El lugar se fue llenando de curiosos quienes de inmediato
dieron aviso a las autoridades, no tardaron en hacer arribo el personal
policial, de investigación, el técnico de inspecciones oculares y el médico
forense, bajo la dirección del fiscal.
Grande fue la sorpresa de Elsa al ver entre los presentes a
su reciente amigo Esteban.
Se dirigió hacia él sin dejar de gritar:
--¡Está muerta Esteban!, ¡está muerta, pero ese maldito
asesino no se escapará de la justicia, lo juro! —
Ese grito de dolor e impotencia se fue haciendo eco
perdiéndose en la distancia.
--Se limpió las lágrimas y ya más tranquila dirigiéndose a
esteban lo interrogó.
Pero dime, ¿qué haces aquí, y ese golpe que traes en la
frente? —
Esteban solo respondió, --gajes del oficio--, tratando de
cubrirse el golpe con el cabello y mostrándole una pequeña placa que decía:
Agente especial.
--Estoy a cargo de los casos de feminicidios—
Después de que los investigadores policiales aislaron la
escena, documentando evidencias y entrevistando a los pocos testigos, y los
fotógrafos forenses documentaron la escena y evidencia con fotografías para
preservar detalles importantes.
Luego de las primeras pesquisas y de que el forense levantara
el cuerpo, llegando a la comisaria, Elsa se quedó tranquila sabía de antemano
que su amigo y vecino pronto daría con el asesino de Irene.
Y después de interrogar a Elsa, ella se retiró a casa.
Pasaron los días y ni Elsa ni los padres de Irene tenían noticias
del homicida.
Una mañana antes de irse al trabajo se le ocurrió pasar al
departamento de Esteban para ver si había alguna noticia del caso.
Tocó la puerta, Esteban la recibió sorprendido.
Hola Elsa, pero, pasa no te quedes ahí parada, dijo.
--A ella le llamó la atención el semblante pálido y las
ojeras oscuras, indicio de no haber dormido en toda la noche—
Seguramente este se fue de parranda anoche, pensó Elsa.
--Buenos días Esteban, dijo, pese a que ni la familia de
Irene ni yo hemos recibido ninguna noticia del caso decidí pasar a preguntarte
cómo va la investigación—
Él la miró fijamente a los ojos a la vez que respondió.
--Es un largo proceso que se incluye dentro del ámbito penal,
el criminólogo y forense y demás equipo seguimos recopilando información,
buscando algún testigo, para poder establecer la causa del delito, ya que por
robo queda descartado, pero ya te avisaré como sigue la investigación--
Elsa se despidió, ya en el camino recordó algo que la dejó
pensativa,
dio la vuelta en la rotonda y volvió a dirigirse al departamento
de Esteban. Luego tocó el timbre y está vez él no abrió. Tal vez se quedó
dormido se ve que no ha descansado en días, murmuró-
--Al tocar la perilla de la puerta y se dio cuenta que él
había olvidado echar llave, se introdujo sin hacer el menor ruido y tomó una
fotografía a una figurilla que se encontraba en una bolsa de plástico que
estaba sobre la mesita de centro de la sala, luego se retiró del lugar tratando
de no hacer ruido.
--Qué extraño, ¿por qué la conservará en su poder? —
Ella recordó haberla visto tirada y ensangrentada en la
escena del crimen, tal vez la sangre era de su amiga, pero…
¿Y si Esteban era el asesino de Irene y ahora quería ocultar
el cuerpo del delito, además, quién le había ocasionado tremendo golpe en la
frente?
Una idea se le vino a la mente y se dirigió a la delegación,
pidió hablar con el perito en criminología en turno, quien la recibió de
inmediato.
Abrió su bolso y sacando su celular le mostró la fotografía
de la figurilla de bronce narrándole sus sospechas.
--Verá señor, fui la mejor amiga y quien hizo la denuncia del
caso del feminicidio de Irene Sandoval, recuerdo haber visto esta figurilla de
bronce tirada a un lado del cuerpo de mi amiga, tal vez sea equivoca mi
sospecha, pero también soy amiga del detective Esteban San Lorenzo, y…-- Por un
momento se arrepintió de lo que estaba haciendo, pero era más fuerte el deseo
de que capturaran al asesino…, siguió hablando.
Hace un rato pasé al departamento de mi amigo y vecino para
saber si había alguna noticia respecto al caso y, cuando me dirigía a mi
trabajo recordé haber visto esta estatuilla ensangrentada tirada al lado del
cadáver, lo que más me intrigó fue verla en su departamento, tal vez sea una
pieza importante para el esclarecimiento del crimen.
--Por un instante el criminólogo se quedó pensativo, para
luego dirigiéndose a ella y haciéndole algunas recomendaciones, le prometió
investigar—
Y efectivamente, había pasado una semana cuando recibió una
llamada del perito en criminología, ella sabiendo que lo que había hecho estaba
mal y podía ser acusada de entorpecer la investigación.
--Solo hablo para agradecerle, porque gracia a usted hemos
podido esclarecer el crimen de su amiga Irene—
Elsa apenada por lo que había hecho y sin saber que decir se
quedó callada por unos minutos.
--Perdóneme, sé que hice mal, pero deseaba con toda mi alma
que dieran con el asesino de mi amiga, y quizá de muchas otras mujeres víctimas
de ese maldito psicópata—
Ya se enterará por la prensa de quien se trata, y colgó.
Otro día se dirigió a la tienda de autoservicio a comprar el
periódico del día, grande fue su sorpresa la leer el encabezado del periódico.
“Capturan a los homicidas de la joven Lic. Irene Sandoval, se
trata del Ingeniero Rodrigo Heredia Sotomayor, en complicidad del agente
especial de investigación Esteban San Lorenzo”.
Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.
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