domingo, 13 de abril de 2025

ROMANCE EN MADRID.

 


 

 

 

El sol poniente teñía de naranja y rosa los tejados de Madrid, pintando un lienzo romántico sobre la Plaza Mayor.  Elena, con su cabello rubio recogido en un moño despeinado y los ojos brillantes de emoción, se sentaba en una de las terrazas, observando a la gente pasar.  Esperaba a Daniel, un arquitecto con una sonrisa traviesa y unos ojos que parecían guardar secretos milenarios.  Se habían conocido en una exposición de arte moderno, una chispa entre el caos de colores y la música experimental.

Desde entonces, Madrid se había convertido en el escenario de su romance.  Habían paseado por el Parque del Retiro, compartiendo helados y secretos bajo la sombra de los árboles centenarios.  Habían explorado las callejuelas laberínticas del Barrio de la Latina, descubriendo pequeños tesoros escondidos entre las tiendas de artesanía y las tabernas tradicionales.  Habían subido al Templo de Debod, presenciando una puesta de sol que parecía pintar el cielo con los colores del amor.

Esta noche, sin embargo, era diferente.  Daniel le había prometido una sorpresa, una velada que prometía ser inolvidable.  La impaciencia carcomía a Elena, pero también la emoción.  El sonido de unas botas acercándose la hizo levantar la vista.

Daniel, con un ramo de rosas en la mano –sus flores favoritas–, se acercó con una sonrisa radiante.  "Perdón por la tardanza, preciosa.  Tenía que asegurarme de que todo estuviera perfecto".

Elena sonrió, sus ojos brillando con una mezcla de amor y curiosidad.  "Y… ¿cuál es la sorpresa?", preguntó, su voz apenas un susurro.

Daniel le tomó la mano, sus dedos entrelazándose con los de ella.  "Cierra los ojos", dijo, su voz baja y cálida.

Elena obedeció.  Sintió el suave roce de la tela de su vestido contra la piel de Daniel mientras la guiaba a través de las calles empedradas.  El aroma de las flores, el murmullo de las conversaciones, el sonido de las castañuelas a lo lejos… todo contribuía a la magia del momento.

Finalmente, Daniel se detuvo.  "Ya puedes abrirlos", susurró.

Elena abrió los ojos y se quedó sin aliento.  Se encontraban en un pequeño patio escondido, un oasis de tranquilidad en medio del bullicio de la ciudad.  Una mesa estaba puesta para dos, adornada con velas y pétalos de rosa.  Una guitarra española descansaba en una silla, esperando ser tocada.

La noche se desarrolló como un sueño.  Daniel le cantó canciones de amor, su voz resonando con la pasión de su corazón.  Compartieron una cena romántica bajo las estrellas, sus risas mezclándose con el sonido de la fuente cercana.  Madrid, con su encanto innegable, se convirtió en un testigo silencioso de su amor.

Al final de la noche, bajo la luz de la luna, Daniel se arrodilló, un pequeño estuche aterciopelado en la mano.  "Elena, ¿te casarías conmigo?", preguntó, su voz llena de emoción.

Las lágrimas rodaron por las mejillas de Elena, lágrimas de felicidad pura.  "Sí, sí, mil veces sí", susurró, su voz llena de amor.  Madrid, la ciudad de los sueños, había sido el escenario perfecto para el comienzo de su eterna historia de amor.



 

 © (Copyright)

Imagen de Google.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

EL OLVIDO, TU OLVIDO.

    Acíbar amargo es el olvido, un trago que quema la garganta,   un vacío que se expande en el pecho.   El sabor de la ausencia...