La Doble Traición.
"Porque no hay nada oculto que no haya de ser
manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz."
La brisa acariciaba el pálido rostro de Margaret esa
veraniega mañana. Mientras el sol mostraba sus primeros rayos, ella disfrutaba
de su acostumbrada taza de café negro, acompañada por un largo cigarrillo que
olía más a menta que a tabaco.
Evocaba el recuerdo de Silverio, el hombre con quien había
compartido seis años de un amor profundo. Él trabajaba en televisión, y aunque
sus ausencias eran largas, especialmente en el departamento de edición, nunca
fallaba en sus llamadas amorosas y protectoras. Margaret era su diosa; él la
amaba con un orgullo que nunca antes había conocido. Ella, por su parte, había
llegado a creer que sin Silverio, moriría de dolor y soledad.
La Primera Decepción.
Un día, todo se esfumó como la niebla del amanecer. La
ruptura no se debió a la falta de atención, sino a una decepción demoledora:
Margaret se había enterado, por buena fuente, de la adicción de Silverio a la
marihuana. No fue la adicción en sí lo que la llevó a la ruptura, sino la
traición de que él se lo hubiera ocultado durante seis años. Aunque él lo
confesó y le juró que fue por miedo a perderla, Margaret tomó una decisión
firme. Romper fue un infierno, el dolor la hundió en una amargura y depresión tan
honda que temió no volver a enamorarse.
El tiempo, sin embargo, hizo su
trabajo.
La Ceguera del Nuevo Amor.
Decidida a amar de nuevo, Margaret conoció a Telmo (o
Javier) por internet. Era un hombre bonachón y sencillo, lo opuesto a Silverio.
Margaret se enamoró profundamente de su buen carácter. "El amor es
ciego," pensó, y vio en él todas las virtudes, ignorando su apariencia;
para ella, Telmo era el hombre más atractivo y elegante del mundo, y así se lo
hacía saber. Las horas pasaban volando, las llamadas se extendían hasta el
alba, sellando un gran amor a distancia.
A los tres meses de conocerse, Telmo propuso verse. El sueño
de ambos era, por fin, verse, tocarse, abrazarse y besarse...
La Indiferencia y el Presentimiento.
Ocho años habían pasado en esa relación a distancia cuando
Margaret, intuitiva por naturaleza, comenzó a sentirlo extraño. Su
comportamiento indiferente no era normal. Telmo, quien antes solo quería su
compañía, ahora parecía molesto por sus conversaciones y buscaba pretextos para
mantenerse alejado. La falta de detalles y de palabras cariñosas la pusieron en
alerta.
Ella justificaba sus ausencias, atribuyendo su mal humor al
cansancio laboral. Lo amaba más que a su propia vida y nunca imaginó la verdad
que el destino le deparaba.
Una tarde, Telmo, quien vivía en el extranjero, la llamó
para comunicarle que viajaría a verla. Margaret le suplicó que no lo hiciera,
alarmada por la violencia que imperaba en su país. Él insistió en que ya no
podía retractarse, los planes estaban hechos, y colgó. Margaret le marcó varias
veces, con un presentimiento helado que le anticipaba la verdad, pero él ya no
respondió. Ella supo que él estaba con alguien más.
La Puñalada Final.
Poco después, recibió una llamada de su amiga Toni, a quien
había pedido que disuadiera a Telmo de viajar.
—Toni, Telmo me llamó. ¡Viene a verme! Por favor, hazlo
desistir, quedamos en diciembre y esta decisión es muy inesperada —dijo
Margaret, sin saber lo cerca que estaba de la verdad.
—Margaret, cálmate. Sí, va a viajar a México, pero no viene
a verte a ti —respondió Toni con voz acongojada—. Él conoció a otra mujer por
internet y va a encontrarse con ella. Llevan tiempo tratándose por cámara, y él
ya la ha presentado muy orgulloso a varias personas del pueblo.
La sonrisa dulce y la alegría infantil desaparecieron
instantáneamente de Margaret. El dolor de la traición la golpeó como si le
desgarraran las entrañas a jirones. Algo dentro de ella moría para siempre. La
rabia, sin embargo, era un ancla que la mantenía a flote.
Ahora comprendía la indiferencia. Él había dejado de amarla
y buscaba en otra lo que ella, pensaba, le había entregado todo sin reservas.
En su mente resonaron los versos del poeta Ismael Enrique
Arciniegas:
«¡Siempre!» decimos, y es la voz sincera;
Juramos: «¡Siempre!» y el jurar no es vano;
Y no es que el corazón cumplir no quiera
Es porque el corazón es barro humano.
El corazón ser fiel siempre ambiciona,
Mas sin quererlo, siempre nos traiciona.
Aun así, Margaret, en su inmenso amor, intentaba
justificarlo. Comprendía que él se enamorara de otra, pero no la traición. Ella
le había pedido infinidad de veces que, el día que dejara de amarla, se lo
dijera.
Cuatro días después de la revelación, recibió otra llamada
de Telmo: la esperaba en la central de autobuses de su ciudad. Indecisa, pensó:
"Viene de conocer a esa mujer, algo no le salió bien, y ahora quiere
verme".
Aunque lo amaba con todas sus fuerzas, Margaret tomó una
decisión inquebrantable. Nunca le perdonaría el mal proceder. No iría a
recibirlo.
(Continuará)
Autora : Ma. Gloria Carreón Zapata.
@copyright.
Imagen de Google.

No hay comentarios:
Publicar un comentario