martes, 16 de diciembre de 2025

AMOR DE TELENOVELA:


                                                                               



La Doble Traición.

 

​"Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz."


​La brisa acariciaba el pálido rostro de Margaret esa veraniega mañana. Mientras el sol mostraba sus primeros rayos, ella disfrutaba de su acostumbrada taza de café negro, acompañada por un largo cigarrillo que olía más a menta que a tabaco.

​Evocaba el recuerdo de Silverio, el hombre con quien había compartido seis años de un amor profundo. Él trabajaba en televisión, y aunque sus ausencias eran largas, especialmente en el departamento de edición, nunca fallaba en sus llamadas amorosas y protectoras. Margaret era su diosa; él la amaba con un orgullo que nunca antes había conocido. Ella, por su parte, había llegado a creer que sin Silverio, moriría de dolor y soledad.

 

​La Primera Decepción.

 

​Un día, todo se esfumó como la niebla del amanecer. La ruptura no se debió a la falta de atención, sino a una decepción demoledora: Margaret se había enterado, por buena fuente, de la adicción de Silverio a la marihuana. No fue la adicción en sí lo que la llevó a la ruptura, sino la traición de que él se lo hubiera ocultado durante seis años. Aunque él lo confesó y le juró que fue por miedo a perderla, Margaret tomó una decisión firme. Romper fue un infierno, el dolor la hundió en una amargura y depresión tan honda que temió no volver a enamorarse.

 

El tiempo, sin embargo, hizo su trabajo.

​La Ceguera del Nuevo Amor.

 

​Decidida a amar de nuevo, Margaret conoció a Telmo (o Javier) por internet. Era un hombre bonachón y sencillo, lo opuesto a Silverio. Margaret se enamoró profundamente de su buen carácter. "El amor es ciego," pensó, y vio en él todas las virtudes, ignorando su apariencia; para ella, Telmo era el hombre más atractivo y elegante del mundo, y así se lo hacía saber. Las horas pasaban volando, las llamadas se extendían hasta el alba, sellando un gran amor a distancia.

​A los tres meses de conocerse, Telmo propuso verse. El sueño de ambos era, por fin, verse, tocarse, abrazarse y besarse...

 

​La Indiferencia y el Presentimiento.

 

​Ocho años habían pasado en esa relación a distancia cuando Margaret, intuitiva por naturaleza, comenzó a sentirlo extraño. Su comportamiento indiferente no era normal. Telmo, quien antes solo quería su compañía, ahora parecía molesto por sus conversaciones y buscaba pretextos para mantenerse alejado. La falta de detalles y de palabras cariñosas la pusieron en alerta.

​Ella justificaba sus ausencias, atribuyendo su mal humor al cansancio laboral. Lo amaba más que a su propia vida y nunca imaginó la verdad que el destino le deparaba.

​Una tarde, Telmo, quien vivía en el extranjero, la llamó para comunicarle que viajaría a verla. Margaret le suplicó que no lo hiciera, alarmada por la violencia que imperaba en su país. Él insistió en que ya no podía retractarse, los planes estaban hechos, y colgó. Margaret le marcó varias veces, con un presentimiento helado que le anticipaba la verdad, pero él ya no respondió. Ella supo que él estaba con alguien más.

 

​La Puñalada Final.

 

​Poco después, recibió una llamada de su amiga Toni, a quien había pedido que disuadiera a Telmo de viajar.

​—Toni, Telmo me llamó. ¡Viene a verme! Por favor, hazlo desistir, quedamos en diciembre y esta decisión es muy inesperada —dijo Margaret, sin saber lo cerca que estaba de la verdad.

​—Margaret, cálmate. Sí, va a viajar a México, pero no viene a verte a ti —respondió Toni con voz acongojada—. Él conoció a otra mujer por internet y va a encontrarse con ella. Llevan tiempo tratándose por cámara, y él ya la ha presentado muy orgulloso a varias personas del pueblo.

​La sonrisa dulce y la alegría infantil desaparecieron instantáneamente de Margaret. El dolor de la traición la golpeó como si le desgarraran las entrañas a jirones. Algo dentro de ella moría para siempre. La rabia, sin embargo, era un ancla que la mantenía a flote.

​Ahora comprendía la indiferencia. Él había dejado de amarla y buscaba en otra lo que ella, pensaba, le había entregado todo sin reservas.

​En su mente resonaron los versos del poeta Ismael Enrique Arciniegas:

 

​«¡Siempre!» decimos, y es la voz sincera;

Juramos: «¡Siempre!» y el jurar no es vano;

Y no es que el corazón cumplir no quiera

Es porque el corazón es barro humano.

El corazón ser fiel siempre ambiciona,

Mas sin quererlo, siempre nos traiciona.

 

​Aun así, Margaret, en su inmenso amor, intentaba justificarlo. Comprendía que él se enamorara de otra, pero no la traición. Ella le había pedido infinidad de veces que, el día que dejara de amarla, se lo dijera.

​Cuatro días después de la revelación, recibió otra llamada de Telmo: la esperaba en la central de autobuses de su ciudad. Indecisa, pensó: "Viene de conocer a esa mujer, algo no le salió bien, y ahora quiere verme".

​Aunque lo amaba con todas sus fuerzas, Margaret tomó una decisión inquebrantable. Nunca le perdonaría el mal proceder. No iría a recibirlo.


 

 

(Continuará)

Autora : Ma. Gloria Carreón Zapata.

@copyright.

Imagen de Google.

 

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