lunes, 15 de diciembre de 2025

FLECHA Y LA HABILIDAD SILENCIOSA.

 




 

El reno que aprendió que el verdadero valor no siempre brilla, sino que a veces solo susurra:

​En los establos del Polo Norte, vivía un reno llamado Flecha. Era pequeño, y lo más importante: Flecha no sabía volar. Solo lograba un pequeño salto que terminaba con un plop suave en la nieve.

​Mientras sus primos volaban con gracia, Flecha tenía una habilidad extraña que nadie valoraba: un oído increíblemente fino. Podía escuchar el sonido de un copo de nieve cayendo o el tictac de un reloj dentro de la casa de Santa.

​El día antes de Nochebuena, la tragedia golpeó: Rodolfo, el líder, amaneció resfriado. Su nariz, el Termómetro de la Alegría de Santa, estaba apagada.

​"Sin su brillo, no sabremos si el camino que elegimos es el más alegre, ni a qué corazones dirigirnos," se lamentó Santa Claus.

​Flecha, sintiendo la urgencia, dio un paso adelante. "Santa," susurró. "Yo no puedo volar alto, pero tengo un oído muy especial. Puedo escuchar la Alegría, la verdadera. Si me pones al frente, puedo guiarte hacia donde la Alegría sea más fuerte."

​Los otros renos se rieron, pero Santa, desesperado, aceptó. "De acuerdo, Flecha. Te pondré en la posición de Rodolfo. Serás el Oído de la Alegría."


La Segunda Parada: El Murmullo del Hospital.


​El trineo despegó. Trueno quería ir a la casa más brillante, pero Flecha cerró los ojos y usó su oído. Escuchó el sonido de la casa con luces: un murmullo de descontento.

​Flecha movió sus orejas hacia un pequeño y oscuro apartamento. Escuchó una risita suave y el crujir de un viejo libro de cuentos. "¡Ahí es donde el Oído de la Alegría es más fuerte!" exclamó. Santa encontró allí a una madre y un niño acurrucados, riendo juntos: la alegría de la compañía.

​"Tu oído es mejor que cualquier nariz brillante," reconoció Santa.

​La segunda parada fue un gran hospital infantil. El ambiente estaba lleno del Sonido de la Preocupación.

​Pero Flecha escuchó más profundo: el Murmullo de la Resistencia. Guio el trineo a la habitación 301. Vieron a una niña llorando, pero intentando cantar una melodía navideña.

​"Canto para que mi osito no olvide que es Navidad," explicó la niña. "Si canto, siempre hay un poquito de esperanza."

​Santa dejó un regalo, y al salir, Flecha notó que el canto bajo de la niña había contagiado la habitación de al lado. "¡La esperanza está regresando, Santa!" El oído sensible de Flecha escuchaba cómo la fe se hacía más fuerte.


El Último Desafío: El Resplandor de la Compasión.


​La última parada era el pequeño pueblo de Cima Helada, a punto de ser golpeado por una tormenta de nieve.

​Flecha escuchó un sonido áspero, como el de una pala raspando el hielo: el ruido de la caridad. Guio a Santa a la casa de un joven granjero. Vieron al granjero, en lugar de preparar su propia casa, envolviendo una canasta de comida y leña para su anciana vecina.

​"La Navidad es ayudar, ¿no es así?" dijo el granjero.

​En el momento en que el granjero puso el último paquete, el corazón de Flecha se inundó con el sonido de la Compasión Pura. El sonido fue tan poderoso que no solo se escuchó, sino que también brilló.

​Del oído de Flecha salió un suave resplandor verde esmeralda que bañó el trineo. Era el color de la bondad, y era tan puro que iluminó el camino a través de la tormenta.

​Flecha, el pequeño reno que no sabía volar, se había convertido en el Faro de la Bondad de Santa.


​ El Regalo del Oído


​Cuando regresaron al Polo Norte, Santa lo puso al frente. "La luz de Rodolfo nos muestra dónde hay alegría," dijo Santa. "Pero tu oído nos muestra dónde la alegría es necesaria, donde la fe se resiste y donde la compasión florece en la oscuridad."

​Flecha no aprendió a volar alto esa noche, pero aprendió una verdad más importante: su habilidad silenciosa era la más poderosa de todas.

​Y así fue como Flecha se ganó el puesto de Guía de la Compasión de Santa Claus, llevando con orgullo el resplandor verde esmeralda detrás de sus orejas, guiando el trineo, no por la luz de la alegría, sino por el sonido del corazón.





Autora : Ma. Gloria Carreón Zapata.

@copyright.

Imagen de Google.

​FIN

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