El reno que aprendió que el
verdadero valor no siempre brilla, sino que a veces solo susurra:
En los establos del Polo Norte,
vivía un reno llamado Flecha. Era pequeño, y lo más importante: Flecha no sabía
volar. Solo lograba un pequeño salto que terminaba con un plop suave en la
nieve.
Mientras sus primos volaban con
gracia, Flecha tenía una habilidad extraña que nadie valoraba: un oído
increíblemente fino. Podía escuchar el sonido de un copo de nieve cayendo o el
tictac de un reloj dentro de la casa de Santa.
El día antes de Nochebuena, la
tragedia golpeó: Rodolfo, el líder, amaneció resfriado. Su nariz, el Termómetro
de la Alegría de Santa, estaba apagada.
"Sin su brillo, no sabremos
si el camino que elegimos es el más alegre, ni a qué corazones
dirigirnos," se lamentó Santa Claus.
Flecha, sintiendo la urgencia,
dio un paso adelante. "Santa," susurró. "Yo no puedo volar alto,
pero tengo un oído muy especial. Puedo escuchar la Alegría, la verdadera. Si me
pones al frente, puedo guiarte hacia donde la Alegría sea más fuerte."
Los otros renos se rieron, pero
Santa, desesperado, aceptó. "De acuerdo, Flecha. Te pondré en la posición
de Rodolfo. Serás el Oído de la Alegría."
La Segunda Parada: El Murmullo
del Hospital.
El trineo despegó. Trueno quería
ir a la casa más brillante, pero Flecha cerró los ojos y usó su oído. Escuchó
el sonido de la casa con luces: un murmullo de descontento.
Flecha movió sus orejas hacia un
pequeño y oscuro apartamento. Escuchó una risita suave y el crujir de un viejo
libro de cuentos. "¡Ahí es donde el Oído de la Alegría es más
fuerte!" exclamó. Santa encontró allí a una madre y un niño acurrucados,
riendo juntos: la alegría de la compañía.
"Tu oído es mejor que
cualquier nariz brillante," reconoció Santa.
La segunda parada fue un gran
hospital infantil. El ambiente estaba lleno del Sonido de la Preocupación.
Pero Flecha escuchó más
profundo: el Murmullo de la Resistencia. Guio el trineo a la habitación 301.
Vieron a una niña llorando, pero intentando cantar una melodía navideña.
"Canto para que mi osito no
olvide que es Navidad," explicó la niña. "Si canto, siempre hay un
poquito de esperanza."
Santa dejó un regalo, y al
salir, Flecha notó que el canto bajo de la niña había contagiado la habitación
de al lado. "¡La esperanza está regresando, Santa!" El oído sensible
de Flecha escuchaba cómo la fe se hacía más fuerte.
El Último Desafío: El
Resplandor de la Compasión.
La última parada era el pequeño
pueblo de Cima Helada, a punto de ser golpeado por una tormenta de nieve.
Flecha escuchó un sonido áspero,
como el de una pala raspando el hielo: el ruido de la caridad. Guio a Santa a
la casa de un joven granjero. Vieron al granjero, en lugar de preparar su
propia casa, envolviendo una canasta de comida y leña para su anciana vecina.
"La Navidad es ayudar, ¿no
es así?" dijo el granjero.
En el momento en que el granjero
puso el último paquete, el corazón de Flecha se inundó con el sonido de la
Compasión Pura. El sonido fue tan poderoso que no solo se escuchó, sino que
también brilló.
Del oído de Flecha salió un
suave resplandor verde esmeralda que bañó el trineo. Era el color de la bondad,
y era tan puro que iluminó el camino a través de la tormenta.
Flecha, el pequeño reno que no
sabía volar, se había convertido en el Faro de la Bondad de Santa.
El Regalo del Oído
Cuando regresaron al Polo Norte,
Santa lo puso al frente. "La luz de Rodolfo nos muestra dónde hay
alegría," dijo Santa. "Pero tu oído nos muestra dónde la alegría es
necesaria, donde la fe se resiste y donde la compasión florece en la
oscuridad."
Flecha no aprendió a volar alto
esa noche, pero aprendió una verdad más importante: su habilidad silenciosa era
la más poderosa de todas.
Y así fue como Flecha se ganó el
puesto de Guía de la Compasión de Santa Claus, llevando con orgullo el
resplandor verde esmeralda detrás de sus orejas, guiando el trineo, no por la
luz de la alegría, sino por el sonido del corazón.
Autora : Ma. Gloria Carreón
Zapata.
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Imagen de Google.
FIN

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