(Prosa Poética)
Un día, sí, como tú, amé y fui
amada.
A su lado conocí la felicidad sin
velos. Mi sonrisa se hizo luz para su corazón; nos amamos como locos
desquiciados, soñando con una eternidad insuficiente. Fui, en sus manos, un
pétalo frágil y seguro.
Yo, como tú, entregué mi corazón
sin reservas.
Llegué, al igual que tú, a rozar
el cielo
con la yema de los dedos.
Dancé sublimes melodías sobre
nubes de algodón, al ritmo de "Venecia sin ti" y "Nuestro Amor
será un Himno", acunada en los brazos de mi gran amor.
Aquel lucero de la noche también
nos iluminó. Canté de amores, él fue el muso de mis poesías y yo, su musa y la
poeta de su red. Éramos los dos poetas que antaño le cantaron al amor, sellando
en un juramento nuestra gran pasión.
Testigo de aquel cariño son
todos nuestros poemas.
Después, sin avisar, el amor se
marchó,
dejando el alma desierta. Solo
unos versos y un adiós quedaron flotando en el aire.
Comprendí luego que la
naturaleza del amor es esa: llega, anida y después se va. El nuestro se marchó,
sí, dejando una herida profunda, pero hoy solo me queda la dulzura de recordar
ese gran amor que un día me supo amar.
Nunca me arrepentiré de haberle
amado. Si volviera a nacer, nuevamente, sin dudar, mi vida entera le
entregaría.
Autora: Ma Gloria Carreón Zapata
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16/12/2023

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