Si el calendario anuncia fiesta y el bolsillo solo vacío,
si la luz de los adornos no alcanza a secar los fríos.
Si el eco de las noticias es más fuerte que el villancico,
y el corazón, cansado y duro, duda si cree un poquito:
—¿Para qué la Nochebuena, si el mundo sigue tan cruel? —
Detente, alma que caminas bajo un yugo de papel.
La navidad no es el brillo que se compra en la vitrina,
no es el festín que se agota, ni la joya fina.
La Navidad es un acto, un refugio que no cuesta oro,
un silencio en el establo donde habita tu tesoro.
Es recordar que la Esperanza no llegó envuelta en riqueza,
sino en fragilidad pura, venciendo toda aspereza.
Llegó en forma de un niño, humilde y sin alarde,
para decirnos que la fe es el fuego que no arde.
No te pedimos que olvides la tormenta que te azota,
pero sí que eleves la vista donde la estrella denota.
Que la paz no es la ausencia total de la batalla,
sino el sitio en el que el miedo, por un instante, calla.
Enciende la vela simple que tienes dentro de ti,
esa luz es la promesa de un mañana por venir.
El calor no está en la lana, sino en la mano tendida,
el milagro está en el lazo que aún no rompe la vida.
Que esta Noche te recuerde, más allá del dolor,
que el regalo verdadero es la Fuerza del amor.
Que la violencia del mundo solo se cura con calma,
y que la Navidad es el Espacio de Dios en tu alma.
No temas. Cree de nuevo.
El pesebre está en
tus manos.
la alegría es un derecho, somos todos hermanos.
Y aunque falte el pan o el oro, no te falta el corazón.
¡Vuelve a cantar ese canto!
¡Vuelve a encontrar tu razón!
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Imagen de Google.

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