domingo, 14 de diciembre de 2025

LA JAULA QUE NUNCA FUE.

 





 

​Aquella cálida tarde de verano, el crepúsculo no solo caía, sino que regalaba un aire perfumado al ambiente. Yo me encontraba paseando por el verde oscuro de la dehesa cuando a lo lejos, sobre una rama de un pequeño arbusto, vi aterrizar a un gorrión. Se notaba, al instante, que estaba lesionado.

​Me acerqué lentamente para no asustarlo.

Lo tomé entre mis manos, depositando en él todo el cariño que es capaz de transmitir el ser humano. Lo arrullé entre mis brazos, lo alimenté, le dediqué mis versos. Y él, poco a poco, comenzó a hacer quiebros con la voz en su garganta, retozando feliz a mi lado. Rogaba, suplicaba, que no lo lanzara al viento. Tenía sus alas rotas, las cuales traté con infinita delicadeza.

​Un día, con una mezcla de miedo y ternura, me pidió que lo enjaulara, que lo atara si era posible. Hice caso omiso a sus ruegos. No me gustaba ver las aves en cautiverio, así que, suelto lo dejé. Solo le pedí un favor: que, cuando quisiera marcharse, me lo comunicara. Así vivimos los dos algunas lunas; un bello idilio donde poeta y gorrión se unieron en un solo canto dedicado al amor.

​Al pasar algún tiempo, vi el hastío dibujado en sus pequeños ojos y, con un nudo en el pecho, le pregunté:

—¿Quieres elevar tu vuelo?

—No —respondió—. Soy feliz a tu lado.

​Así seguimos, mas yo me daba cuenta de que el cariño que le profesaba, aunque inmenso, no le era suficiente para la criatura que era. De pronto, un día, me gritó que mi amor lo asfixiaba, pidió que lo liberara, que estaba cansado de mis caricias.

​Y sin decir más, lo tomé por última vez en mis manos.

 Con un beso suave en su pico, lo dejé en libertad. Vi cómo, contento y sin mirar atrás, alzaba el vuelo directo a su ansiada libertad, solo que su destino no fue la soledad del cielo, sino otro nido.

​Mi dolor fue la primera estrofa de una larga elegía. Y como dijo Gustavo Adolfo Bécquer, el poeta del lamento:

​"...como se saca el hierro de una herida, su amor de las entrañas me arranqué, aunque sentí al hacerlo que la vida me arrancaba con él."

​Pese a la punzada, lo superé. El tiempo siguió su paso, y un día, quiso regresar. Pero yo, la poeta que le había enseñado a volar, ya lo había olvidado.

 


 

Autora : Ma. Gloria Carreón Zapata.

Derecho de autor 1204100589178

14/12 /2024.

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