El tiempo se arrastra, lento, mientras la noche se obstina
en convocar tu nombre. Cada ulular del viento parece un intento desesperado por
dispersar las últimas cenizas de tu recuerdo. Pero es inútil, al llegar el
estío, apareces disfrazado de una melancolía inevitable.
Amanece y el mundo me maquilla con la dicha, aunque en el
recóndito de mi alma, la pena se instala, muda y cómoda, simulando una calma
que no existe.
El silencio, lejos de ser vacío, gime filántropo, resonando
en la vasta llanura del olvido. Despierta un pensamiento generoso que preña el
día de añoranza. Intento postergar, sin éxito, la imagen de aquel mágico
momento, el juramento que coronó la dicha, aquel tiempo en que la luna solo
brilló para nosotros.
Fue entonces cuando el hastío estranguló al más bello y
puro de los sentimientos.
¿En qué instante se nos escapó la alegría de las manos?
Aquella que cantaba eufórica, ávida de tus caricias y tus besos. Hoy, la
promesa de nuestro amor, reducida a escombros, libera un último sollozo, demandando
con angustia tu presencia.
Autora : Ma Gloria
Carreón Zapata.
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