domingo, 25 de mayo de 2025

BAJO LA NOCHE ESTRELLADA.

 






El aire cálido de Reynosa acariciaba el rostro de Estela mientras observaba el cielo, un lienzo infinito salpicado de estrellas que brillaban con una intensidad casi palpable.  El aroma a jazmín y tierra húmeda se mezclaba con la música lejana de una fiesta, un eco distante que no lograba opacar la serenidad de la noche.  Ella esperaba.

Su corazón latía con una fuerza que le hacía temblar ligeramente.  No era la incertidumbre lo que la inquietaba, sino la anticipación, la dulce espera de un encuentro que había soñado durante meses.  Desde que conoció a Mateo, un joven arquitecto con ojos color verde aceituna y una sonrisa capaz de derretir el hielo más resistente, su vida había tomado un giro inesperado, un rumbo hacia la felicidad que antes le parecía inalcanzable.

Mateo, un hombre de pocas palabras, pero de profundos sentimientos, le había prometido una noche bajo las estrellas, una cita romántica en el lugar más especial de Tamaulipas: el mirador del Cerro del Bernal.  El lugar ofrecía una vista panorámica de la ciudad, un mar de luces que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.  Para Estela, sin embargo, la verdadera magia residía en el cielo, en la inmensidad del universo que parecía reflejar la magnitud de sus sentimientos por Mateo.

El sonido de unos pasos la sacó de sus pensamientos.  Mateo se acercaba, su figura recortada contra el resplandor de las estrellas.  Llevaba en sus manos una manta suave y una cesta de mimbre.  Al verla, sonrió, una sonrisa que iluminó su rostro con una intensidad que rivalizaba con la de las estrellas.

--Lo siento si te hice esperar--, dijo, su voz un susurro apenas audible sobre el susurro del viento.

-No importa-, respondió Estela, su voz llena de emoción.  -- El cielo está precioso --

 

Se sentaron juntos sobre la manta, envueltos en el silencio cómplice de la noche.  Mateo abrió la cesta, revelando una selección de quesos, frutas y vino tinto.  Mientras compartían la cena, hablaron de sus sueños, de sus miedos, de sus esperanzas.  Las palabras fluían con naturalidad, como si el cielo estrellado les prestara su magia para conectar sus almas.

Bajo la inmensidad del cielo, rodeados de la belleza de la noche, sus miradas se encontraron.  En ese instante, el tiempo pareció detenerse.  Solo existían ellos dos, unidos por un sentimiento profundo, una conexión que trascendía las palabras.  Un beso suave, casi imperceptible, selló su promesa de amor eterno, un amor que florecía bajo la noche estrellada, un amor tan inmenso como el universo que los rodeaba.

Los meses siguientes fueron un torbellino de emociones.  Su amor creció, fortalecido por el apoyo de sus familias y amigos.  Reynosa, su ciudad, se convirtió en el escenario de su historia de amor, un romance tejido con la magia de las noches estrelladas y el calor de sus corazones.  Y así, bajo la misma noche estrellada que había presenciado su primer encuentro, Mateo y Estela se juraron amor eterno, prometiendo amarse bajo la luz de las estrellas, para siempre.




Imagen de Google.

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