La mujer que lee y escribe es un jardín secreto, donde
florecen las palabras como flores silvestres, perfumando el aire con la esencia
de sus sueños. Sus ojos, dos luceros que
navegan por mares de tinta, descubren en cada página un nuevo continente, un nuevo
universo por explorar. Sus manos, ágiles
y delicadas, tejen con letras la urdimbre de su alma, creando tapices de
emociones, de experiencias, de verdades ocultas.
Es un ave fénix renaciendo de las cenizas de cada página
leída, un río caudaloso que fluye con la fuerza de sus propias palabras,
esculpiendo con ellas el paisaje de su ser.
Su escritura es un canto a la libertad, un himno a la existencia, un
susurro al viento que lleva sus pensamientos a rincones lejanos. Cada palabra es una estrella fugaz, dejando
tras de sí un rastro luminoso de belleza y misterio.
Ella es la luna que ilumina las noches oscuras con el
resplandor de su intelecto, el sol que derrite el hielo de la indiferencia con
el calor de su pasión. Es un faro que
guía a otros a través de la tempestad de la vida, ofreciendo un refugio seguro
en el puerto de sus letras. La mujer que
lee y escribe es un enigma, un misterio, una fuerza indomable que transforma la
oscuridad en luz, la duda en certeza, el silencio en canción.
(copyright)
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