Admirar tu rostro, es admirar el candor de la dulzura
extrema.
Y vaya que tremenda es la emoción que me inspiras.
Con tanta ternura te aprecio, que hasta los nervios me
traicionan.
Divagar me haces al contemplarte, y sometido a los encantos
de tu divinidad me tienes.
Tanta ilusión me generas, que soportar no puedo ante tanto
deslumbramiento.
Inmisericorde te idolatro por la atracción que me deparas.
Hermosa linda y bella, que apreciarte me inspiras.
Bendecida seas por siempre, por gentileza de ser apreciada.
Autor: Luis Granados Cuya. (Perú)
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