Esa tarde a su regreso a casa vio a lo lejos una diminuta
luz y, conforme se iba acercando hacia aquel fulgor, éste, se iba alejando de
su mirada.
Cuando llegó hasta donde creía era el sitio de dónde
provenía originalmente, buscó algún indicio que le confirmara el lugar exacto,
mas no logró su propósito; de esa manera, desalentado, picó espuelas para
apresurar su camino; era común que a veces se le hiciera tarde y regresara ya
entrada la noche.
Luego de dejar en el establo listo para dormir al “Negro”,
el cual era el nombre del caballo de brillante pelaje, al poder arribar
finalmente al calor de su hogar, después del saludo y mientras se quitaba la chaqueta
para colgarla en un perchero junto a la chimenea encendida, le habló a su bella
esposa en tono de confesión:
--No te lo había querido decir para que no pienses que estoy
loco pero… ¿sabes?…--.
Captando con ello la atención de su mujer quien tejía a la
luz de un quinqué con ayuda también del resplandor del fuego en la chimenea,
siguió comentándole en el mismo tono:
--Algunas ocasiones al regresar del potrero… he podido ver
una luz que se comporta de una manera extraña…--.
La mujer, precavida, le aconseja:
--Deberías de tener cuidado y llevarte una lámpara…
seguramente debe ser un cazador y… así… con una linterna tú también… no puedes
de ninguna forma confundirte en la oscuridad de la noche con algún animal…--.
Él, respondió seguro:
--No… definitivamente la luz no proviene de una lámpara… es
algo mucho más grande… aparte de que da vueltas sobre su mismo eje…--.
Ella, intrigada, sin saber exactamente de qué le hablaba su
esposo, dejó de lado el tejido y, poniendo entonces sí toda su atención en el
asunto, comenzó a preguntarle cosas y detalles tratando de comprender lo
sucedido; luego de un rato de charla, ambos coincidían y confirmaban una vez
más, que la vida nos depara siempre sorpresas de todo tipo.
A la noche siguiente, el hombre decidió regresar un poco más
temprano que de costumbre del potrero cuando, de pronto, el “Negro” dio un
sorpresivo relincho que, a pesar de ser él un buen jinete, lo intempestivo y
brusco del movimiento del cuaco quien en seguida echó a galope en dirección
conocida, lo tiró de la silla de montar; segundos después cuando el caballo
había avanzado un centenar de metros apenas, un gran reflejo lo iluminó tirado
en el piso; asustado el hombre se levantó y echó a correr; el temor le invadió
por lo que corrió y siguió corriendo pero de nada le valía, aquella gigantesca
luz iluminaba todo el terreno.
Cuando ya no podía seguir por el cansancio, fue a protegerse
tras una enorme roca y, de ahí, pudo ver todo el panorama; una gigantesca nave
se dirigía hacia donde estaba él, y de su interior le lanzaban directamente
aquella potente luz; de pronto, para su sorpresa, la nave se posó con suavidad
a solo unos metros de donde él se encontraba guarecido detrás de la gran
piedra; sin parpadear siquiera, siguió con su mirada atenta hacia todo lo que
sucedía con ese monstruoso aparato sin perderse el más mínimo detalle para,
segundos después de que las luces giratorias detuviesen su frenético movimiento
las cuales ahora sólo titilaban muy Lentamente, ver entonces descender del
mismo a unos hombres extrañamente ataviados con atuendos semejantes al brillo
de aquellas intensas luces blancas ahora titilando al parecer con pereza, de
tal suerte, que no logró ver sus rostros pues aquellos múltiples resplandores
lo encandilaban.
Los hombres de cuerpos y brazos y dedos alargados, bajaron
de la nave como buscando algo; asustado llegó a pensar que le buscaban a él,
pero desechó rápidamente la idea porque, si esa hipótesis fuese cierta, ya
estaría dentro de la nave; esos extraños seres iban tras otra cosa.
En cuestión de minutos aquellas criaturas quienes al parecer
encontraron lo que buscaban, volvieron a subir para después despegar en vuelo
nuevamente y, así, aquél hombre que se llevó el susto más grande de su vida, se
preguntaba en la mente de manera frenética una y otra vez:
“¿Quiénes serán aquellos seres que le habían pegado tamaño
susto?… ¿qué sería lo que buscaban en ese lugar?”
Casi tambaleándose del miedo emprendió su camino para, un
par de kilómetros adelante, encontrar al “Negro” plácidamente pastando con
tranquilidad y, temblando aún de miedo, logró subir a su caballo para
encaminarse a casa mientras en el trayecto se hacía una y mil veces las mismas
preguntas; al arribar se dirigió directamente a su recámara, aquella
experiencia le había quitado hasta el apetito.
Al otro día era su jornada de descanso, por lo que fue en
busca de un primo suyo quien a la vez era su compadre y quien, por su lado,
sorprendido al verle llegar con ese semblante, presintió que algo malo le
sucedía a su pariente.
Después de narrarle éste último los hechos, se dirigieron
hacia el lugar donde había sucedido todo; grande sería la sorpresa de ambos
cuando al llegar al sitio exacto donde se había estacionado la gigantesca nave,
todo parecía estar quemado pero, al acercarse un poco más, se dieron cuenta que
más que quemado, parecía óxido lo que había dejado aquella inmensa nave
voladora de múltiples destellos.
Ansioso por saber de qué se trataba el asunto, el pariente
apresuró el paso sobre su montura para acercarse y desmontar estando ya casi
sobre la mancha en aquella parte de la pradera para, así, de esa manera,
poderse poner en cuclillas y mirar mejor ese supuesto óxido cuando, de pronto,
se escuchó el grito de sorpresa del compadre que se incorporó llamando al otro:
--¡Compadre… venga acérquese!…--.
Aquél se acercó y, lo que parecía oxido no eran más que
diminutos gusanos. Todo el lugar estaba infestado de ellos. Por más preguntas
que se hacían a sí mismos, no lograban comprender tan extraño acontecimiento.
Sorpresivamente con una gran celeridad y como si se hubiesen puesto de acuerdo,
millones de gusanos a la vez, saltaron sobre los dos compadres.
Los caballos lograron huir pero, los dos hombres, nunca
supieron ni se pudieron percatar siquiera que fueron el primer alimento que
favoreció la invasión de la Tierra por seres llegados de otros mundos.
Autora: Ma Gloria Carreón Zapata.
Imagen de la web.
Obra Literaria Registrada.
10/sept./2013.
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