Sorpresivamente hojeando el periódico. Mis ojos se quedaron
sin parpadeo al leer la noticia del día. Tu fama amor, publicada en el
periódico del día con letras mayúsculas que decía...
"EL FAMOSO ESCRITOR", que alegría sentí en ese
momento era tanto el amor y la admiración que sentía por ti, que lo repasé no
sé cuántas veces hasta quedarme profundamente dormida con el papel abrazado.
Soñé que a tu lado caminaba subiendo la cuesta de un cerro
más tú, indiferente a mi presencia seguías andando lentamente como un sonámbulo
con la mirada pérdida. No pude evitar que la piel se erizara sentí un
escalofrío recorrer mi cuerpo al sospechar tus descabelladas intenciones.
Tu mirada te había delatado y sin desviarla me di cuenta que
llevabas tus ojos puestos hacia un precipicio. Por más que quise llamar tu
atención fue imposible, al llegar al final me hiciste a un lado pero yo me
aferré a tu camisa y al resbalar caí a lo profundo de aquel abismo.
Lo último que escuché de tus labios fue que pronunciaste mi
nombre que se fue haciendo eco conforme caía. Aquel grito desgarrador me hizo
volver de aquella horrenda zozobra. Más al abrir mis ojos me llevé una gran
sorpresa, mis manos apretaban con fuerza aquel pedazo de tu camisa, el botón
aún venía prendido del ojal.
Por unos segundos creí estar dentro de aquella pesadilla
hasta que reaccioné y de un brinco me levanté de la cama y corrí al teléfono.
De lo nerviosa que me sentía no lograba recordar tu número, y al intentarlo
varias veces al fin el contestador logró repetir,
...--."me encuentro de viaje, por favor deja tu mensaje
y a mi regreso te devuelvo la llamada"…--,
en ese momento me sentí tranquila al escuchar tu voz por
unos segundos,
...-¿qué habrá pasado?...--,
de pronto se me ocurrió marcarle a uno de tus mejores amigos
pero no,
…--, es mejor ir a verle personalmente, me dije…--,
colgándome aquella gabardina beige que tanto te gusta, salí
apresurada sin sentir el frío de aquella mañana del crudo invierno. Mis ojos no
dejaban de derramar lágrimas de dolor, no se el por qué presentía que algo malo
estaba sucediendo.
Al llegar al departamento de Gonzalo, subí los escalones a
grandes zancadas hasta detenerme en el número novecientos diez y nueve,
... -es aquí, lo recuerdo muy bien…--,
me repetí a mí misma.
Tocando fuertemente a punto de echar abajo la puerta,
escuché tras de la misma a un hombre que por la voz me pareció tener la edad de
un anciano que ya rebasaba los noventa años ¿o acaso cien?
El cual muy sorprendido, abrió la vieja puerta lentamente
que no dejaba de hacer un chirrido como queriendo se me venir encima, me miró
de arriba abajo, y efectivamente, con una voz cavernosa se dirigió a mí,
interrogándome.
…-- Busco a Gonzalo Montemayor, señor, le insistí, es muy
urgente comunicarme con él, haga el favor de llamarlo, dígale por favor que
Luisa Del Llano lo busca, que me urge hablarle... --.
El hombre con una sonrisa burlona en su rostro y sus ojos
que a pesar de la edad tenían el brillo de un adolescente, me invitó a pasar
señalándome un antiguo y polvoriento sofá a punto de derribarse, pero yo,
haciendo caso omiso me quedé de pie, no sin agradecerle sus atenciones por
supuesto.
El hombre se quedó callado por unos segundos para después
dejar ver su boca desdentada, de forma extraña volvió a repetir mi nombre entre
silabas de manera interrogante.
…-- ¿Lui-sa del Lla-no?...--,
…--, que coincidencia Señorita, hace muchos años tuve un
amigo, mi mejor amigo…--.
Le interrumpí desesperada,
…--, insisto señor…--,
el anciano estiró su mano en señal de saludo no sin antes
disculparse por no haberlo hecho antes.
…-- Disculpe usted señorita, mi nombre es Gonzalo
Montemayor…--,
no pude impedir que un escalofrío recorriera mi cuerpo, me
quedé mirándole fijamente por unos segundos, más no intenté reconocerle,
...-- debe haber un error Sr. Gonzalo…--,
dirigiéndome a él; me dejé caer en el antiguo sofá,
…-- yo busco a Gonzalo Montemayor Zárate…,
y él hombre asintiendo con la cabeza y sin dejar de sonreír
me contestó de forma contundente.
…-- Soy esa persona que busca, más yo no le recuerdo a
usted, no creo conocerle nunca en mi vida le había visto se lo aseguro, más sin
embargo su nombre si me es conocido, pero no puede ser posible…--, me dijo.
…-- Ellos no lograron procrear ningún hijo antes de
morir…--,
sin dejar de hablar el hombre se puso de pie, y dirigiéndose
muy lentamente sin dejar de arrastrar sus cansados pies a un antiguo mueble de
madera del cual sacó unas amarillentas y viejas fotografías, regresó a sentarse
junto a mí.
Para mi sorpresa me mostró la fotografía de mi amado
Antonio, en lo que no logré evitar alzar la voz de la emoción,
...--si, si, es Antonio, mi amado Antonio, le repetí muy
emocionada ...,
el viejo sin comprender nada, y con la piel tan trasparente
como la del papel que más bien se asemejaba a la de un cadáver, y sus ojos a
punto de salirse de sus órbitas de manera incrédula me dijo en voz alta.
…-- ¿Pero usted está loca, cómo es que ha conocido a Antonio
si él falleció hace muchísimos años?...--.
Levanté mi mano izquierda mostrándole una argolla de
matrimonio, la cual tenía grabada nuestros nombres,
…--, efectivamente, la esposa de Antonio que fue mi mejor
amigo se llamó en vida Luisa del Llano...,
…-- ¿ve? yo soy Luisa Del Llano Durán, la esposa de
Antonio…--,
el terror se reflejó en los ojos de aquel pobre anciano, y
más aún al ver el pedazo de camisa con uno de los botones que ella le mostraba.
…-- Esa era la parte de la vestidura que hacía falta cuando
se identificaron los cuerpos…--,
sin hacer ningún comentario al respecto, ya sin comprender
nada ninguno de los dos y después de tragar saliva siguió aquel viejo hablando
sin dejar de mirarla, sus ojos reflejaban el miedo que en esos momentos
recorría su esquelético cuerpo, para después proseguir.
Aún recuerdo como si hubiera sido ayer, Antonio me anunció
de su viaje al extranjero y estaba muy contento, los periódicos no hablaban más
que de él, una de sus obras literarias le había dado la fama,
"Waldina", la novela que le llevó al éxito, y junto a su amada Luisa
el único amor de su vida recorrerían varios países en la presentación de la
obra, pero, se detuvo por unos minutos, el llanto no lo dejaba seguir hablando,
y entre suspiros y sollozos le narró a Luisa del lamentable deceso,
efectivamente, él mismo les había regalado la argolla de matrimonio el día de
la boda, por eso fue que de inmediato la reconoció,
…-- era tan grande el amor que se profesaban…--, siguió,
...-- que siempre juraron que se amarían por toda la
eternidad y aún en el más allá…--.
Un grito desgarrador se dejó escuchar, interrumpiendo las
últimas palabras del viejo, ante la insólita historia narrada.
Un sepulcral silencio invadió el ambiente, tratando de
comprender esta aterradora historia, de nuevo el viejo trajo las pasadas
remembranzas de aquella época de estudiantes.
Antonio y él fueron compañeros en la secundaria, Tony como
así le decía él, comenzaba a escribir canciones para los grupos de la época,
era un joven mucho muy honesto y trabajador, en sus ratos libres prestaba sus
servicios en una pequeña librería del pueblo, huérfano de padre, tenía que
aportar dinero a casa, vivían de una modesta pensión que les había dejado Don
Mauricio, su padre al morir, pero se había disparado aquella crisis económica
en el país y era imposible sacar adelante los estudios de él y sus dos
hermanos, Lalo y Rafael, un par de años menores que él, y sí que no le quedaba
mucho tiempo para escribir, solo en el rato en que le dejaban los clientes de
la librería.
Una tarde lluviosa del mes de mayo vio entrar a una chica de
tez blanca y de abundante cabellera de color negro azabache, lacio, sus ojos
acuosos reflejaban la tristeza personalizada y dirigiéndose a él le habló con
cierto nerviosismo.
…-- Busco el libro de Benito Pérez Galdós…--,
…-- ¿lo tienen, Marianela, sabe?, me lo han recomendado como
muy bueno..--.
En lo que él, embobado al ver tanta belleza en esa chica de
diminuta y frágil figura, simplemente asintió con la cabeza, no logró
pronunciar palabra, después de envolver el libro en papel estraza le dijo entre
silabas,
…--, esta, muy bueno, estoy seguro que será de su agrado…--.
Sin decir más la joven pagó el libro y salió apresurada del
lugar, pero Antonio corrió tras ella al darse cuenta de que había olvidado un
pequeño pañuelo de color rosa en el mostrador.
…-- Señorita, señorita…--,
al alcanzarla pudo ver a la luz del sol, como del rostro de
la chica desprendía un halo de cierta melancolía, y al sonreírle de manera de
agradecimiento, en ese mismo instante Antonio quedó totalmente enamorado de esa
extraña joven que ni siquiera conocía, ella le dio la mano en señal de
agradecimiento, musitando muy apenas con una voz angelical.
…-- Luisa, Luisa Del Llano, para servirle…--,
En tanto él con cara de quien ha visto un fantasma se quedó
parado hasta ver como ella se perdía en la distancia, no supo cuánto tiempo se
quedó parado como si estuviera hipnotizado, hasta que un niño que pasaba por
ahí lo haló de la camisa para comunicarle que le llamaban en la librería, desde
ese día no dejó de pensar en la chica del pañuelo rosa.
…-- Esa misma noche Antonio me buscó…--,
siguió narrando Gonzalo con el rostro desencajado, para
contarme que se había enamorado de una hermosa chica y que a pesar de que el
pueblo de Texcoco era pequeño nunca en su vida la había visto antes,
…-- y claro así fue…--, prosiguió Luisa,
- yo tenía apenas unos días de haber llegado de Sonoita, el
lugar donde nací pero nunca imaginé siquiera que el destino o Dios, que sé yo,
me deparaban esa bella sorpresa, desde el mismo instante en que yo le vi, mi
corazón dio un vuelco a mil por hora dándome cuenta que Antonio era el amor de
mi vida, mi alma gemela…---, respondió Luisa,
y en su rostro se veía reflejada una gran tristeza, más el
viejo nada entendía de lo que estaba ocurriendo. En ese momento, Luisa se puso
de pie.
Ya sin saber qué hacer ni que decir al respecto se despidió
del anciano y muy desilusionada se dirigió hacia la puerta.
A llegar a la entrada volteó y guiñándole un ojo le dijo con
una sonrisa forzada.
…--“Cuando el Nilo se seque veras florecer el
romanticismo”…--.
El hombre que a duras penas caminaba tras ella para
acompañarla a la salida, sintió como que le lanzaban un cubetazo de agua fría
en el rostro, no había duda, el guiño y esas mismas palabras pronunciaba ella
cada que se despedían.
Sin comprender que era lo que en realidad estaba pasando se
aferró de un mueble que estaba cerca para no caer de la impresión, sintió que
el alma se le salía del cuerpo, y por un buen rato siguió mirando la fotografía
de Antonio que traía en su mano, que casi estaba seguro le sonreía y que a
pesar de lo amarillento de la fotografía pudo distinguir un luminoso brillo en
la mirada.
Para luego pronunciar una cuantas palabras…
…-- ¿Que está pasando Antonio?, no logro comprender nada…--.
¿Quién es esa mujer que sabe todo de nuestras vidas?.
Autora: Ma Gloria Carreón Zapata
Derecho de autor 1204100589178
Imagen tomada de Google.
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