( Cuento Ecológico)
En la inmediación de un bosque de árboles de nogal cercano a
Villa De Fuente, en el Estado de Coahuila, habitaban los más curiosos animales,
entre los que desde luego no podían faltar las ardillas y algunos conejos,
pero, aparte, había una serie de insectos y demás bichos viviendo también en
las veredas del río que cruzaba la extensa nogalera; desde chapulines,
libélulas, campamochas, camaleones, y unas orugas muy extrañas, feas, pensaba
don Saúl, un sapo que estaba enamorado de doña rana Inés.
Cada amanecer la contemplaba y le clocaba serenata,
diciendo:
--¡Croaaaac!... me quiero casar contigo…--, decía a doña
Inés, y ella, ni pronta ni perezosa, dijo:
--¡Si… pero… con una condición…--.
Y don Saúl:
--¿Croaaac condición?...--.
Para recibir la respuesta de doña Inés:
--¡No quiero saber que le cloacas serenata a la rata
Maruca!...--, que así se llamaba una rata quien era presumida y además muy
traviesa y comunicativa y, quien por si poco fuere, estaba enamorada de don
Saúl, el sapo; terminando la rana con su advertencia y a la vez condición:
--Sólo a mí me traerás serenata…--.
Doña rana Inés, era de armas tomar, así que, todos los
bichos del bosque tenían qué andarse cuidando de no propasarse con ella y, de
esa manera, el matrimonio batracio pasaba sus días en constante alegato pues,
doña rana Inés, era muy peleonera; aunque el cariño y el amor de don Saúl el
sapo, eran más que suficientes para aguantar paciente cada vez y, luego de la
rabieta de su amada Mujer, sonriendo con su gran boca y sus también enormes
ojos enamorados, acercarse con un ágil brinco a ella para rápido contentarla
con mimos, besos y arrumacos.
Mientras, por otro lado, algo más adentro en el bosque
habitaba también doña Michu oruga; ella, era quejumbrosa y muy antisocial. Un
día, cuando don Saúl el sapo estaba trabajando en una charca cercana al río,
vio que una hoja se caía y, de pronto, en seguida escuchó un grito desesperado:
--¡Ay… auxilio… por favor… alguien que me ayude!...--, era
doña Michu oruga, quien en un grito desgarrador pedía ser salvada; de esa forma
don Saúl el sapo, no se hizo esperar pues era todo un caballero.
Así era la vida de todos ellos en el bosque, en un entorno
dichosamente bucólico y, además si llovía, tenían en donde resguardarse pues,
todos los bichos corrían y volaban hacia el gran árbol del hueco pero, doña
rana Inés y don sapo Saúl, eran felices porque ellos eran de la charca que les
quedaba muy cerca del vetusto árbol casi milenario, y de esa forma, los demás
bichos eran muy buenos amigos ayudándose entre sí.
Cierta mañana nebulosa, escucharon el rumor de unos hombres
que llegarían de lejos; venían a talar los árboles y, eso, era en verdad muy
preocupante, ¿qué harían las ardillas y todos los animales si les talaban su
bosque de nogales?, sería una verdadera lástima además porque había aparte de
toda clase de deliciosas nueces, tan nutritivas para los animalitos de la
inmensa nogalera, como para los seres humanos.
Entonces entre todos maquinaron un plan en donde nombraron a
don sapo Saúl de encargado, ya que era un valiente caballero y contaba también
con una potente voz; él, tendría qué hacer que esos hombres se fueran aunque,
para eso, hubo de citar en la inmediación cercanas al árbol más viejo del
bosque, a todos los animales y bichos que en la misma nogalera habitaban
teniendo qué hacer don sapo Saúl, labor de convencimiento por todo el bosque en
el sentido de que, desde luego, la urgente reunión era para apoyo de ellos
mismos y sus propias familias.
Llegado el día de la junta entre todos los habitantes del
frondoso lugar, antes de que empezara presidida por don sapo Saúl, pensaron que
se terminaba el mundo ya que, de pronto llegó doña ardilla Ma Antonia que era
comadre de la rata Maruca, y les fue explicando mientras caminaba nerviosa
entre la gran concurrencia quiénes eran esos hombres y a qué vendrían muy
próximamente pues, al ser allegada a la rata Maruca que tan bien conocía el
poblado y era como ya se dijo, muy comunicativa también, estaba al tanto de las
últimas noticias del mundo humano.
Y así pasaron los días y la preocupación aumentaba con el
paso del tiempo; fue entonces que a doña rata Maruca se le ocurrió ir al pueblo
de Villa De Fuerte con un diablo de ruedas para comprar y luego poder
transportar de regreso hacia el bosque, algo que necesitaría de forma
imprescindible llegado el momento pues, de lo contrario, esos hombres
terminarían saliiéndose con la suya, dándole con ello un buen golpe a la Madre
Naturaleza.
De esa forma un día en la mañana, la buena de la rata Maruca
le dijo a Maruquita, su hija:
--No te alejes mucho del nido por favor… ya sabes que puede
ser peligroso… solo paso con don Salomón el búho que me va a prestar algo… y me
voy… pero vuelvo pronto… no te apures…--.
A lo que Maruquita respondió obediente:
--Sí mamá Maruca… no te apures… que solamente saldré cerca a
tomar el Sol… no me alejaré… te lo prometo…--.
De esa manera y confiando en su hija pues la sabía
obediente, doña rata Maruca partió a la ciudad y, al poco de su regreso, de
pronto, todos los animales del bosque sintieron que la tierra temblaba; eran
camiones que llegaban y salvo Maruca, los demás, se asustaron pues no conocían
lo que había en las ciudades y pueblos; sólo la rata quien era asidua a visitar
a los humanos en el cercano poblado o inclusive a la lejana ciudad, y quien
gracias a ello en ésta tan temida como esperada llegada, fue sin pensarlo dos
veces a intentar parlamentar con los hombres en un último esfuerzo para
hacerlos desistir de llevar a cabo su lúgubre tarea; aunque desgraciadamente no
tuvo éxito pues no la recibieron y sí sucedió al contrario, ya que trataron
inclusive de eliminarla pero, afortunadamente para todos los demás animales del
bosque, la rata doña Maruca logró escapar llegando a ocultarse al sitio en
donde tenía lo que había ido a traer al poblado más cercano, que era precisamente
Villa De Fuente, Coahuila.
Don Saúl el sapo por su lado acudió varias veces en las
noches en un intento vano de llamar su atención con su gran voz para que se
percataran del mal que harían de seguir con los planes de talar y acabar con la
nogalera, preguntando en cada ocasión estando ya cerca de las tiendas de
campaña:
--¿Por croaaac quieren destruir nuestro hábitat?... ¿se
croaaac cuenta que solamente lo harán por migajas… y por la ambición del empresario
dueño de las maquinarias… que sólo por eso pronto acabarían con el
bosque?...--, todo esto sucedía y el sapo don Saúl, iba y se los repetía cada
noche mientras los humanos armaron sus casas temporales adonde dormirían
mientras arruinaban esa parte de nuestra Madre Naturaleza; cada anochecer
acudía don Saúl el sapo sin lograr nada, sino al contrario, sólo que los
hombres le arrojaran pedradas para que se callara y los dejara dormir.
Al mismo tiempo por esos días, llegaron a vivir en las
cercanías del bosque unos niños con sus papás quienes procedían de Cerros
Blancos, Nuevo León, sólo que hubieron de cambiarse de aquella población debido
a una delicada situación familiar y, de esa forma los tres pequeños entonces,
saliendo a jugar por ahí conocieron a la Maruquita, hija de la rata Maruca.
Se hicieron amigos presentándose con respectivos nombres; el
mayor de los tres, un niño muy inteligente y líder del trío, se presentó
diciendo:
--Me llamo Emiliano… mucho gusto… soy el más grande de mis
hermanos…--.
Quien le seguía de estatura a su derecha, dijo
--Mucho gusto también… mi nombre es Emilio y soy el de en
medio…--.
En seguida, una bella niña al otro lado del mayor, expresó
cariñosa:
--Encantada de conocerte Maruquita… soy Julieta y me gustará
jugar contigo…--.
Por su parte, la pequeña ratoncita, sonreía enseñando sus dientes,
para decir con alegría:
--¡Sí… sí… sí!...--.
De esa forma y habiendo hecho amigos en el bosque los tres,
todas las tardes salían a jugar con los bichitos que habitaban la nogalera; por
su parte los insensibles tala-bosques, empezaron ahora sí junto a sus poderosas
herramientas a prepararse para llevar a cabo su objetivo sin importarles las
diarias súplicas de don Saúl el sapo principalmente, a quien ahuyentaban a
pedradas cada vez que se aparecía a croarles su desesperación tratando de
evitar la tragedia, de la misma manera que los demás bichos como los mosquitos
quienes acudían en tropel por las noches a picarlos, en un vano intento de
evitar el sacrificio del bosque, pues era su único hogar.
De esa forma, llegado el día tan temido por todos los
habitantes de la inmensa nogalera, cuando se escucharon todos los aparatos y
herramientas en acción, los animales intensamente nerviosos, paseaban y corrían
para acá y para allá sin encontrar respuesta a esa injusticia que se estaba
cometiendo sobre ellos y su hábitat.
Entonces, la rata doña Maruca, se armó de valor y fue a
buscar lo que había ido a traer hasta el pueblo de Villa De Fuente y, ya sin el
carrito que le había prestado el búho don Salomón, como pudo, arrastró una lata
de metal que colocó cerca de unos cables de corriente eléctrica provenientes de
un ruidoso generador y, derramando el contenido del envase metálico cerca de
donde ella estaba, se puso en seguida a roer la extensión de los serruchos
eléctricos, en el instante cuando comenzó a soplar el viento en dirección al
gran bosque de todo tipo de árboles de nogal.
De tal suerte que, luego de quitar con sus filosos dientes
el plástico que rodeaba a los cables de luz, éstos comenzaron a hacer chispas
incesantes que, junto a la gasolina derramada por la misma Maruca, de inmediato
iniciaron un incendio del que ella fue la primera víctima; las llamas ayudadas
por el viento, volaron por los aires yendo a internarse en la parte del bosque
en donde jugaban los tres chiquillos con Maruquita, quien no se percató de lo
sucedido a su madre, del gran heroísmo que mostró para salvar el bosque.
Mientras cerca de ahí, los demás bichos desesperados no
encontraban la manera de apagar el fuego que ya se extendía a la profundidad
del bosque y, así, todos desesperados corrían pensando solamente en salvar sus
vidas cuando, en el campamento, en el momento en que los hombres dormían la
siesta después de la comida, don sapo Saúl, croacó tan fuerte, que logró
despertar a los trabajadores, quienes hasta entonces alcanzaron a escuchar los
gritos desesperados de los niños en la lejanía; en seguida se incorporaron
rápidamente y salieron corriendo para ver qué era lo que estaba sucediendo y,
ya para ese entonces, gran cantidad de animales y bichos estaban cerca de las
tiendas intentando hacerles ver la necesidad de su ayuda para salvar al bosque
y sobre todo a los tres niños, pues las llamas se iban extendiendo
irremediablemente.
Los hombres en ese momento también sabían con certeza que el
incendio terminaría con el gran negocio del empresario que los empleaba como taladores,
pero, ahora eso, en esos momentos angustiosos y lo sabían, era lo que menos
importaba, lo verdaderamente importante, era salvar a esos niños que estaban en
peligro encerrados por las llamas que se acercaban a ellos tres sin remedio.
Por su lado el clamor de todos los animales hacia los
humanos, era:
--¡Por favor... todos los animales y los bichos perderemos
nuestro hábitat si no se hace algo urgente…--, gritaba también doña rana Inés,
diciendo en seguida:
--¡Con problemas con mi marido y todo… pero somos muy
felices en el bosque... ayúdenos por favor!…--.
Maruquita gracias a su tamaño, pudo escapar del fuego para
venir a avisarle a su madre el peligro que corrían sus nuevos amigos, y
solamente llegó para percatarse de la desgracia ocurrida a su heroica
progenitora, doña rata Maruca; pero era también tan grande el cariño que sentía
por sus amiguitos humanos, que no le importó y acudió con los hombres para con
angustia en la voz, decirles:
--Sí… sí… sí… es por allí… están Emilio y Emiliano y
Julieta… hay que salvarlos… sí… sí…. sí…--.
Ya para esa hora, los bichos comenzaron a correr y correr
dentro del bosque para salvar sus vidas, el sapo don Saúl, se acordó de doña
Michu oruga, y se preguntó a sí mismo:
--¿Qué pasaría con ella?--, y, viendo que su esposa estaba
ciertamente a salvo por el momento, de pronto tomó una valiente decisión y,
luchando contra el fuego brincó a saltos largos para poder llegar a la hoja
donde habitaba doña Michu oruga, y se preguntaba clocando:
--¿Cómo es posible que se me haya olvidado salvar a doña
Michu oruga?--, y así, batallando en medio del fuego siguió buscando la hoja en
donde vivía doña Michu oruga, sin obtener respuesta, y pensó:
--¡Pobrecilla… el fuego arrasó con ella!...--.
El sapo Saúl, tuvo que hacer un gran esfuerzo para poder
salvar su propia vida aunque por fortuna, en ese momento dejó de soplar el
viento que alimentaba con su soplido la tragedia y, los hombres por su lado, al
ver el valor demostrado por el valiente sapo a quien todas las noches corrían a
pedradas para que los dejara dormir, y sabiendo a los tres niños en un
inminente peligro de morir, amén de ver las condiciones atmosféricas favorables
al cien por ciento, se armaron también de valor, y se pusieron con todas sus
fuerzas posibles a combatir las incendio forestal y, poco tiempo después, entre
todos ayudándose unos a otros, hombres y animales del bosque, pudieron
controlar el fuego que, en realidad, no pasó a mayores gracias a que el viento
amainó en el preciso instante.
Maruquita, acompañada de sus amigos humanos a quienes por
fortuna solamente se les tiznaron los cachetes, no dejaban de llorar al mirar a
la madre muerta; por su parte don sapo Saúl, estaba muy triste por no haber
podido salvar a doña Michu oruga y, de esa forma, no pudo contener las lágrimas
y se puso a llorar también de tristeza para el disgusto de su mujer, doña rana
Inés; de pronto, sobre él, unas alas de bellos colores volaban agradeciéndole
su preocupación por ella, era doña Michu oruga que se había convertido en la
más hermosa mariposa, y estaba arrepentida de haber vivido alejada de los demás
pues, se había perdido el privilegio de disfrutar de la compañía de todos
quienes demostraron que eran sus aliados y amigos.
Por su parte los hombres, estaban arrepentidos y
avergonzados, agradeciendo a doña rata Maruca que, gracias a su travesura la
cual costó en sacrificio su propia vida, pudieron salvar el bosque y a sus
habitantes. Los hombres, apenados se despidieron de los bichos, habían
aprendido la lección y prometiendo que nunca más volverían a talar árboles.
Al rato, los niños estaban felices platicándole a sus papás
lo buenos que eran los bichos que se cuidaban y ayudaban entre sí como una gran
familia, aunque, hubo un momento de tristeza cuando, Emiliano, dijo:
--¡Pobre Maruca… se sacrificó por el bosque!…--.
Emilio entristecido también, cambió repentinamente su
expresión para preguntar entusiasta a sus padres:
--¿Podemos traernos a Maruquita?... ¡para que no esté sola!…
¿sí?--.
Contagiada Julieta, comenzó a brincar feliz pidiendo con su
dulce voz:
--¡Sí… sí… que se venga Maruquitaaaa!... ¡y que el bosque se
llame ahora… Nogalera Maruca!...--.
Los dos hermanos mayores apoyaron la idea y, Doña Gloria y
Don Miguel, como se llamaban los papás, agradecidos de que los niños estuviesen
bien, accedieron a traerse a la pequeña Maruquita, y a llamarle así al frondoso
bosque.
Don sapo Saúl y doña rana Inés se prometían amor eterno, los
bichos aplaudían de dicha al verlos felices y, por su lado Emiliano, Julieta y
Emilio, aprendieron que cuando fueran grandes, nunca permitirían que se talaran
los árboles del bosque por que los bichos eran indispensables en nuestra gran
cadena alimenticia.
Un buen ejemplo a seguir, pensaron también los taladores
habiendo aprendido la lección al darse cuenta de que, los bichos, estaban
unidos y se apoyaban entre sí, mientras los humanos destruían el planeta.
Autoría: Ma Gloria Carreón Zapata.
Imagen tomada de Google.
D.R. 2011.
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