En la mesa brilla el cristal, el pan
y el vino,
hay un calor de hogar que el alma
consuela,
pero afuera, el frío marca otro
destino
y el hambre en la noche, triste,
desvela.
No quiero que el pavo sepa a
egoísmo,
ni que el brindis ignore al que está
solo,
que no nos separe el oscuro abismo
del que no tiene nada y lo pierde
todo.
¡Abre la puerta! Pon un sitio más,
que no falte silla, ni falte el
abrigo,
que la Navidad no es mirar hacia
atrás,
es partir el pan con el que no es tu
amigo.
Que aquel que camina sin rumbo ni
cena,
encuentre en tu mesa su luz y su
guía,
que compartir la dicha, quita la pena
y llena el pesebre de paz y alegría.
Bendita la mano que invita y que
ofrece,
bendita la sopa que el cuerpo
calienta,
pues cuando se da, el amor siempre
crece
y el hambre del mundo, por fin, se
ahuyenta.
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