Caminante de ojos claros,
de palabra de cristal,
tú que siembras la confianza
en el huerto del leal.
Escucha bien este canto,
no te nuble el vendaval,
que el honor es una torre
que no quiebra el propio mal.
Entró el lobo en tu morada
con piel de manso cordero,
te robó con la mentira
lo que ganaste primero.
Usó tu fe como escudo,
usó tu bien como acero,
pero el oro del engaño
siempre termina en el cieno.
No agaches la frente, hermano,
que tu pecho es un altar;
la estafa no ensucia al justo,
solo ensucia al que sabe hurtar.
El que miente se encadena,
el que roba ha de temblar,
pues no hay sombra que resista
cuando el sol vuelve a brillar.
Tu bondad no es una falta,
ni tu entrega es un error;
es la marca de los grandes,
es el rastro del honor.
Que el estafador se quede
con su farsa y su pavor,
que tú duermes con el alma
perfumada de valor.
¡Levántate, gente buena!
vuelve al campo y a la flor,
que la vida siempre paga
con justicia y con amor.
Lo perdido se recupera,
lo robado es un sopor,
pero la honra es la joya
que te entrega el Creador.
Autora : Ma. Gloria Carreón Zapata.
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