domingo, 21 de diciembre de 2025

ESTOY CONTIGO, MI GRAN AMIGO.

 


                                                                                   



                                                                        

​La seriedad de su rostro infundía respeto, pero su voz, más que voz, era un lamento quebrado:

—Te necesito, amiga mía, me estoy muriendo de dolor— musitó en un susurro.

​Yo busqué reanimarlo. Navegué entre palabras buscando el alivio exacto, ese bálsamo que le hiciera saber que su duelo también era el mío. Medité qué decir y qué callar, pero el ánimo es un idioma difícil de traducir cuando el alma está rota.

​¿Cómo no dolerme con él? Era un amigo atravesando el invierno de la vida.

​Entonces, hice a un lado mi propia aflicción, esa desilusión que me carcomía en silencio, y me puse a pensar cuál de nuestros tormentos pesaba más. Al final, ambos eran despedidas. Su pena y mi pesadumbre se abrazaron en un instante; ambos moríamos de soledad y de tristeza.

​Acudí a lo sagrado. Le hablé de promesas divinas, de la resurrección y de la fe, pero descubrí con amargura que nada llenaba su vacío. Me reproché a mí misma: Si no eres capaz de dar consuelo a tu hermano, ¿de qué sirven tus palabras?.

​Pero entonces lo entendí: no existe frase humana que cure la ausencia de quien se ama.

​Frente a la muerte y la angustia, vi el vacío recorrer los espacios del alma. En ese mismo instante, nací, morí y volví a vivir. Comprendí que la vida es un suspiro y que el mañana es un espejismo. Me pregunté para qué proyectar o para qué amar tanto si todo expira... y, sin más respuestas que mi presencia, solo pude musitar:

​—Estoy contigo, mi gran amigo.



 

Autora : Ma. Gloria Carreón Zapata.

21/12/2024.

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