domingo, 21 de diciembre de 2025

EL SEÑOR DEL SUR.

                                                                            


                                                                                    

 

​En el surco profundo de la tierra morena,

donde el viento susurra leyendas de gloria,

cabalgas de nuevo, rompiendo la cadena,

con el rostro de bronce tallado en la historia.

 

​Emiliano, de mirada firme y bigote de sombra,

tu traje de charro es bandera y es llanto;

no hay rincón del Anáhuac que no te nombre o te nombra,

bajo el cielo que cubre tu eterno quebranto.

 

​No pediste castillos, ni cetros, ni altares,

solo el trozo de milpa que el sudor ha ganado;

fuiste el grito del paria en los densos cañares,

el brazo del indio por siglos negado.

 

​"La tierra es de quien la trabaja con fe,"

dijiste en Ayala, con voz de volcán;

y el Plan que firmaste fue el agua y la sed,

de un pueblo que busca justicia y su pan.

 

​Aunque en Chinameca la traición fue certera,

y el plomo intentara callar tu latido,

no saben que el héroe no muere, ni espera,

que vive en el grano que no se ha rendido.

 

​Tu sombra es el monte, tu voz es la lluvia,

tu herencia es el surco que vuelve a brotar;

mientras haya una mano que siembre y que sufra,

¡Zapata vive! y no dejará de marchar.

 

 

 

Obra poética registrada.

@copyright.

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