miércoles, 16 de octubre de 2019

INGRATITUD.






Estaba pagando en la caja de un supermercado. El señor que estaba embolsando se dirigió a mi y me preguntó.

¿Usted tiene hijos?

Voltee a verlo a los ojos y muy orgullosa le respondí.

¡Si señor!

-- Y  me siento muy orgullosa de ellos, son mi motor en la vida-

. Vi que de sus ojos rodaba una lágrima, inclinó su cabeza y despistada mente, sacó un pañuelo del bolso de su pantalón para continuar.

-- Yo también tengo cinco hijos viviendo en Estados Unidos, pero--

Nuevamente vi que su rostro se inundaba de llanto. Me acerqué más a él para decirle,

--comprendo señor--.

--No, replicó él, usted no entiende porque seguramente sus hijos están cerca de usted, pero a mi me tienen en el vil abandono, ya verá cuando esté más mayor se olvidarán de usted como los míos se olvidaron de mi. Ahora tengo que buscar trabajo para sobrevivir porque mi misera jubilación no alcanza para nada, l
o más triste, siguió, es que , mis nietos a quienes tanto amo se olvidaron por completo de mi y al igual que sus padres piensan que soy un estorbo para ellos--.

Esta vez fui yo la que no pudo evitar que mi rostro se inundará de llanto.

¿Por qué somos tan ingratos los hijos y nietos con los seres que más nos aman y son capaces de dar su vida misma por nosotros si es preciso?

Ma. Gloria Carreón Zapata.
Imagen tomada de Google.



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