Corina Morcin: de grandes y expresivos ojos, piel morena y
cabello rizado, de figura esbelta, honesta y de gran corazón. Se desempeñaba
como cajera de medio tiempo en un supermercado cercano a su casa.
Vivía con la abuela materna debido al fallecimiento de sus
padres cuando ella tenía tres años, aunque nunca careció de lo más
indispensable, y menos del cariño y atenciones de la abuela Melita, si, del
amor y los cuidados de sus padres, pero a pesar de todo era feliz.
Por las tardes
asistía a la universidad en la cual estudiaba su carrera de leyes, fue ahí en
donde conoció al amor de su vida Antonino Arruñada, quien estudiaba la carrera
de arquitectura, joven:
de 1.80 de estatura,
tez blanca, cabello negro como la misma noche, sus ojos claros y apasionados
dejaban ver la admiración, el amor, y *pasión que sentía por ella, joven,
integro, de buen carácter, sobretodo amoroso.
Eran felices, aunque por el trabajo de ambos y el estudio se
veían sólo por ratos en la misma
universidad, él la visitaba en su casa los
domingos.
Un mediodía lleno de tedio invernal, en que la lluvia caía a
torrenciales, Corina se dirigía a su casa después de su ardua faena, para luego
más tarde asistir a la universidad.
Iba tan enfrascada en sus pensamientos que el paraguas no la
dejó ver un coche que se aproximaba a alta velocidad, arrollándola
intempestivamente, dejándola tirada sobre el pavimento.
Gracias a un transeúnte que pasaba por ahí y la auxilió de
inmediato, no tardó en arribar la ambulancia para trasladarla al hospital más
cercano.
Después de ser auscultada y de haberle tomado algunas
radiografías, el medico dio su diagnóstico, afortunadamente sólo había sido el
golpe, informó.
Adolorida y a la vez que escuchaba al galeno pensaba en su
abuela, en el tremendo susto que se llevaría al recibir la noticia, temía que
le diera un infarto, porque últimamente no se encontraba bien de salud.
En eso estaba cuando vio entrar un rayo de luz por la puerta
de la habitación, se trataba de Antonino quien, con la preocupación reflejada
en el rostro, y dirigiéndose hacia ella se inclinó para depositarle un beso en
los labios,
---¿qué fue lo qué pasó? — preguntó.
Ella en pocas palabras le narró lo sucedido, y sin quitar la
mirada de él vio como luego se apartaba para acomodar el ramo de rosas rojas
que sostenía en su mano derecha, para luego acomodarlas en un florero que se
encontraba en el buró que estaba a un lado de la cama.
También eso le gustaba de él, sus bellos detalles.
--Gracias amor, eres el hombre perfecto, dijo con tono
cariñoso--
--Nuestro amor es *inmarcesible nada podrá separarnos--
Estaba enterada que la familia de él la rechazaba a causa de
una *mentira inventada por la ex de Antonino, aparte por ser huérfana y
sobretodo de escasos recursos.
--Sé que mereces algo mejor como piensa tu familia, y sé que
igual me amas, que no soy para ti una *aventura, pero ya tomarán *conciencia de
que nos amamos de verdad y no se trata de un capricho.
Él sonrío asintiendo
con la cabeza, y después le respondió
sin dejar de mirarla.
--Te amo por sobre todas las cosas Corina, dijo en tono
*sentimental,
aunque mi familia te rechace, juro que en cuanto terminemos
nuestras carreras nos casaremos y seguiremos viendo juntos *un nuevo amanecer—
--Mis padres terminarán aceptando nuestra relación cuando
vean lo felices que somos, porque ellos sólo quieren mi felicidad—
Con un largo beso sellaron el gran juramento de amor.
Autora: Ma. Gloria
Carreon Zapata.
Ilustración del famoso ilustrador norteamericano Alan Ayers.
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