Huele a soledad que ciñe mi cintura hambrienta, te gozas sintiéndola
segura, mal cavilar,
el tiempo pasa y no vuelve más. Es como el afluente que se
lleva el flujo dejando seca la fuente de la esperanza, el reloj te recuerda.
¡La dejaste pasar!
Te contemplas las manos, y vacías están.
Algún pescador lanzará la red.
Abres la ventana, mirando ensimismado, de pronto una voz y
una risa infantil ruidosa, te regresa a la realidad. Sorprendido la vez juguetear, y solazarse
con el viento que despeina su melena de espiga, y contento no la deja de mirar.
Y no basta con abrir los ojos y mirar para convencerse que la realidad es: “En
realidad el más auténtico de los milagros, esos hondos y expresivos cristales,
le sacaron llagas al mirar”.
Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.
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