martes, 4 de abril de 2017

LA GRAN OPORTUNIDAD (Narrativa)








--!Quiero salir de aquí!...--, gritaba desesperada el alma que se encontraba suspendida en lo profundo del averno, sintiendo el fuego que abrazaba fuertemente su cuerpo, pero sólo una esperanza guardaba ya que, la fe mueve montañas, recordaba con el alma angustiada esperando un milagro, un milagro de luz que encendiera un poco la ilusión de vivir; así se aferraba fuertemente a la vida, regalo de Dios que en esos tiempos el puro instinto le hacía luchar precisamente con la muerte; pero su Dios era vencedor, así que tenía qué salir avante ante la gran prueba regalada por el destino. Pasó el tiempo y ella se asomaba desesperada a la esperanza de vida, la cuál hacia tiempo había despreciado un día que ella misma quiso quitarse la existencia pues, pensaba que no era tan valiosa en verdad cuando, de pronto una luz asomó a lo lejos, luz de esperanza que iluminaba cuando al mismo tiempo era atormentada por los recuerdos de un viejo amor que le dejó una profunda cicatriz, un supuesto amor inhumano el cual le lastimó su alma cuando la humillaba haciéndole saber que ella nada valía para él ni para nadie, que era poca cosa y no merecía vivir. Así le atormentaban seguido esos malos recuerdos de esos días de juventud pero, ahora, eso de nada valía cuando lo importante era salvar su vida pues solo tenía treinta años y el deseo de un día alcanzar la felicidad, así que, se aferró a la vida y, en eso estaba, cuando escuchó una fuerte voz que en ese momento no sabía de dónde provenía; eran los doctores que estaban entrando a la habitación del gran hospital, diciéndose entre sí:
-- ¡Ésta mujer está grave… no hay esperanzas!...--.

Hasta ese momento se dio cuenta de su gran irresponsabilidad, había salido de una fiesta un poco alcoholizada cuando de pronto, otro coche dio contra el suyo provocando una carambola entre los mismos quedando gravemente herida, de muerte, y pensó:

--“Mi vida es valiosa… no se trata de cosas materiales de fácil reposición”…--, y así, entre sueros y medicamentos pasaron los días hasta que, un día, se presentó un doctor de figura bonachona diciendo con voz muy dulce:

--¡Soy el doctor de guardia… y voy a curarte!...---, ella agradecida por dentro creyó haber contestado asintiendo con la cabeza, pues ya eran los ocho días y los doctores no daban esperanzas de vida. Ella permanecía inconsciente aunque de vez en cuando escuchaba lo que los doctores decían, pues había sido una contusión cerebral provocada por el accidente.

--La contusión cerebral a menudo es causada por un golpe en la cabeza… contusiones ocurren comúnmente con un fuerte golpe… o a veces con un golpe no tan intenso… contra lesiones ya existentes...--, le dijo el Doctor en guardia que vestía una bata blanca rodeado por un gran luz y una aureola en su cabeza.

Él mismo, sabía que ella no le escuchaba:

--”Es un ángel”…-- pensó ella y, así, posteriormente, pasó ese día escuchando lo que los Doctores se decían entre sí, con relación a que era anormal aquello pues, uno de los síntomas de la contusión cerebral es la pérdida de memoria pero, este caso, era muy extraño, como si Dios estuviera inmiscuido en el asunto en particular. Y así a la mañana siguiente, ante el asombro de los Doctores gritó:

--¡Quiero salir de aquí!... ¿en dónde está Él?... ¿en dónde está el doctor de guardia?...-- terminó preguntando a uno de los médicos quien, asombrado se acercó a ella presentándose como el Doctor de guardia, y ella le respondió:

--!No… yo me refiero al Doctor de anoche... al que estuvo aquí conmigo!…--, ellos se vieron con gran asombro, preguntándose confundidos a qué Doctor se refería; ellos eran los únicos Doctores de guardia, no había otro más.

Y de esa forma llegó el día que la dieron de alta para felicidad de sus padres, quienes vivieron esos días muy angustiados, sólo encomendándola a Dios; de tal suerte que, dando gracias al Eterno por haberles regresado a su hija, se despidieron contentos llevándola casa. En el camino, Elsa, quien así se llamaba, pensaba en ese Doctor que la cuidó esa noche y, reconociendo el gran milagro que Dios mismo había hecho en su vida, y comprendiendo a la vez que vivir alejada de Dios no era bueno, y que sin Dios no valemos nada, se dijo:

--“He aquí éste mi testimonio cuando… muerta en vida me encontraba pero Dios… que todo tiene en orden… me ha dado la gran oportunidad para enderezar mi vida y tratar de alcanzar mi felicidad”…--, pero seguía sin comprender quién era ese Doctor que estuvo con ella esa noche y el por qué tenía ese brillo celestial que le hacía sentir paz en el corazón.

Comprendiendo en esos luminosos instantes que Dios, es un Dios de orden y sabe para qué nos pasan las cosas y, de pronto, escuchó una voz que provenía de lejos diciendo:

--¡Cuando pases por las aguas… yo estaré contigo… y si por los ríos… no te anegarán… cuando pases por el fuego… no te quemarás ni la llama arderá en ti… no temas que estaré contigo hasta el último día de tu vida!...--.

Y así vivió agradeciendo a Dios el resto de sus días por la gran oportunidad que le daba para poner en orden su existencia, y poder igualmente tratar de enmendar errores pasados, dándose cuenta de lo importante que es la vida vivida con amor a lado de sus seres queridos.

“En la vida hay momentos difíciles en los cuales nos enfrentamos con situaciones que son necesarias para mostrarnos que, Dios, está con nosotros donde quiera que vayamos”.


Autora: Ma Gloria Carreón Zapata
Derecho de autor 1204100589178
Imagen tomada de Google.

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